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Restricción externa y restricción tecnológica: acerca de la necesidad de tener una política científico-tecnológica propia y soberana
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Introducción
Desde las primeras décadas del siglo XX la problemática del desarrollo económico en los países latinoamericanos ha estado en el centro de la discusión tanto académica como política. Los trabajos fundacionales de la CEPAL señalaban que, dada la especificidad de las estructuras productivas latinoamericanas y su interacción con los países desarrollados a través del comercio exterior, la especialización productiva ligada a las ventajas comparativas ricardianas lejos de ser beneficiosa y propagar una convergencia de los países periféricos hacia los céntricos, generaba una tendencia inversa en la cual las brechas tendían a crecer.
A partir de tal evidencia, los debates sobre las causas de tal fenómeno crecieron en diversas direcciones, enfoques y matrices de pensamiento. El presente trabajo aborda el fenómeno del subdesarrollo desde una perspectiva multidimensional que, sobre la base de caracterizar a la estructura productiva argentina como desequilibrada (Diamand, 1972), plantea un enfoque centrado en las diversas restricciones al desarrollo con las que se enfrentan actualmente países como Argentina.
El propio Diamand, al momento de analizar la dinámica del proceso de acumulación de capital en los países subdesarrollados, señala que la heterogeneidad existente entre el sector productor de bienes primarios relativamente al sector industrial genera “cuellos de botella” que imponen determinadas restricciones que se expresan de diversas formas, entre ellas la incapacidad de acceder, generar o manejar tecnologías.
El presente artículo se inscribe dentro del proyecto de investigación “Las nuevas lógicas de producción de conocimiento y su apropiación social. Estudio de experiencias en cinco nuevas universidades del conurbano bonaerense”, radicado en la Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ) y se centra en el análisis de la dimensión asociada al atraso tecnológico de las formaciones económicas latinoamericanas y su expresión en la restricción tecnológica como uno de los condicionantes al tránsito de un sendero de desarrollo económico articulado y sustentable.
Más allá de problemas estructurales propios de la dinámica de funcionamiento de las economías subdesarrolladas, las estrategias de acceso a un estadio superior de desarrollo económico en la actualidad requieren además contemplar las transformaciones que ha sufrido el modo de producción capitalista en los últimos cincuenta años. En particular, el proceso de deslocalización productiva y transnacionalización de las economías ha generado el fenómeno de las cadenas globales de valor, en donde la especialización productiva adquiere una nueva dimensión principalmente asociada a la inserción específica en diversos eslabones (más o menos críticos) de una cadena.
En este sentido, el planteo acerca de la necesidad de la elaboración de una política científico-tecnológica propia y soberana que responda a los nuevos desafíos del capitalismo mundial conjuntamente con las necesidades propias del país, representa uno de los ejes centrales de acción al momento de delinear estrategias de políticas públicas tendientes a la planificación del desarrollo socio-económico. De allí la necesidad de debatir lineamientos respecto a los ejes que deberían considerarse para el diseño y diagramación de una política científico-tecnológica nacional.
En el primer apartado se presenta esquemáticamente el concepto de estructura productiva desequilibrada de Diamand y sus implicancias en la dinámica sectorial y el tipo de inserción en el comercio internacional, que deviene en el concepto de restricción externa. En el segundo apartado, sobre la anterior determinación, se avanza en la especificidad del atraso tecnológico en economías como la Argentina y empíricamente cómo el mismo se expresa en el crecimiento económico de los países. En particular se intenta caracterizar el aporte de la inversión en I+D en los procesos de crecimiento económico recientes en países seleccionados. Por último, el tercer apartado avanza en proponer algunos mínimos lineamientos generales para el diseño de una política científico-tecnológica que aporte al desarrollo nacional.
- Diamand y la restricción externa como manifestación específica de las estructuras productivas desequilibradas (EPD)
Al tiempo de iniciados los procesos de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) en la mayoría de los países latinoamericanos comenzaron a manifestarse problemas en su sostenibilidad. Aún en estado embrionario de desarrollo, las actividades industriales de dichos países se enfrentaron al problema de su escasa competitividad frente a los mismos productos elaborados en el exterior, especialmente en relación a países con desarrollo industrial previo. Esto puede entenderse como una consecuencia directa del tipo de inserción en la división internacional del trabajo generada en la etapa inicial del capitalismo industrial, donde la mayoría de los países latinoamericanos se especializaron en la producción de mercancías agropecuarias donde se tenía ventajas comparativas (estáticas) a nivel internacional.
Este hecho generó al interior de las formaciones económicas un desequilibrio entre los niveles de productividad del trabajo del sector agropecuario respecto a los incipientes sectores industriales. Adicionalmente, dado que las estructuras productivas a inicios de la ISI tenían severos “casilleros vacíos” se generó una fuerte dependencia de los insumos externos para la manufactura del producto industrial final (Fajnzylver, 1983). Esta situación, sumada al incremento de la demanda de bienes y servicios importados derivada de la prosperidad de la clase trabajadora que genera el crecimiento industrial, generó una dinámica con recurrentes crisis de balanza comercial, donde para sostener los procesos de crecimiento y generación de empleo, se requerían exponencialmente una cantidad de divisas que en términos totales eran insuficientes para financiar el proceso de industrialización. A su vez, visto el problema en términos sectoriales, se generan continuos conflictos en torno a la distribución de la riqueza entre el sector agropecuario respecto al sector industrial (necesidad de extraer recursos del agro para desarrollar la industria).
Para dar cuenta de este problema la literatura especializada en los procesos de desarrollo latinoamericanos reelaboraron varios de supuestos y posiciones iniciales. De los escritos fundacionales de la CEPAL que hacían foco en el problema de centro-periferia (Prebisch, 1949), se pasó a desarrollos conceptuales centrados en la teoría de la dependencia (Cardoso y Faletto, 1969), el intercambio desigual (Marini, 1991)) y visiones sociológico-institucionales que ponían el acento en la conformación de la estructura social y sus comportamientos y en las debilidades por parte del Estado para conducir el proceso de desarrollo de una forma equilibrada (Bielschowsky, 1998).
Otra de las respuestas brindadas partió del ingeniero argentino Marcelo Diamand que elaboró el concepto de Estructura Productiva Desequilibrada (EPD) que explica las crisis de acumulación de capital en economías como la argentina, a partir de la restricción proveniente de recurrentes “cuellos de botella” en el sector externo. La pregunta central a responder en este diagnóstico es cómo se vincula la dinámica de la estructura productiva argentina con los conceptos de EPD y las crisis generadas por la mencionada restricción externa.
Debe notarse que el concepto de EPD de Diamand, si bien es extensible y posee ciertos rasgos comunes con el desarrollo socio-económico experimentado por varios países latinoamericanos desde la década del `30, tiene por objeto dar cuenta del proceso que experimentó la economía argentina a partir de la década del `40 donde se pasa de un modelo especializado en la producción de mercancías agropecuarias, hacia uno diversificado cuyo centro es el fomento de la producción industrial a partir de la sustitución de importaciones.
En su situación inicial, quienes comandaron el desarrollo económico del país priorizaron la especialización productiva con una inserción internacional centrada en la producción de mercancías que portan renta (bienes agropecuarios), respecto a la promoción y diversificación de la estructura productiva hacia actividades que comienzan relativamente rezagadas respecto al sector agropecuario. Esto resultó ser el origen de una dinámica de desequilibrio estructural en torno al proceso de acumulación de capital específicamente argentino.
Desde la perspectiva de Diamand, esta desarticulación al interior de la estructura productiva, dada la inserción de Argentina en el marco de la división internacional del trabajo, tiene su manifestación a través de una restricción en la cuenta corriente externa que se muestra como incapaz de generar la cantidad suficiente de divisas que permita un desarrollo articulado tendiente a la convergencia de ambos sectores (industria y agro):
“…el nudo central del problema externo reside en las discrepancias entre las necesidades de crecientes divisas del sector industrial y la capacidad generadora de divisas por parte del sector primario, cuyo crecimiento, aún en la mejor de las hipótesis, nunca puede igualarse al del sector industrial […] nos ocuparemos de la carencia de las exportaciones industriales, responsable principal de la discrepancia entre la generación de divisas y el crecimiento…” (Diamand, 1972; p. 8)
De esta manera el autor asocia la escasez de divisas a la dinámica de interrelación sectorial y la incapacidad de exportar productos industriales (factor principal que explica los “cuellos de botella” y desencadenante de los fenómenos de inflación y recesión económica). El escaso desarrollo del sector industrial pasa a ser central en la problemática de las economías en proceso de diversificación.
Acto seguido Diamand marca la diferencia del desarrollo industrial en los países con estructuras productivas equilibradas (EPE, en adelante), respecto a los países con EPD. El grado de desarrollo del sector industrial en los primero países (EPE) tiene una correlación con el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, de manera que los precios expresados en horas-hombre (sic) tienen una relación inversa al nivel de productividad del trabajo en dicho sector y el nivel de precios interno de cada país, siendo este hecho el principal determinante de las diferencias del nivel de vida entre los países[1].
No obstante, Diamand postula que el mecanismo (liberal) que refleja las diferencias productivas entre los países a través de las variaciones del tipo de cambio no se cumple al referirnos a la Argentina. Esto ocurre debido al distinto grado de productividad existente entre los productos agropecuarios respecto a los industriales, y a la imposibilidad del tipo de cambio de reflejar la situación productiva de ambos sectores a la vez. De esta manera, la incapacidad de exportación del sector industrial no estaría asociada a su ineficiencia intrínseca (o baja productividad respecto al sector industrial de otros países), sino más bien a su ineficiencia relativa al sector que posee ventajas comparativas de inserción en el comercio internacional (el sector agropecuario):
“…la sobreelevación de los precios industriales argentinos sobre el nivel internacional no se debe a una productividad industrial particularmente baja -la productividad de cada país es como es y resulta un fiel reflejo del grado de desarrollo alcanzado -, sino que se debe a la menor productividad relativa de la industria argentina frente al agro argentino…” (Diamand, 1972; p. 9).
Esta situación implica una doble determinación sobre el precio de los bienes industriales que imposibilita el desarrollo del sector y, a la vez, su capacidad de exportación. Por un lado, la baja productividad de la industria en relación al sector agropecuario y, por otra parte, el hecho de que el tipo de cambio se establezca en un nivel acorde al sector de mayor productividad, hace que los precios en dólares de las mercancías industriales se encarezcan (respecto a idénticas mercancías producidas en otros países).
El problema estructural situado en la dinámica misma del proceso de acumulación de capital en Argentina tiene su manifestación directa en la dinámica del sector externo:
“…el principal problema que enfrentan las estructuras productivas desequilibradas en su desarrollo es la tendencia a las recurrentes crisis del sector externo. La industrialización implica una creciente necesidad de productos intermedios, materias primas y bienes de capital de origen importado, O sea, lleva también a una necesidad cada vez mayor de divisas para sostener el crecimiento operado…” (Diamand, 1983; p. 10)
Así es que, a partir de los “cuellos de botella” en la generación de divisas que imposibilitan la expansión del sector del industrial y el consecuente déficit de balanza de pagos, es que se desatan diversos efectos sobre la dinámica interna de la actividad económica.
La primera de las consecuencias del déficit en la balanza de pagos (sin apelar al endeudamiento externo) es la devaluación de la moneda que, lejos de generar un equilibrio de las cuentas externas vía incremento de las exportaciones, efectúa el ajuste por medio de la caída de las importaciones.
En ausencia de diversos controles o medidas de políticas económicas compensatorias, las devaluaciones generan el incremento del precio en moneda local tanto de las importaciones como de los bienes exportables. Sobre esta situación operan diversos efectos diferenciados y, al mismo tiempo, complementarios entre sí.
Por un lado, el incremento del precio interno de los bienes exportables, al ser integrantes directos de la canasta de bienes del grueso de la población, implica una caída en el salario real promedio. Esto, a su vez, se refleja en una caída de la demanda de los bienes manufacturados (que no se exportan) y, en consecuencia, una caída de la actividad económica e incremento del desempleo.
Por otro lado, con el incremento del precio en moneda local de las importaciones del sector industrial al mismo tiempo que la reducción de las ventas de dicho sector, se produce un efecto de inflación cambiaria que, lejos de las explicaciones tradicionales de corte marginalista asociadas a excesos de demanda, se contextualiza en un entorno de recesión económica y pérdida de poder adquisitivo.
Por último, el incremento del nivel de precios, conjuntamente con la recesión económica tiene un efecto sobre el sector público que tiende a incrementar el déficit fiscal a través de una caída de los ingresos tributarios, al mismo tiempo que una pérdida en el valor de los mismos.
En definitiva Diamand nos muestra que, dada la propia especificidad de la conformación de la estructura productiva argentina, donde coexisten sectores de alta productividad del trabajo a nivel internacional con sectores de relativo atraso en términos productivos, el proceso de acumulación de capital no se reproduce de manera armónica y equilibrada. Sino más bien ocurre lo inverso: la propia dinámica de interrelación sectorial lleva a que los mecanismos y medidas de política económica que tienden a estabilizar y a equilibrar los procesos en las EPE, trasladados automática y acríticamente a nuestros países, tienden a acentuar los desequilibrios y generar “cuellos de botella” que ponen un límite al proceso de acumulación de capital y promueven las crisis económicas en las EPD.
La solución que propone Diamand para evitar estos “cuellos de botella” en el marco del proceso de acumulación de capital en Argentina es el reconocimiento de las diferentes condiciones al interior de la estructura productiva, dar cuenta de las restricciones que esto genera y proponer políticas soberanas tendientes a superarlas.
- De la restricción externa a la restricción tecnológica. Una manifestación específica del atraso tecnológico
De los desarrollos de Diamand, además de una caracterización de la dinámica de la economía argentina, también surge una definición sobre el parámetro de nivel de desarrollo de las naciones:
“…A diferencia de la productividad del sector primario, la productividad industrial no depende de las condiciones naturales más o menos favorables sino que es una función del grado de desarrollo de un país. La primera condición de una elevada productividad industrial es un alto nivel de capitalización de la industria en sí y del contexto dentro del cual opera. La segunda condición es el dominio de la tecnología, que se consigue por vía de “aprender haciendo”, a través de la producción de los bienes que incorporan la tecnología en cuestión…” (Diamand, 1985; p. 4-5).
A partir de afirmaciones como esta comenzaron a realizarse diversas teorizaciones, conceptualizaciones y diagnósticos que asociaron los problemas del nivel de desarrollo socio-económico de un país, con el nivel de productividad del trabajo y esté último, a su vez, con el nivel de desarrollo y estadio de la matriz tecnológica con la que opera el sector industrial. Una de las características centrales de la dinámica de las EPD son los heterogéneos senderos tecnológicos con que funcionan los sectores con capacidad de competencia e inserción internacional, respecto a aquellos sectores que relativamente operan con tecnologías más rezagadas y, por lo tanto, menores niveles de productividad del trabajo[2].
…la instauración del neoliberalismo a escala mundial representó la forma articulada bajo la cual los Estados latinoamericanos cambiaron de un paradigma de necesidad de implementación de políticas activas que planifiquen el desarrollo, hacia uno de retiro de su influencia en la dimensión socio-económica…
A partir de la década del setenta y más marcadamente durante los ochenta, la relación entre desarrollo económico, desarrollo tecnológico y planificación de políticas científico-tecnológicas por parte del Estado sufre una transformación producto de la modificación de la forma de acumulación de capital a escala mundial. En efecto, la instauración del neoliberalismo a escala mundial representó la forma articulada bajo la cual los Estados latinoamericanos cambiaron de un paradigma de necesidad de implementación de políticas activas que planifiquen el desarrollo, hacia uno de retiro de su influencia en la dimensión socio-económica que derivó, a su vez, en un proceso de endeudamiento, desindustrialización, reprimarización y financiarización que, en última instancia, redundó en una mayor fragmentación y desarticulación del aparato productivo.
El nuevo esquema de deslocalización de la producción y, al mismo tiempo, reestructuración de la división social y técnica del trabajo trajo consigo los desarrollos teóricos asociados al concepto de cadenas globales de valor (CGV). La perspectiva de CGV intenta dar cuenta de la complejidad de procesos de acumulación de capital a escala global y el modo de inserción de cada país en dichos eslabones (Gereffi, G., Humphrey, J., Kaplinsky, R., & Sturgeon, T. J; 2001).
En este contexto los países mayormente desarrollados se insertaron en los eslabones de generación de mayor valor agregado a partir de una lógica de incremento del grado de “privatización del conocimiento”, traduciendo de esta manera supremacía científico-tecnológica en un deliberado liderazgo en materia económica. En términos de política pública los hitos de esta nueva de acumulación de capital se instrumentaron a partir de la Ley de Transferencia de Tecnología de Stevenson-Wydler y la Enmienda Bayh-Doyle ambas de 1980 y apuntaron a facilitar la vinculación academia-industria, además de incentivar a las universidades y centros de investigación a percibir derechos de propiedad intelectual por trabajos realizados con fondos públicos (Hurtado y Souza, 2018).
…a la situación estructural de la restricción externa, endeudamiento y dependencia financiera se añadió un elemento de dependencia vinculado al monopolio del uso de tecnologías patentadas en los grandes centros productivos.
Por tanto, a la situación estructural de la restricción externa, endeudamiento y dependencia financiera se añadió un elemento de dependencia vinculado al monopolio del uso de tecnologías patentadas en los grandes centros productivos. Esta situación lejos de generar la promulgada convergencia por la teoría neoclásica, produjo un fenómeno de diferenciación traducido en materia de la riqueza generada, el nivel de industrialización y la posibilidad de incrementar los esfuerzos en I+D por parte de los Estados[3].
Este enfoque ya era anticipado por uno de los teóricos de la Escuela de Pensamiento Latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Desarrollo, quien explicaba que:
“…el carácter más saliente de la nueva forma de dependencia es que, para mantenerla, las grandes potencias no necesitan ya prácticamente del sistema directo de dominación político-militar que constituyó el rasgo más visible del imperialismo del siglo pasado. El nuevo instrumento de dominación, más sutil pero no menos efectivo, es la superioridad científica y tecnológica de los países desarrollados. Esta superioridad está generando una nueva forma de división internacional del trabajo, en la cual las grandes potencias tienen virtualmente el monopolio de las técnicas y procesos de producción…” (Herrera, 1970; p. 13)
A fin de ilustrar mínimamente y de forma muy general la vinculación comentada entre producción y esfuerzo tecnológico nacional, se presentan a continuación una serie de datos empíricos que bosquejan la relación entre la generación de riqueza, la inversión en ciencia y tecnología y el aporte de cada uno de sus subsistemas a los procesos de crecimiento económico en una serie de países seleccionados considerando sus distintos niveles y estadios de desarrollo.
Para ello se han seleccionado economías de alto nivel de ingreso y maduras en términos de desarrollo de tecnologías (Estados Unidos, Alemania y Japón); dos de los países conocidos como los “tigres asiáticos” que generalmente se mencionan como paradigmáticos en los procesos de desarrollo recientes (Corea del Sur y Singapur); dos países de economías emergentes agrupados bajo la categoría de BRICS (China y Brasil) y, por último, nuestro país (Argentina).
Gráfico 1. Evolución del PBI 1996-2016. Países seleccionados. En mil. de U$D constantes, 2010.
Fuente: Elaboración propia en base a World Bank national accounts data, and OECD National Accounts data files. Datos tomados de www.indexmundi.com
A pesar de la fuerte crisis de carácter mundial acontecida en los años 2008/2009 que tuvo como epicentro la economía de Estados Unidos, es de notar que este país continúa siendo la principal economía del mundo. Sólo el “fenómeno chino” ha generado una tendencia a la convergencia en términos de la riqueza generada a nivel mundial. Por su parte, con tendencias al estancamiento en la serie de largo plazo, vemos que en tercer lugar se encuentra Japón, en cuarto término Alemania y, en quinto lugar, Brasil (Gráfico 1).
Más allá del nivel de producto, el Gráfico 1 muestra los países que en los últimos 20 años tuvieron fuertes procesos de crecimiento (China, Singapur y Corea del Sur) y que, a su vez, se correlaciona directamente con el proceso de inversión en I+D que muestra el Gráfico 2.
Gráfico 2. Crecimiento del PBI e I+D (1996-2016). En %.
Fuente: Elaboración propia en base a datos de los gráficos 1 y 3
Tomado el periodo 1996-2016 entre puntas, se observa que fueron las economías de reciente desarrollo las que más crecieron (China, Singapur y Corea del Sur). En el otro extremo puede observarse que relativamente las economías que menos crecieron fueron las desarrolladas (Japón, Alemania y Estados Unidos). Considerando América Latina, Brasil y Argentina tuvieron un crecimiento similar. Este tipo de agrupamiento se replica también al analizar el crecimiento en el esfuerzo realizado en materia de ampliar las capacidades del sistema científico tecnológico (I+D).
Mientras que los países de desarrollo reciente fueron los que más esfuerzos realizaron en materia de incremento del porcentaje destinado a I+D respecto al PBI, las economías de desarrollo maduro fueron las que menos crecimiento tuvieron en dicho rubro, aunque debe tenerse en cuenta que ya tienen el nivel más alto de inversión en I+D desde hace varios años (Gráfico 3).
Gráfico 3. Inversión en I+D como % del PBI (1996-2016). Países seleccionados
Fuente: Elaboración propia en base a United Nations Educational, Scientific, and Cultural Organization (UNESCO) Institute for Statistics. Datos tomados de www.indexmundi.com
En este sentido, es importante marcar el efecto del desarrollo de capacidades ya acumuladas y consolidadas en materia del sistema científico-tecnológico que genera economías de escala. A la inversa, a la luz del proceso concreto experimentado por los países de desarrollo reciente, la conformación de un sistema científico propio e integrado al proceso de desarrollo económico requiere justamente esfuerzos más que proporcionales en materia de financiamiento y recursos para su consolidación.
Cuadro 1. Tasa anual acumulativa del PBI, del % de I+D por países y relación entre crecimiento del PBI y crecimiento del % de i+d.
Fuente: Elaboración propia en base a datos de los gráficos 1, 2 y 3
Finalmente, considerado el crecimiento entre puntas expuesto en el gráfico 2, hemos vinculado la tasa de crecimiento anual acumulativa del PBI, con la del esfuerzo realizado en I+D en cada uno de los países. Como es de esperar el crecimiento anual promedio de los países de desarrollo reciente supera ampliamente el de las economías ya maduras. Tendencia que, como hemos señalado, se replica al analizar el esfuerzo en materia del crecimiento en inversión de I+D. Sin embargo, al poner en relación ambas tasas de crecimiento quedan en evidencia algunas situaciones en materia de planificación del desarrollo, su vinculación con la consolidación y conformación del sistema científico y el aporte de dicho subsistema al sostenimiento de los procesos de crecimiento económico.
…a la luz del proceso concreto experimentado por los países de desarrollo reciente, la conformación de un sistema científico propio e integrado al proceso de desarrollo económico requiere justamente esfuerzos más que proporcionales en materia de financiamiento y recursos para su consolidación.
En primera instancia, se distingue en las economías seleccionadas – tanto en las de desarrollo reciente como las aún no desarrolladas- que el incremento del esfuerzo en materia del gasto en I+D tiene un efecto multiplicador positivo más que proporcional. Por tomar dos casos, en China para el periodo 1996-2016, por cada punto adicional en el incremento del esfuerzo en I+D, se registró un incremento de aproximadamente el 40% en la tasa de crecimiento del PBI. El mismo razonamiento puede aplicarse por ejemplo a Singapur, en donde el incremento en el esfuerzo de un punto en I+D redundó casi en un incremento en igual magnitud en la tasa de crecimiento del PBI.
En el otro extremo, se observa cómo en las economías desarrolladas el vínculo entre las tasas de crecimiento, si bien no redunda en un efecto multiplicador directo entre el esfuerzo en I+D y el crecimiento del PBI, la primera se transforma en condición necesaria para poder seguir creciendo en términos económicos. De esta manera, aplicando el razonamiento inverso, podríamos arriesgar que por ejemplo Japón, para mantener una tasa de crecimiento promedio anual del PBI del orden del 1,44%, debe incrementar la inversión en las capacidades del sistema científico anual en el orden del 1,55%.
Un caso especial se registra con Estados Unidos, donde por ser la principal economía del mundo y, al mismo tiempo, estar fuertemente especializada en la producción de bienes con alto contenido tecnológico o, directamente, la producción de las tecnologías mismas, presenta una correlación positiva muy marcada entre el crecimiento del esfuerzo en I+D y el crecimiento mismo del PBI.
Por último, es notable la correlación mencionada para la economía de nuestro país. En efecto, puede observarse que el efecto multiplicador es sensiblemente positivo y, de esa manera, justifica la realización de los esfuerzos en materia de I+D como una de las posibles políticas que promueven el crecimiento económico de manera sustentable a través del tiempo. La cuestión adicional son los beneficios más allá del puro crecimiento económico que permite la inversión en I+D.
- La necesidad de una política científico-tecnológica propia y soberana que contribuya a la planificación del desarrollo
En el apartado anterior hemos delineado en términos muy generales la especificidad del atraso tecnológico en la economías subdesarrolladas y presentado en términos empíricos algunos hechos vinculados a la relación entre crecimiento económico e incremento del esfuerzo de las capacidades de I+D en los países conforme el grado de desarrollo de la economía en cuestión.
Algunas de las conclusiones más salientes redundan en señalar el significativo aporte que tuvo el incremento del esfuerzo en I+D en el crecimiento económico experimentado por los países de reciente desarrollo y, en particular, la correlación positiva existente para el proceso concreto de nuestro país.
…en la actualidad, a la hora de emprender los desafíos en materia de una política soberana de desarrollo socio-económico, a las comúnmente nombradas restricciones externa y financiera, también debemos incluir la dimensión de la restricción tecnológica
Es necesario ahora adentrarnos en los aspectos cualitativos vinculados al atraso tecnológico por parte de las economías subdesarrolladas, su manifestación en la mencionada restricción tecnológica y, por lo tanto, la necesidad de delinear una política científico-tecnológica propia y soberana, capaz de dar respuestas a las necesidades del desarrollo en nuestro país.
Tal como hemos mencionado, en la actualidad, a la hora de emprender los desafíos en materia de una política soberana de desarrollo socio-económico, a las comúnmente nombradas restricciones externa y financiera, también debemos incluir la dimensión de la restricción tecnológica. La misma tiende a ampliar las brechas entre los países y a reforzar los mecanismos de dependencia y asimetrías tanto en la producción de tecnologías por parte de los países, como en su uso y aplicación.
A su vez, en el marco de un proceso de industrialización trunco y mediado por experiencias neoliberales, la restricción tecnológica no implica estrictamente el no acceso a determinadas tecnologías, sino más bien la incapacidad de producción de las mismas por parte de los países subdesarrollados, o bien su incorporación de una manera desconectada de las necesidades propias asociadas a la generación de un sendero planificado de desarrollo.
En efecto, la incorporación de tecnologías en el marco de una estructura productiva desequilibrada y transnacionalizada redunda en la utilización de las mismas de una forma desconectada de la dinámica general de la economía. Algunos pocos sectores, principalmente los vinculados a la producción de bienes primarios o commodities de origen industrial, con fuerte participación de capitales extranjeros, compran “paquetes tecnológicos” a sus casas matrices y la incorporan a sus procesos productivos pero, dado que los mismos no se encuentran articulados al proceso de acumulación de capital general, la fragmentación tecnológica replica la fragmentación sectorial y la incorporación de la tecnología se realiza sin posibilidad que se generen vinculaciones con el entramado productivo local, ni ningún tipo de escalamiento tecnológico articulado con los intereses soberanos del país en cuestión. De esta manera, no sólo se genera una dependencia tecnológica que insume divisas, lo cual refuerza la estructural restricción externa, sino que además con la importación de tecnologías de manera fragmentada se bloquea la posibilidad de desarrollo de un propio sistema científico nacional.
La restricción tecnológica representa así un aspecto o dimensión más dentro del estadio general de subdesarrollo de los países periféricos. No debemos buscar en ella una determinada causalidad u orden de prelación, sino más bien, tal como hemos intentado señalar, un aspecto más en el cual se manifiesta una totalidad articulada caracterizada por un tipo específico de dinámica que tiende hacia la generación de “cuellos de botella” en el proceso de acumulación de capital. En este sentido, es necesario recordar las palabras de Herrera (1970) al respecto:
“…la revolución científica y tecnológica ha sido siempre una consecuencia y no la causa de las profundas transformaciones estructurales que genera el proceso de desarrollo, aunque luego contribuya en forma decisiva a acelerar esos cambios. La capacidad de una sociedad para incorporar la ciencia y la tecnología como uno de sus factores dinámicos para su progreso depende de las condiciones políticas, económicas y sociales que la ciencia misma no puede crear…” (Herrera, 1970; p. 61).
…la superación al estadio de subdesarrollo no es consecuencia exclusiva del diseño de una política científico-tecnológica, sino antes bien uno de los componentes de un programa integral de política de planificación del desarrollo que entre sus elementos centrales debe contemplar las nuevas especificidades del capitalismo global…
Por lo tanto, la superación al estadio de subdesarrollo no es consecuencia exclusiva del diseño de una política científico-tecnológica, sino antes bien uno de los componentes de un programa integral de política de planificación del desarrollo que entre sus elementos centrales debe contemplar las nuevas especificidades del capitalismo global, centrado principalmente en los procesos de internacionalización y fragmentación de los procesos productivos a través de las cadenas globales de valor CGV (Gereffi et al.; 2001).
En este nuevo escenario, deben considerarse diversas estrategias de inserción productiva en eslabones o fragmentos de dichas CGV contemplando variables y sectores que resulten tendientes a la generación de valor agregado y alto contenido tecnológico. No obstante, dichos objetivos y metas también deben contemplar la heterogeneidad socio-productiva como punto de partida. En otros términos, tal como fuera expresado por Amílcar Herrera, la incorporación de la tecnología depende de los factores y condicionantes políticos delineados en el plan general, que obviamente contiene además de metas productivas, metas sociales, culturales y de inclusión social.
- Breves reflexiones finales
A lo largo del artículo se buscó referenciar algunas de las aristas que grafican la importancia de la inversión en ciencia y tecnología para los procesos de crecimiento y desarrollo de las naciones y, en particular, los países de América Latina. Con este objetivo no solo se muestran algunos datos empíricos, sino que se discuten ideas clásicas de teóricos argentinos y de otros países de Latinoamérica en torno a la temática. El concepto central sigue siendo el mismo hoy que hace cuarenta o cincuenta años: la restricción para el desarrollo nacional que implica la falta de un proyecto propio (nacional, latinoamericano y popular) de desarrollo científico y tecnológico.
Claro que no es el lugar ni somos quiénes para elaborar líneas de un proyecto con tal envergadura. No obstante, creemos importante recordar algunas ideas existentes en los teóricos de la Escuela Latinoamericana de Ciencia, Tecnología y Desarrollo, quienes durante décadas pensaron esta relación y nos legaron sus propuestas cuyo objetivo central siempre fue lograr la autonomía nacional y regional en materia tecnológica.
Si bien es evidente que el paso de los años y el cambio de la economía mundial no permiten aplicar directamente estas ideas, deben servir como hoja de ruta para establecer lineamientos que potencien y desarrollen las capacidades científico-tecnológicas de nuestro país. Repensar las políticas públicas desde el triángulo de Sábato, creando y fortaleciendo la vinculación entre Estado, sectores productivos y conocimiento no ha dejado de ser la clave para (re)insertar la ciencia y la tecnología en el proceso de desarrollo de América Latina.
Repensar las políticas públicas desde el triángulo de Sábato, creando y fortaleciendo la vinculación entre Estado, sectores productivos y conocimiento no ha dejado de ser la clave para (re)insertar la ciencia y la tecnología en el proceso de desarrollo de América Latina.
Aunque en nuestro contexto económico y geopolítico ya no alcance solamente con crear capacidades para generar y adaptar tecnologías y tener autonomía decisional en materia científica. Seguramente, como forma de superar nuevos obstáculos al desarrollo, haya que sumar, entre otras cuestiones, un plan estratégico nacional donde se plantee la inserción en eslabones críticos de las cadenas globales de valor conforme determinados objetivos nacionales y/o regionales que tiendan a generar instancias que amplíen la escala e incluso fomenten una fábrica regional de valor autónoma. Estas últimas discusiones se encuentran abiertas y no pueden obviarse, pero entendemos que tampoco deben darse sin tomar en cuenta lo que ya nos enseñaron nuestros teóricos clásicos latinoamericanos.
Bibliografía
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- Diamand, M (1972) La estructura productiva desequilibrada Argentina y el tipo de cambio. Revista Desarrollo Económico. Vol. 12, N°45. Buenos Aires.
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- Herrera, A. (1970) Ciencia y Política en América Latina. Editorial Siglo XXI México
[1] “…sin embargo, los precios industriales, aunque distintos desde el punto de vista del poder adquisitivo interno, cuando se expresan en dólares, resultan aproximadamente iguales. Este se debe a que aunque la productividad determina el nivel de vida, no determina los precios internacionales. Estos no dependen de la productividad, sino de la relación entre los costos internos de un producto y el tipo de cambio. En cada uno de los países tomados como ejemplo el tipo de cambio se sitúa precisamente en un nivel necesario para que el precio de los productos industriales al traducirse en dólares se iguale al precio internacional. Gracias a este mecanismo de ajuste puede funcionar el comercio internacional y pueden intercambiar sus productos países de tan diferentes productividades…” (Diamand, 1972; p. 9).
[2]“…la composición orgánica (del capital) va asociada generalmente a tecnologías específicas así como a tamaños de planta determinados desde la partida como un requerimiento ineludible. Los tamaños de planta condicionan la magnitud de los capitales constantes y variables invertidos, luego, suponen un grado de concentración del capital y requieren determinadas magnitudes de mano de obra. Las tecnologías, a su vez, formas de organización del trabajo productivo, grados y niveles de especialización, relaciones específicas con el producto y con los otros individuos comprometidos en le proceso productivo…” (Labarca, 1979; p. 77).
[3] “…esto a condición que no se pierda de vista la dependencia que la tecnología sufre con respecto a la dinámica del proceso de acumulación. No es irrelevante llamar la atención hacia esa dependencia porque muchos análisis e investigaciones, sociológicas o históricas, la dejan de lado haciendo aparecer la opción tecnológica como una pura decisión voluntarista y no como, de hecho es, una imposición técnica o económica…” (Labarca, 1980; p. 22).