Conversando con Oscar Madoery

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Conversando con Oscar Madoery


Por: Equipo Editorial
Tramas madoery Conversando con Oscar Madoery  Revista Tramas

“El Desarrollo, una mirada desde América Latina”

 Oscar Madoery dio sus primeros pasos en la investigación a fines de los años ‘80, en la Universidad Nacional de Rosario. Apostando por el Estado y la política como medio de transformación social, hasta el día de hoy investiga, publica y participa de debates donde teoriza, además, sobre lo aprendido en la gestión pública. Merecedor de premios nacionales e internacionales, fue y vino de diferentes países, siempre con la mirada puesta en pensar “desde el sur”, en revisar el concepto de desarrollo desde una interpretación política y desde la realidad regional, cuestionando las concepciones predominantes y destacando el pensamiento de América Latina sobre su territorio.

Se trata de una persona sencilla, con quien es fácil hablar y también reírse. Oscar desde el inicio acortó las distancias entre entrevistador y entrevistado. Al encontrarnos, se mostró abierto a responder, pero principalmente a enseñar desde la sencillez y calidez que lo caracterizan. Sin vueltas, contestó todas nuestras preguntas, al igual que fue aportando desde su vasta experiencia.

La entrevista tuvo lugar en el lobby del hotel donde se hospedaba. Oscar bajó las escaleras con una camisa celeste a cuadros y un jean claro, reforzando aún más esa idea de sencillez que previamente teníamos sobre él. Nos sentamos en un sillón que estaba cerca, y empezamos la conversación.

Primero comentamos qué temas queremos presentar en este número de Tramas y por qué pensamos en una entrevista central con él. Al escucharnos,  pudo deducir rápidamente que nos interesaban sus trabajos sobre desarrollo. Habíamos leído por ejemplo, su libro “Otro desarrollo. El cambio desde las ciudades y regiones”, donde destaca que tradicionalmente, el desarrollo fue visto como un conjunto de atributos “adquiridos”; entre ellos, el crecimiento del PBI per cápita, la industrialización de la estructura económica, la democratización y la modernización de la sociedad. Ahora, con él enfrente, queremos ahondar al respecto.

Oscar se acomodó en el sillón y con voz firme pero relajada empezó a contarnos qué se entiende por desarrollo: “Es una idea que nace de una raíz económica, pero tengamos cuidado en no confundirlo con crecimiento económico como comúnmente se hacía… Antes existía esta asimilación, pero hoy a nadie que sea mínimamente serio se le ocurriría decir eso. Lo que no quita que el crecimiento sea condición necesaria del desarrollo, pero incluso ésta es una idea en discusión por quienes plantean la necesidad del decrecimiento para pensar el abordaje del desarrollo”[1].

A partir de enfatizar que el crecimiento económico era una condición necesaria, pero no suficiente para el desarrollo; y que este concepto comprendía otras variables, vino nuestra sgte. Pregunta… ¿qué otros elementos componen al desarrollo como lo pensamos hoy?

“A esa primera idea económica se la fue dotando de otros elementos a lo largo del tiempo, se ha incorporado la visión social, la dimensión educativa, los temas medioambientales y se fue despojando al desarrollo de la exclusividad económica para entenderlo. Es decir; fundamentalmente estamos en presencia de una idea en debate, en discusión; que tiene el atractivo de remitir a cuestiones positivas y que, por eso, a mucha gente le gusta pensarla”.

se ha incorporado la visión social, la dimensión educativa, los temas medioambientales y se fue despojando al desarrollo de la exclusividad económica para entenderlo

Ya compenetrado con la cuestión, extendió su explicación: “El desarrollo se asocia a estar mejor, ¿no? Al bienestar económico, a la salud, la educación, una mejor calidad de vida, en fin… cosas deseables por todos, pero a la vez, cosas que no tienen una única expresión y a las que, seguramente, nosotros definiríamos de manera diferente”. En base a esa última afirmación, hizo énfasis en que: “No todos entendemos lo mismo por desarrollo, y eso está bueno, hay que decirlo y no tener miedo, y evitar quedarnos atrapados en la idea de que el desarrollo es competitividad, desarrollo del mercado y que el camino único para crecer es parecernos al primer mundo; y por lo tanto hay que desregular, abrirnos al mundo, endeudarnos”.

“Existe también una idea de desarrollo a la cual yo adhiero, donde lo central es que exista justicia social. En nombre del desarrollo queremos proteger el empleo local, la inclusión social, la naturaleza… queremos utilizar nuestros recursos en la medida necesaria y suficiente para reproducir la vida y no para reproducir el capital”.

De hecho, el desarrollo con justicia social debe ser el eje central de la política, reafirma. En ese sentido: “Para que exista justicia social, debe haber empleo; porque es el trabajo genuino, digno, decente, el que hace que una persona sienta que tiene un rol en la sociedad. Para que haya trabajo, tenés que potenciar la industria, la producción, el comercio local, cuidarlo. Es la sociedad haciendo un esfuerzo colectivo. Y ahí aparece el debate de cómo utilizamos los recursos, en qué nos especializamos, cómo resolvemos nuestras necesidades básicas”.

Existe también una idea de desarrollo a la cual yo adhiero, donde lo central es que exista justicia social. En nombre del desarrollo queremos proteger el empleo local, la inclusión social, la naturaleza... queremos utilizar nuestros recursos en la medida necesaria y suficiente para reproducir la vida y no para reproducir el capital

A esta altura de nuestro intercambio quedaba clara su postura respecto al tema. Luego de tomarse un momento, continuó su análisis y de manera tajante, dijo: “No hay desarrollo cuando lo que predominan son políticas de tipo de concentración de la riqueza, del capital, de la propiedad. Cuando hay política de descuido, de desprotección de los mercados internos, ya sea que apunten a la producción o al trabajo… cuando no hay inclusión social”. Con vehemencia aseveró que: “Cuando el devenir de las personas esté sometido a lógicas de mercado no podemos hablar de desarrollo; y eso hay que decirlo con todas las letras. Si se quitan las conquistas sociales, si no se respetan los DDHH, si el discurso predominante es que las personas tienen que valerse exclusivamente de sus propios medios, y no hay una sociedad que contenga, que impulse, que ayude, que limite, que proteja, que potencie, la verdad es que no hay desarrollo”.

Cuando el devenir de las personas esté sometido a lógicas de mercado no podemos hablar de desarrollo; y eso hay que decirlo con todas las letras

Enseguida, casi como aclarando una obviedad, señaló que no vale todo para el desarrollo y que no todos los caminos conducen al mismo: “No hay sociedad en el mundo que no haya sido o siga siendo proteccionista en aquellos sectores que considera estratégicos. Sin embargo, en América Latina el discurso que predomina es que hay que abrirse al mundo, al libre comercio, que hay que competir por una ganancia que en teoría después se va a derramar al conjunto de la sociedad, pero que en realidad…”. Hizo una pausa para enfatizar y continuó: “No se derrama nunca. Porque el mercado no iguala, sino que tiene una tendencia a concentrar, si te va bien vos queres ganar más y si no te ponen restricciones, ni limitaciones, ganas más, más y más. En una lógica de ‘si me dejan acumular y no me controlan, acumulo, acumulo y acumulo’, sólo el rol de regulación que históricamente ha cumplido el Estado puede compensarlo”.

Como anticipamos, Oscar Madoery se ha preocupado a lo largo de su carrera por ser parte y, a la vez incentivar el pensamiento «desde el sur». En las últimas décadas, vastos han sido los aportes en América Latina y el Sur Global, por insertar en la discusión académica un análisis «propio», que se diferencie del que proviene de los países centrales, y que incluya los temas que hacen y preocupan al Sur. El objetivo de esta mirada es, justamente, dejar de ser «importadores y consumidores» de la producción académica del Norte, y trazar caminos y miradas propias. En ese sentido, sostiene que el discurso que predomina en torno al desarrollo no es el único y que, de hecho, el Sur tiene algo para decir al respecto. Ante esa afirmación, nos vimos tentados a preguntarle cómo ha contribuido Latinoamérica al debate sobre desarrollo, a lo que respondió:

“Considero que América Latina ha hecho un aporte muy potente en la discusión, demostrando el interés y la mirada crítica con la que discute la perspectiva del desarrollo que lo asimila a una idea de camino único, un camino que consiste en imitar lo que realizaron muchos desarrollados; de Europa, Estados Unidos, en fin, del norte del globo; y que acota significativamente la perspectiva de desarrollo.

Oscar amplió lo antedicho, enfatizando en que América Latina tiene mucho para aportar, porque tiene la teoría y la práctica; el buen vivir de los pueblos andinos, los liberacionismos, la experiencia bolivariana, o lo que se dio en llamar los progresismos del siglo XXI en la región. Estos movimientos demostraron que no hay un único sendero, y que este corrimiento del desarrollo desde lo económico hacia otro lugar, se ubica particularmente en el campo político. Como quien le asigna responsabilidad de una cosa a alguien, dijo: “El desarrollo es un desafío de la política”; tema sobre el que profundiza  más adelante.

“El desarrollo es una de las decisiones fundamentales de una sociedad, pero ojo que el concepto en el sentido político abarca también las esferas económica, social, cultural y educativa. Se trata de la expresión del proyecto de sociedad que se elige transitar, y eso comprende tener claro con quién me junto, de quién me separo, qué cosas priorizo. Claramente no hay un camino único, hay una búsqueda de cada sociedad a nivel nacional, local e incluso subregional”.

no hay un único sendero, y que este corrimiento del desarrollo desde lo económico hacia otro lugar, se ubica particularmente en el campo político. Como quien le asigna responsabilidad de una cosa a alguien, dijo: “El desarrollo es un desafío de la política

Tanto en un artículo titulado “Modos diferentes de pensar el desarrollo de América Latina” en la Revista del CLAD Reforma y Democracia, como en la Conferencia que tituló “El desarrollo latinoamericano y sus controversias” en la Universidad Nacional Autónoma de México, Oscar Madoery expone cómo ha pensado América Latina, qué ha hecho y se viene haciendo en la región en torno a la cuestión del desarrollo. Para afrontar el debate sobre las narrativas predominantes, propone una discusión desde la epistemología del desarrollo y destaca que hay diversos campos de interpretación de la realidad regional.

Oscar expresó que estos trabajos le dieron mucha satisfacción, y que se trata de una síntesis de debates donde se busca presentar los “modos de entendimiento latinoamericano sobre el desarrollo”. Si bien existen varias y diversas formas de interpretar el desarrollo en América Latina, el hecho de pensar en «modos de entendimiento» implica considerar teorías y concepciones. Asimismo, ese abordaje comprende las prácticas y los procesos históricos que han impedido que nuestra región se desarrolle. A partir de esa idea de subdesarrollo es que introduce tres entendimientos, o campos de interpretación. En primer lugar, América Latina entendida como «territorio de atraso o de ausencias»; en segundo lugar, como «territorio de ocultamiento», y en tercero, como «territorio de negación».

Respecto al primer campo de interpretación, expone, tanto en el artículo como en la conferencia citados precedentemente, que la idea de «América Latina como territorio de atraso» parte de una interpretación generalizada de que la región es «inmadura», un territorio de «carencias» respecto de los modelos a los que nos tenemos que parecer. Esa «carencia» radica en una concepción impuesta de aquello que nos falta para ser similares a Occidente. A partir de esta lectura que sugiere que América Latina «tiene que hacer lo que hace el otro», le pedimos que nos explicara los lineamientos básicos de este campo, con sus fortalezas y debilidades:

“La idea de ‘América Latina como territorio de atraso’ es aquella que dice que efectivamente el desarrollo es un camino que algunas sociedades han transitado más rápidamente que otras, y que lo que tiene que hacer la región es incorporar la modernidad de esas sociedades. El concepto que está de fondo es que a Latinoamérica le faltan cosas, es un territorio de ‘carencias’; la consecuencia directa de esto es que para ser un país desarrollado tenemos que transitar el mismo camino que los países que ya lo son. Por lo tanto, necesitamos instituciones modernas, republicanas, saltos cualitativos en la estructura productiva, salir de la producción agraria a una economía industrial entre otras cosas. Y en eso hay muchas experiencias muy ricas, por ejemplo la industrialización sustitutiva de los ‘50 de la CEPAL, que claramente encaja en esta mirada, pero que decía cosas interesantes, como: ‘protejamos nuestras economías, sustituyamos importaciones a partir de la redistribución de recursos primarios en la industria. Las teorías de democracia de los ‘80 también van en este sentido modernizador, y han hecho su aporte. Si el problema de América Latina es que hemos tenido instituciones débiles por las permanentes interrupciones institucionales, debemos hacer un esfuerzo  central en consolidar las instituciones de la democracia. Tenemos una situación donde lo que hoy ocurre en América Latina no tiene la calidad institucional suficiente para consolidar democracias a largo plazo. Estos debates ofrecen contribuciones, pero también presentan limitaciones, porque no rompen con la idea de la convergencia, tarde o temprano el mundo va a converger en sociedades y mercados más o menos homogéneos”.

Si pudiéramos resumir las debilidades que Oscar identifica para esta mirada, podríamos decir que se continúa viendo al desarrollo desde una perspectiva económica. Además, suele analizar la cuestión mediante una lógica de generalización y dar por sentado la existencia de armonía social. Nos queda claro, escuchándolo, que este campo de interpretación considera el conflicto social como una desviación y no como un modo de resolución de tensiones sociales. En ese sentido, se distancia de cierto abordaje politológico que asume que el acuerdo social se termina logrando en algún momento, y no considera la existencia de antagonismos sociales históricos que reaparecen en determinadas coyunturas. La clave para quienes defienden esta mirada es la universalización progresiva de los derechos a través de políticas públicas, aunque no suelen responder adecuadamente qué ocurre cuando las políticas públicas son regresivas.

Para introducir el segundo modo de entendimiento, dice: Plantear a “América Latina como territorio de ocultamiento”, tiene la fuerza justamente en las falencias del primero. “Estas son las posturas que dicen: el problema de América Latina no es que estamos atrasados, el problema es que hemos sido explotados desde el nacimiento mismo de la idea de América Latina, desde la conquista, que hoy ya no llaman el descubrimiento de América Latina sino el encubrimiento, porque lo que hubo fue tapar todo lo que había, ocultarlo y tratar de imponer algo nuevo. El problema de América Latina es todo eso que no nos dijeron, lo oculto. En esta mirada, lo central es sacar a luz eso, los fenómenos de explotación, de eliminación de toda otra creación preexistente en términos de economía regional, de economías comunitarias, de sociedades basadas en otro tipo de valores y de apuestas alternativas a salirse del camino del capitalismo homogeneizante y globalizante. Incluyo aquí a las experiencias revolucionarias, a las experiencias de los socialismos del siglo XXI, a los movimientos liberacionistas, a todo lo que fue la teoría de la dependencia, sobre todo, en un su raíz más anticapitalista. Es decir, hay una riquísima historia latinoamericana que demuestra que hay un entendimiento y una práctica tratando de decir: ‘desarrollarnos para nosotros es liberarnos, es emanciparnos, es tomar decisiones desde nosotros mismos’ y eso implica, no sólo salirnos de las ideas dominantes a nivel global, sino combatir internamente en nuestras sociedades a aquellos sectores, los más concentrados, oligárquicos, en general, que son los que han sostenido internamente esas lógicas de dominación y acumulación”.

De acuerdo con Oscar, el entendimiento del “ocultamiento” cobra fuerza porque cuestiona incluso las miradas de las teorías: “Cuando pensamos en términos de teorías convencionales, suponemos que existen formulaciones basadas en  métodos científicos, en objetivos claros, en antecedentes de investigación, en capacidad de análisis comparativo. Pero este campo incorpora también todos aquellos saberes en resistencia, y esto implicaba considerar que ‘si aquellas formulaciones no alcanzan el status de teoría, no importa’, porque no se trata sólo de un debate a nivel teórico, sino de un debate de proyectos de sociedad, de apuestas hacia dónde va la sociedad qué queremos conseguir en nombre del desarrollo. Ciertamente, estos proyectos amplían el entendimiento, porque aportan una voz propia desde la región; hacen un intento por modificar estructuras económicas y sociales injustas e instituciones controladas por poderes concentrados, y lo hacen basándose no en modelos universales sino desde la propia particularidad latinoamericana. Sin embargo, también es cierto que estas miradas presentan problemas a la hora de encontrar senderos propios hacia el desarrollo, en especial cuando necesitan romper con estructuras económicas extractivistas y cuando intentan evitar condicionamientos de instituciones del sistema internacional”.

A la hora de hablar del tercer “modo de entendimiento”, afirmó que estaba en gran sintonía con el anterior, y que si bien en apariencia es el más nuevo de los tres, en realidad es anterior a la llegada de la conquista. Ya vislumbrando la riqueza que encierra este campo de interpretación, nos apresuramos a preguntarle por sus definiciones, y afirmó: “Yo lo llamo el campo de la negación. ‘América Latina es un territorio de alteridades’, cultura proveniente de los pueblos originarios, pero también es toda esa sabiduría popular, porque en los pueblos latinoamericanos ha habido mestizajes, entonces son los pueblos originarios, pero también son los sectores campesinos, o son los sectores menos favorecidos, que tienen otra impronta que hoy la podríamos sintetizar en la idea del buen vivir”.

Los abordajes sobre «el buen vivir» constituyen una mirada central en el marco de este tercer campo; representan una «voz propia» que transmite la idea de «desarrollos» en plural. Su aporte, en efecto, radica en la idea de opciones de vida que cada pueblo, comunidad y cultura es capaz de expresar, colocando énfasis en la armonía entre comunidad y naturaleza. Cuando le preguntamos acerca de los postulados centrales del “buen vivir”, nos explicó que: “El buen vivir lo que está diciendo es: de ningún modo para nosotros la prioridad es económica, nuestra búsqueda está basada en el respeto a una cultura comunitaria, entonces no entra la idea de la propiedad privada, y mucho menos la propiedad ligada a la tierra, porque es la madre, la Pachamama, entonces nosotros no nos podemos apropiar de algo de donde venimos. Este último campo, en nombre del desarrollo, aboga por el cuidado de la tierra, la armonía entre la comunidad y la naturaleza, y la utilización de los recursos en la medida necesaria y suficiente para reproducir la vida y no el capital. Es otra cosmovisión, otro modo de entender, otro modo de vivir, otra apuesta a la construcción que ha sido absolutamente negada desde la lógica dominante, la lógica de la modernidad; ha sido tratada como barbarie, como inferioridad, pueblos a los que hay que civilizar. Ahí empiezan a aparecer cosas que están guardadas en nuestra memoria. El dilema civilización o barbarie de la historia argentina claramente cobra valor desde esta interpretación,  También en nombre de la civilización se han producido los genocidios, y nuestro país sabe bastante de genocidios”.

Una cosa quedaba clara, los aportes a la materia “desarrollo” desde América Latina son muchos y de variada complejidad, algunos más en sintonía con el mainstream pero con contribuciones igualmente interesantes (como el primer modo de entendimiento); otros, como el segundo, con soluciones más radicales, como la “revolución” en el pasado, o la democracia protagónica en los tiempos más recientes, en aras de cambiar el sistema. Finalmente, los más ligados a los aspectos culturales e intrínsecos de una América Latina que se refugia en los rasgos originarios de nuestra propia tierra.

Lo que explícitamente estaba haciendo Oscar era volver a poner sobre la mesa la discusión sobre desarrollo, pero con su perspectiva, donde cada campo tiene algo para contribuir, aunque con ciertas limitaciones que es necesario profundizar. Al respecto, como anticipamos, comenzó a hablarnos sobre la noción de desarrollo político; fue su manera de responder a nuestra pregunta de si había una manera de abordar el tema superando la falta de convergencia entre los tres campos de entendimiento. Así, aseguró: “¿Por qué digo que es una opción política el desarrollo? Uno tiene que optar por un camino, y defender valores y principios respecto a cómo concibe la sociedad y su desenvolvimiento. No se puede defender fuertemente un horizonte de justicia si no se tocan intereses que contribuyen a generar desigualdades, por eso digo que es político. Cuando uno dice que el desarrollo es político es porque es controversial, es decir, admite más de una respuesta, no todos opinamos lo mismo. Implica una toma de posición, una decisión, afectar relaciones de poder. Es una mirada todavía hoy fuertemente minoritaria, pero que empieza a aparecer, al menos empezamos a escuchar; entablamos un diálogo que me parece que es lo sustantivo, ¿no? Un diálogo que nos permite enriquecer este debate y clarificar posturas”.

Cuando uno dice que el desarrollo es político es porque es controversial, es decir, admite más de una respuesta, no todos opinamos lo mismo. Implica una toma de posición, una decisión, afectar relaciones de poder

A partir de esa reflexión, le comentamos que para nosotros era muy común mirar un país desarrollado y argumentar que tendríamos que imitar lo que hicieron; que, de hecho, las discusiones sobre desarrollo giraban siempre en torno a esa idea. Frente a eso, Oscar, con una pequeña sonrisa, asintió y destacó que a él le gusta pensar en un desarrollo que sea endógeno y no dejarnos llevar tanto por los discursos de afuera, porque es pensar que el desarrollo va a llegar desde alguna parte cuando, al ser un desafío político, implica que debemos hacernos cargo de llevarlo a cabo. “El desarrollo endógeno es de abajo hacia arriba, implica que surge desde las raíces culturales y las bases sociales de una sociedad. El desarrollo exógeno en cambio, es esto último que decía, es creer que desde afuera va a venir el progreso, ‘hay que abrirse al mundo’ porque de ahí viene el desarrollo, la lluvia de inversiones y las mejores ideas. Eso a mi entender es un error político, estratégico e histórico”. Y no estoy diciendo que no haya que integrarse al mundo, sino hacerlo desde una identidad y un proyecto propio, que en América Latina es además el proyecto de la Patria Grande.

A continuación, manifestó que pensar el desarrollo comprende involucrar en la discusión a las distintas instancias institucionales en las que una sociedad se organiza, y que, en ese marco, lo local cobra importancia. De manera sencilla, introdujo un nuevo concepto a su exposición: “El desarrollo local no significa desconocer todo lo que ocurre arriba. Si nosotros tenemos un país federal: nación, provincia, municipio, el desarrollo es un desafío de las tres escalas, es multinivel. Y hubo un error a mi juicio, cierto apresuramiento en algunas posturas del desarrollo local en otras épocas, por ejemplo de los ‘90, cuando los estados nacionales estaban en retirada con privatizaciones y demás, entonces todo parecía que lo íbamos a resolver a nivel local, y eso es imposible. A nivel local tenés que organizar tu territorio, potenciar tus oportunidades para organizar aquellas cosas que a vos te corresponden, pero siempre en una búsqueda por vincular otras escalas de la gestión. Porque hay cosas que competen a otros ámbitos y no se resuelven localmente. Desarrollo territorial me parece que es un concepto un poco más adecuado, porque te permite ver eso. Hay un territorio nacional que tiene responsabilidades indelegables, hay territorios subnacionales que tienen también funciones indelegables y hay territorios locales que tienen funciones indelegables”.

Casi sin pausas, cuando nosotros todavía reflexionábamos acerca de los planteamientos anteriores, comenzó a hablarnos del contexto internacional actual, de los desafíos que implica «ser parte» de un mundo cada vez más globalizado y, por lo tanto, conectado. Entre esos desafíos, de manera clara, habló de las oportunidades de acceso que tenemos unos y otros a ese «mundo» del presente. Le preguntamos cómo analizaba el entorno mundial actual, y se explayó afirmando: «Es cierto que estamos en un escenario global, que nos penetra cada vez más, a los gobiernos, a las instituciones, a las empresas, a las personas. Esto genera nuevas tensiones y nuevos modos de acomodarse, y nuevas tentaciones. Nos vemos tentados a sentirnos parte de algo que nos cautiva, sentirnos ciudadanos del mundo, conocer destinos exóticos, o acceder a crecientes consumos de bienes y servicios. La oportunidad está, la tentación es permanente. Sin embargo, no están resueltos los modos cómo se accede a eso, si todos podemos acceder o no, si todos podemos acceder a lo mismo o cómo una sociedad organiza sus medios, sus recursos para que eso pase a ser posible para el conjunto de la población. Ahí nos entramos a dar cuenta  que estos dispositivos operan como  meras tentaciones individuales, que lo que genera es desestructuración y destrucción de la trama social, porque algunos lo van a lograr, y otros muchos no lo vamos a lograr”.

Luego de una suerte de introducción acerca de los modos de acceso, y las posibilidades reales que tenemos como sociedad, queríamos reflexionar sobre una cuestión central, que abarca el análisis político pero también lo trasciende: la desigualdad social, también ligada al desarrollo. Entonces, le preguntamos cómo se piensa el desarrollo cuando el punto de partida es una sociedad fragmentada con una increíble desigualdad. Su planteo fue el siguiente: “Si la sociedad sólo mira desempeños individuales, y entiende que esos son ejemplos a seguir, y se desentiende de todo lo demás, lo que vamos a generar es lo que está ocurriendo efectivamente en el mundo global y, sobre todo, en las sociedades latinoamericanas, que es una enorme desigualdad social, una  distancia social que crece en muchos países en lugar de achicarse. Sociedades que presentan una  enorme, yo diría obscena desigualdad social, no pueden considerar que estén en vías de desarrollo si su agenda prioritaria no es la justicia social, la integración comunitaria, el cuidado de los otros. Desde los centros de poder internacional y nacional la propuesta es abrirse,  desregular, afectar soberanías, afectar derechos sociales y laborales,  favorecer mecanismos que promueven la especulación, los despojos y los desequilibrios de todo tipo. Y esto se hace en nombre del desarrollo. Resulta inaceptable denominar políticas de desarrollo justamente a todas aquellas iniciativas que cercenan las condiciones de posibilidad del desarrollo.

Resulta inaceptable denominar políticas de desarrollo justamente a todas aquellas iniciativas que cercenan las condiciones de posibilidad del desarrollo

A continuación, Oscar hizo explícita su posición con respecto al rumbo que está tomando la sociedad argentina y planteó una nueva línea de trabajo que está llevando a cabo: “Está claro que la apuesta no es invertir sino especular,  ahí no hay posibilidad de desarrollo porque lo que se busca es la ganancia fácil, la fuga de capitales, las devaluaciones que representan nuevos posicionamientos de los actores más fuertes en los diferentes mercados. Y la verdad es que en el medio se está desintegrando la sociedad, se empiezan a generar cosas que en la mirada de un politólogo o sociólogo son siempre muy preocupantes: ¿qué queda de la idea de sociedad civil en una sociedad donde no todos entramos como ciudadanos, donde la sociedad civil está siendo reemplazada por mundos de pertenencia y por lógicas de autoreproducción de  vida que no se tocan unas con otras? Esto es un tema que venimos trabajando con mi equipo de investigación desde hace un tiempo.”. La pregunta  que nos preocupa es: ¿qué sociedad estamos construyendo y en base a qué ideales? ¿Y cuáles son en la realidad latinoamericana sus posibilidades de transformación. Preguntas que han sido y son parte de las reflexiones de escuelas de pensamiento regional, de epistemologías críticas motivadas por encontrar respuestas propias, de experiencias políticas originales y a la vez tumultuosas. Y que se renuevan en tiempos contemporáneos, cuando se comprueba un deterioro de los lazos sociales, un alejamiento de los individuos respecto del estado de derecho, por medio de múltiples mecanismos: evasión, descompromiso, delito, etc.;  estados nacionales que muestran serias limitaciones para garantizar inclusión y derechos, tanto en la proyección del alcance de sus políticas como en la capacidad de control de sus actos; individuos atrapados o en una excitación de consumo o en la búsqueda por sobrevivir en una cotidianeidad de carencias; dificultades de entendimiento y aceptación de otras necesidades y prioridades

Resulta inspirador ver cómo va entrelazando el concepto de desarrollo con el papel de la sociedad civil en esa búsqueda, una búsqueda que en la Argentina de hoy parece estar penetrada por el corto plazo y por una idea de «desarrollo» muy distinta a la que se pensaba en otras épocas.

Ya había transcurrido más de una hora de entrevista y empezábamos a llegar a su fin. Fue un dialogo ameno, y sobre todo muy interesante, donde Oscar nos había dejado muchas inquietudes sobre las cuales reflexionar. Seguramente, en un próximo encuentro en algún aula o conferencia vamos a poder reanudar esta conversación, con nuevos cuestionamientos y nuevas respuestas.

 

Bibliografía citada:

  • Martínez-Alier, J. (2008). Decrecimiento sostenible – Sustainable degrowth. En Proceedings of the First International Conference on Economic De-Growth for Ecological Sustainability and Social Equity. París, 18-19 April 2008.
  • Schneider, F., Kallis, G., Martinez-Alier, J. (2010). Crisis or opportunity? Economic degrowth for social equity and ecological sustainability. Introduction to this special issue Journal of Cleaner Production, 18, 511-518.

[1] Al hablar de decrecimiento, Oscar está haciendo mención a una corriente emergente de pensamiento, que surge del seno de los movimientos sociales, como consecuencia de los impactos económicos, sociales y ambientales del proceso liberalizador. Martínez-Alier (2008) define al decrecimiento sostenible como un “decrecimiento económico socialmente sostenible”, es decir lo contrapone al desarrollo sostenible. De acuerdo con Schneider et al. (2010), se trata de una reducción equitativa de los niveles de producción y consumo, que permita incrementar el bienestar humano y mejorar las condiciones ecológicas, a escala local y global, en el corto y largo plazo.

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