El diablo en la ciudad. La invención de un concepto para estigmatizar la marginalidad urbana

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Reseñas

El diablo en la ciudad. La invención de un concepto para estigmatizar la marginalidad urbana


Por: Jimena Molina
Tramas el-diablo-en-la-ciudad-portada El diablo en la ciudad. La invención de un concepto para estigmatizar la marginalidad urbana  Revista Tramas

Loïc Wacquant es conocido principalmente por sus trabajos sobre marginalidad urbana, penalización de la pobreza y el rol del estado en la producción de desigualdades. Este sociólogo, de origen francés y discípulo de Bourdieu, ha ejercido la docencia en la Universidad de California, Berkeley, y ha sido investigador en el Centre de sociologie européenne en París.

Sus investigaciones abarcan una variedad de temas, destacándose especialmente sus estudios sobre las cárceles como herramientas de gestión de la marginalidad y la precariedad, así como también su análisis sobre los guetos urbanos en Estados Unidos y Europa. En trabajos anteriores, argumenta que la penalización y criminalización de los sectores más vulnerables de la sociedad es una respuesta estatal a las crisis económicas y a la expansión del neoliberalismo. Una de sus obras más conocidos, Castigar a los Pobres, aborda precisamente esta cuestión, argumentando que en las últimas décadas ha habido un giro punitivo en las políticas sociales, especialmente en Estados Unidos. En este y otros trabajos, el autor combina un análisis sociológico profundo con una crítica contundente a las políticas neoliberales y su impacto en las comunidades más vulnerables.

Este nuevo libro de Wacquant, editado por Siglo XXI, aborda un estudio inmersivo del concepto de underclass, o “minoría en el seno de una minoría” (p. 44), que comienza a circular como idea primitiva y sesgada en ciertos grupos sociales de Estados Unidos a mediados del Siglo XX, sin mayor explicación, y poco a poco se transforma en un instrumento de acusación pública y disciplinamiento contra la población negra precarizada. Según el autor, la asombrosa propagación del término responde, por un lado, a un hondo “temor de clase” (p. 19) de las clases medias instruidas y la cúpula política ante el deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores negros, y por el otro, a la necesidad irracional de endilgar la responsabilidad a algún sujeto o grupo social por los problemas crecientes de las ciudades fuertemente industrializadas.

Esta noción por entonces no tenía antecedentes específicos en la historia de los Estados Unidos, y denotaba una triple discriminación: de clase, de casta y de residencia. No se trata del “subproletariado” o “lumpenproletariado” de la teoría marxista, ya que no es propiamente una clase social. Tampoco se trata de “nuevos pobres”, sino más bien de un conglomerado difuso y heterogéneo, compuesto por distintas categorías que tienen el común denominador de ser percibidas como una amenaza para la integridad social urbana. La prensa de mediados del siglo XIX ya vislumbraba.

…una clase que no sale de la pobreza, ignorante y envilecida (…). Sus integrantes terminan formando una población aparte. Encarnan las pasiones más bajas, y su hábito de malgastar supera a todos los otros miembros de la comunidad. Son gente que corrompe los estratos más bajos de los trabajadores pobres a su alrededor. A ellos se deben principalmente los gastos en policía, en prisiones, instituciones de caridad y medios de asistencia. (p. 72)

La obra propone un recorrido por la historia de este concepto, centrada en su periodo de apogeo. Rastrea cómo una idea que se originó en la academia y los think tanks fue apropiado por los medios de comunicación y las mass media, fue resemantizado por grupos de reflexión y regresó a los estudios sociales al servicio de la estigmatización de grupos pobres y racializados para imponer una agenda funcional a la implementación de políticas de segregación.

Aunque conceptualmente denso y más que exhaustivo en sus ejemplos, resulta un libro accesible para el no experto, quien podrá recorrer sus páginas con objetivos textuales claros y bien delimitados por los capítulos y las dos partes de las que se compone. Sin dificultad podrá advertirse también un llamado a la reflexión sobre el rol de los medios de comunicación, la justicia y distintos actores sociales en la instalación de los problemas en la agenda pública, así como una advertencia a la comunidad científica sobre la necesidad de tomar conciencia acerca del impacto social, las exclusiones y marginalidades que su labor puede llegar a generar.

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