El avance de la derecha y su vinculación con la profundización de los discursos de odio, exclusión, xenofobia y clasismo.

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El avance de la derecha y su vinculación con la profundización de los discursos de odio, exclusión, xenofobia y clasismo.


Por: Ezequiel Ipar
Tramas handcuffed-g694662f0b_1280 El avance de la derecha y su vinculación con la profundización de los discursos de odio, exclusión, xenofobia y clasismo.  Revista Tramas

Existe la idea de que en el último tiempo, las sociedades y sobre todo los partidos políticos tendieron a correrse del centro hacia los extremos o hacia posiciones más radicalizadas, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha. Es en ese corrimiento de los partidos del centro político el que explicaría, de alguna manera, no solo el surgimiento sino la relevancia y la creciente trascendencia de las fuerzas políticas de derecha radical.

Si esa fuera la explicación, quiero marcar mis sospechas y sobre todo algunos desacuerdos, aun cuando no voy a rechazar completamente el argumento. La primera sospecha tiene que ver con la definición de centro político. Si uno habla de polarización, la imagen espacial es algo así como un sistema con un centro que funciona como punto de equilibrio. Una noción de centro que inclusive tiene connotaciones que no sólo se refiere al espacio político, sino que son morales y éticas, como si la política encontrara allí un eje de equilibrio.

Aparentemente, esto habría implicado que algunas de las posiciones que están arriba de esa balanza que tenía un punto de equilibrio se desplazaron y desbalancearon todo el sistema a tal punto que estamos en esta situación de un sistema excedido, desajustado, desproporcionado, violento, con expresiones antidemocráticas, racistas, etc. Por ello, es muy importante que cuando se intenta realizar una explicación al respecto se defina a qué centro se hace referencia para luego poder hablar de la polarización.

Ahora bien, el principal problema de los fenómenos ideológicos excesivos, inclusive violentos o antidemocráticos, que tenemos que diagnosticar, no tienen como eje central la vieja cuestión del lugar donde los partidos políticos podían llegar a acuerdos, la vieja cuestión de la capacidad de negociación, la capacidad de ciertas reglas en común o inclusive de ciertos intereses comunes, el descubrimiento de intereses cruzados que llegan a algún tipo de interés común entre las fuerzas políticas. Podría usarse con alguna utilidad inclusive una imagen del sistema político medio rawlsiana, que sostiene que hay cosmovisiones valorativas diferentes, pero que se encuentran en un conjunto de valores que expresan determinados intereses. Este podría ser el centro del sistema político, los puntos de encuentro entre las diferentes cosmovisiones, que actuaría dentro de la explicación de los neoautoritarismos a través de las tesis sobre la polarización.

Sin embargo, ese no es el problema que estamos enfrentando hoy en día, pues la discusión va más allá del corrimiento del centro del sistema político pensado de esa manera. Cuando se analiza el surgimiento de partidos de derecha radical lo fundamental no sucede a través de la puesta en cuestión de la posibilidad de llegar a acuerdos, sino a través de la puesta en cuestión de la articulación entre derechos políticos universales, derechos humanos y constitución democrática. Esto es lo que ponen en cuestión los partidos de derecha radical y sus formas autoritarias de movilizar a la ciudadanía, no el centro político, sino la auto-regulación de las democracias a partir de su articulación con los pactos internacionales de derechos humanos (que se sancionaron después de la segunda guerra mundial) y los avances en materia de justicia social, que forman el trasfondo histórico-cultural de las democracias contemporáneas,

Cuando se analiza el surgimiento de partidos de derecha radical lo fundamental no sucede a través de la puesta en cuestión de la posibilidad de llegar a acuerdos, sino a través de la puesta en cuestión de la articulación entre derechos políticos universales, derechos humanos y constitución democrática

En Argentina sucedió con los acuerdos que sirvieron para hacer la transición democrática, con los derechos humanos como una cuestión clave. En este sentido, la polarización no es una cuestión simplemente de intereses, de capacidad de negociación de los partidos políticos, de ser permeable a la demanda del otro. Hay una cuestión de principios que se está afectando, fundamentos del orden constitucional democrático anclado en una interpretación fuerte del significado de los derechos humanos para la vida civil y las instituciones políticas.

Este es el núcleo de los acuerdos sobre principios del funcionamiento de la democracia que hoy se ve afectado, y que las derechas radicales o ultraderechas discuten de manera violenta, generando manifestaciones de descontento contra esos fundamentos y tradiciones culturales que buscaban ampliar las formas de la libertad social de los ciudadanos. Es notable y hay que remarcar que esta protesta anti-democrática se da tanto frente a gobiernos polarizantes como frente a aquellos que no lo son.

Análisis de los casos de Brasil, Estados Unidos y Polonia 

En Brasil, la característica principal del gobierno de Dilma Rousseff fue su extrema moderación en comparación con los otros gobiernos de comienzos del siglo XXI. Sin embargo, ese camino moderado, no-polarizante de la izquierda en el gobierno no logró frenar la puesta en cuestión de los acuerdos sobre derechos básicos, vinculados a principios democráticos y a la vigencia de los derechos humanos, que fueron ampliamente criticados durante la campaña y el gobierno de Bolsonaro, el cual llega reivindicando no solo la dictadura de Brasil, sino crímenes aberrantes como la tortura. Un político que reivindica la tortura no puede caracterizarse como alguien que desbalanceó el centro político en términos clásicos, por ejemplo pronunciándose en contra de la redistribución del ingreso. En este caso de lo que se trta es de alguien que está a favor de la tortura y busca adhesiones políticas dentro del sistema democrático tratando de legitimar ese tipo de prácticas aberrantes. Vemos que estamos hablando de cuestiones de principios, cuestiones de fundamento constitucional de los estados democráticos. La prohibición de la tortura no es algo que se pueda cuestionar dentro de una vida civil y una vida pública democrática, y sin embargo estos partidos políticos lo hacen, abiertamente como Bolsonaro o estetizando la política a través de un tipo de discurso indirecto que termina promoviendo los mismos valores. Sin embargo, un presidente llegó a ocupar el cargo e intentó sostenerse en él de esa manera. De modo tal que pretendió –y en parte logró– alterar la cultura política en la sociedad. Pues cuando Bolsonaro pierde las elecciones hay gente que hace piquetes y llama a un levantamiento de los militares, y en el medio de esos piquetes realizan el saludo nazi. Es decir que, en las calles de Brasil siglo XXI se podría encontrar un conjunto de ciudadanos que creen que el saludo nazi es un modo legítimo de manifestar una demanda y/o una posición política. 

Otro elemento para pensar aquí también, son las transformaciones institucionales que dejó Bolsonaro en el Poder Judicial y en el Banco Central por ejemplo. 

El caso de los Estados Unidos es similar. Donald Trump no asume la presidencia frente a Bernie Sanders ni frente al ala más radical de izquierda del Partido Demócrata, sino que surge frente a Obama, un político democrático inteligente con una presidencia moderada. Es cierto que se trataba del primer presidente negro que rompía con cierto privilegio cultural dentro del sistema político norteamericano, que nunca terminó de dejar atrás la herencia de la segregación racial. Trump estaría jugando con la memoria de ese segregacionismo racial, volviendo a alentar el supremacismo étnico de la comunidad blanca que pudo verse afectada por la imagen del primer presidente negro de los EEUU. Esto puede ser parte de la explicación del fenómeno del trumpismo. 

Otro aspecto a destacar es el argumento que se sostenía en ese momento, que afirmaba que una figura como Trump movilizando el tipo de ideologías radicalizadas, violentas, que levantaba lo peor del sedimento racista/segregacionista de la historia cultural de los Estados Unidos, no iba a producir grandes modificaciones porque el sistema lo iba a contener. Esa tesis de que un partido de extrema derecha llega al poder dentro de un sistema democrático fuerte y el sistema lo contiene.

De hecho el sistema en parte lo contuvo a Trump, hubo una elección y la perdió. Pero luego de la derrota ese proceso político terminó con una turba entrando y prendiendo fuego el Parlamento de los Estados Unidos, amenazando a los congresistas y la representación de la voluntad ciudadana expresada allí. Esto fue un atentado gravísimo, de hecho hay pruebas que muestran que intentaron matar o secuestrar al vicepresidente. Pero a parte de la disrupción institucional en la democracia que dejó Trump, se gestaron transformaciones en otros poderes del Estado, como la Corte Suprema: hoy en día vemos una guerra contra los derechos de las mujeres, habilitada por una Corte Suprema que viene de ese triunfo de Trump en aquellas elecciones.

El tercer caso, el caso de Polonia, un caso de crecimiento de la derecha radical en un contexto de crisis, con ese tipo de nacionalismo que siempre tiende a inventar el fantasma del enemigo interno, empiezan a cuestionar los derechos humanos, se vuelven antimodernistas culturales morales y también jurídicos. También antiliberales en el sentido político, al cuestionar el liberalismo político, la cultura política de los derechos individuales. Esto termina decantando en un sistema político que incide sobre un sistema judicial que restringe los derechos de las mujeres (restricción del derecho al aborto en Polonia), persigue a las mujeres que defienden esos derechos, atenta contra las ONGs feministas, asedia los intentos de las mujeres por organizarse y manifestarse pacíficamente, etc. 

Estos tres ejemplos, tomados de procesos que se dieron fuera de nuestro país, sirven para mostrar cuáles son los riesgos. Los riesgos son importantes, son profundos, y en un contexto de crisis son mucho más graves. 

El caso de Argentina

En las elecciones del 2021 se da un surgimiento claro e institucional de un partido de extrema derecha en Argentina. Hasta ese momento existía en la derecha política el PRO como partido dominante de la alianza Cambiemos, que ya es un partido de derecha, con expresiones de derecha dura. Sin embargo, surge un partido a la derecha de ese partido de derecha y esto sucede mientras gobiernan los sectores más moderados del peronismo.

En el juego de su propuesta electoral, Milei hace un llamado, más o menos abierto, a movilizar a la ciudadanía en términos antidemocráticos instándolos a prender fuego el Banco Central. Si bien parece contradictorio, la movilización dentro de la democracia contra la democracia, se sabe que trágicamente ha sucedido en buena parte de la historia, el uso de las oportunidades de participación democrática para terminar conculcando reglas básicas, principios morales, normas y procedimientos que son inherentes al sistema democrático que se construyó en la segunda parte del siglo XX.

Además, existe otro elemento clave para comprender la situación también, el comportamiento del periodismo. Muchos periodistas y medios de comunicación decidieron tomar la figura de Milei como ficcional, desacreditando los aspectos violentos y sádicos que caracterizaban sus discursos y sus propuestas. Eso provocó mucho daño, porque no le permitió a la ciudadanía terminar de entender hacia dónde iban las propuestas de Milei, qué implican en términos de nuestra vida pública, pero también nuestra sociabilidad democrática. 

En este sentido, espero que estemos a tiempo para que se someta a una crítica mucho más decidida a ese tipo de posiciones políticas, porque el periodismo tiene que escrutar todo, pero dentro de una democracia tiene que escrutar sobre todo a las fuerzas políticas antidemocráticas, sobre todo tiene que poner la lupa ahí, en vez de jugar y tomárselo como episodio caricaturesco. De modo tal de informar de una manera responsable sobre lo que podría implicar ese tipo de posiciones políticas de triunfar en un proceso electoral.

Por todo lo anterior, pensar la causa del incremento de estas manifestaciones políticas en la polarización me parece un error. Estamos frente a un desafío y una transformación de la derecha política que deja crecer dentro de sus partidos expresiones punitivistas, racistas, xenófobas, misóginas, fuertemente antifeministas, y finalmente con componentes fuertes de una cierta ideología que juega en el borde de la democracia. Si bien acepta algunos principios democráticos, cuestiona otros, los combate, realiza una interpretación cínica, tratando de movilizar a una parte de la población en clave antidemocrática. Es esta radicalización de la derecha en un sentido anti-democrático lo que caracteriza a nuestra época.

Palabras de cierre

El agenciamiento que hizo la derecha de la crisis del capitalismo (2008 en adelante) hacia posiciones ideológicas antidemocráticas pretendió ofrecerles propuestas a una ciudadanía que estaban atravesando carencias, faltas, incertidumbres y mucha vulnerabilidad. De esta manera, es clave entender que la derecha culpa a la democracia de la crisis del capitalismo; tal vez esta sea la mejor manera de definir qué es la derecha política y cultural hoy en día: el hostigamiento y el asedio a la democracia como salida para los problemas que crea la reproducción del capitalismo. Si lo entendemos en sus causas, los nuevos autoritarismos muestran que la globalización llegó a ciertos límites y hoy la distribución del mercado de trabajo internacional está provocando un crecimiento de la precarización y de la sensación de volverse fungibles frente al reemplazo de la mano de obra por parte de las nuevas tecnologías, etc. que produce sin dudas efectos de crisis en las subjetividades.

Es clave entender que la derecha culpa a la democracia de la crisis del capitalismo. Tal vez esta sea la mejor manera de definir qué es la derecha política y cultural hoy en día: el hostigamiento y el asedio a la democracia como salida para los problemas que crea la reproducción del capitalismo.

Esta estrategia política, que es tanto discursiva como mediática, incluye formulaciones y diagnósticos típicos que se repiten: “el problema no es económico, en realidad problema es cultural”, “el problema es que lo que se te sustrae a vos con la crisis te lo está sustrayendo el migrante”, “lo que a vos te falta te lo robó el que cobra planes sociales porque no tiene la cultura del trabajo”, “lo que vos sentís como una vulnerabilidad en tu modo de insertarse en la sociedad a través del trabajo, en realidad te lo quitaron las feministas que están tratando de destruir tu identidad”, entre otros ejemplos.

Ahora, lo que también hay que decir es que para seguir esa estrategia tienen que romper el pacto democrático que en las sociedades europeas o en los Estados Unidos se hizo fuerte después de la Segunda Guerra Mundial, y en América Latina se consolidó después de la transición de las dictaduras a las democracias. 

La novedad es que aparecieron fuerzas políticas que lograron politizar de esta manera y reorientar el diagnóstico de la crisis en un sentido antidemocrático y lograron adhesión. ¿Cómo lo hicieron? Por la conjunción de tres fenómenos. El primero la crisis económica, en particular la crisis económica que produjo la pandemia. Contexto en el cual se diseminó de una manera exponencial la experiencia de la incertidumbre, generando un estado de alerta permanente donde es muy difícil trabajar subjetivamente.

En segundo lugar, una transformación en las tecnologías de la comunicación y las tecnologías que empiezan a organizar el espacio público, pasando del espacio público analógico al espacio público digital. Estas transformaciones permiten desinhibiciones de pulsiones violentas, sádicas, crueles, habilitadas por estas tecnologías en el espacio público.

aparecieron fuerzas políticas que lograron politizar de esta manera y reorientar el diagnóstico de la crisis en un sentido antidemocrático y lograron adhesión.

El tercer factor es la utilización de dichos sucesos por parte de los partidos de derecha. Estos fueron los que más fácilmente se dieron cuenta de esta latencia, de esta capacidad de alentar una desinhibición cruel, sádica, autoritaria en la conversación pública. Enseguida entendieron que no era necesario irse a la deep web para armar grupos racistas o armar grupos que reivindiquen esos ideales. En Argentina es con matices a gobiernos fuertes, en España es a Franco, en Chile es a Pinochet, en Brasil es a la dictadura. 

Este tercer factor nos obliga a evaluar frente a qué tipo de derechas nos enfrentamos. Una hipótesis que se podría esbozar sería que «La tecnología permitía y facilitaba ciertas prácticas crueles, mientras que la crisis económica creaba condiciones de vulnerabilidad e incertidumbre. Sin embargo, si hubiera habido derechas responsables y democráticas que buscaran resolver la crisis del capitalismo dentro de los límites éticos y legales de la democracia, estos episodios no se habrían producido.» Es decir que, estos episodios se gestaron porque las derechas se vieron desbordadas o directamente se volvieron cómplices de esos caminos que son culturalmente antidemocráticos.

Al respecto de esto, me parece oportuno traer a colación el lugar que tienen los discursos de odio en la movilización y en la lógica de las adhesiones. En el LEDA nosotros calculamos lo que se conoce como Índice de Discursos de Odio con preguntas básicas cuyas respuestas se categorizan en “critica los discursos del odio”, “es indiferente a los discursos del odio” o “promueve los discursos del odio”. En el informe que publicamos en septiembre de 2022[1] hicimos un hallazgo notable que es que entre los votantes de Milei más del 50% entran en la categoría de promueve discurso de odio. Los discursos de odio son la máquina de movilización política de un partido como el de Milei. Son discursos que radicalizan y vuelven muy intensa la violencia racista, la violencia xenófoba, la violencia contra la diversidad sexual. Entonces ahí tenés una parte de la respuesta. A ese sector político los discursos de odio, en este contexto,les están funcionando.

En síntesis, estos son los tres factores de crecimiento de los discursos de odio en las derechas. Tal vez hay un cuarto, la ausencia de respuestas consistentes. Es decir, la ausencia de una respuesta que vuelva a poner en valor no solo el sistema político democrático, sino la idea de la democracia. Para ello es necesaria una narrativa democrática para enfrentar la crisis del capitalismo, para darle sentido a la experiencia de la incertidumbre y la vulnerabilidad de los sujetos. Así como también es necesario un posicionamiento de los partidos democráticos más claros frente a estos desafíos de las derechas radicales, al menos en todos esos aspectos que asumen posiciones claramente antidemocráticas.

Entonces, el desafío está en llamar a todos los partidos que quieran compartir una cultura política democrática en términos muy plurales, establecer ciertas volver a establecer ciertos acuerdos básicos y a tratar de ponerse de acuerdo en cómo enfrentar este desafío que los va a terminar lesionando en términos políticos, en términos institucionales y también en términos culturales. Tendría que poder haber un acuerdo transversal entre los partidos políticos democráticos para poner límite, por ejemplo, la reivindicación de la dictadura, a poner límites al discurso que permite quemar una institución pública, que permite llamar a Milei, un candidato a presidente, realizar una expresión irresponsable de que hay que prender fuego todo, seamos rebeldes. 

Después, hay que pensarlas causas de este problema, hay que repensar entonces qué está pasando con el mercado de trabajo. Hay una pandemia de precarización que dejó la propia crisis económica que todos los países vienen arrastrando. Hay que atender esa pandemia de precarización. La precarización genera las condiciones de posibilidades, como si quisiéramos, genera las audiencias de estos partidos de extrema derecha, porque genera mucha situación de fragilidad, de resentimiento también porque otros tienen seguridades que yo no tengo, otros en otro momento, en otro periodo histórico, en otro ciclo económico, tuvieron ventajas, tuvieron garantías que hoy las siguen disfrutando y yo no las disfruto. Tienen estabilidad laboral, no tienen contratos de trabajo que cambian cada tres meses. Bueno, entonces, algo con la precarización hay que saber qué hacer. Eso ya es algo digamos, hay que desprecarizar el mundo de la vida económica para de desprecarizar la democracia también.

Después hay que pensar cómo enfrentar los desafíos de los cambios tecnológicos en la comunicación. Ni hablar ahora que aparece la inteligencia artificial y potencialidades para generar noticias falsas, noticias de odio, noticias que buscan radicalizar prejuicios sociales. La potencialidad que tienen quienes quieran desempeñar ese tipo de estrategias en el espacio público, con estas herramientas, es inaudita. O sea, nunca tuvieron el poder que tienen hoy, que les podría dar ahora a estas tecnologías para incidir sobre la voluntad popular y las instancias de formación de la opinión pública. Entonces, ahí hay que pensar algún tipo de intervención, regulación, discusión, invitación a la sociedad a repensar de qué modo garantizamos legítimamente la voz de los ciudadanos dentro de un régimen democrático. De qué modo garantizamos también significa de qué modo la protegemos, porque hay buena parte de los desafíos que vienen hacia adelante que tienen que ver con la vulneración de derecho ala privacidad, vulneración de derechos a la identidad de las personas que quieren después manifestar una opinión,una demanda, una inquietud, una propuesta dentro de una democracia, y todo eso se puede ver alterado. Las tecnologías pueden alterar todo eso. Entonces tenemos que proteger la voz de los ciudadanos frente al desafío del cambio tecnológico.

[1] https://www.unsam.edu.ar/leda/docs/Configuraciones-ideologicas-neoliberalismo-heterogeneidad-estructural%20-AMBA.pdf

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