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La industria, a pesar de las PASO: desafíos para el entramado productivo argentino.
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El origen de esta entrevista, así como el armado del nuevo número de Tramas, se origina en un contexto muy particular. No sólo por la complejidad que los procesos electorales suponen para la vida social y política per se, sino además porque, en este caso, los resultados de la primer contienda electoral están sobre la mesa. Las elecciones primarias ya son un hecho y las repercusiones no se hicieron esperar. El panorama político, económico y social está convulsionado. La polarización dominante y las posibilidades de un nuevo cambio de paradigma político en la Argentina mantiene en vilo a gran parte de la sociedad y todas las miradas están puestas en lo que pase en las próxima semanas.
Sin embargo, desde la revista intentamos pensar más allá de lo coyuntural.
Cuando decidimos convocar a Martín para realizar esta entrevista, lo hicimos en el convencimiento de que es un buen momento para repensar el entramado industrial argentino y su impacto económico y social en Argentina. Su experiencia y conocimientos nos brindarán una mirada de profundo análisis y reflexión para comenzar este debate, no como un simple revisionismo histórico, sino como herramienta para moldear una estrategia de desarrollo, más inclusivo y con miras al futuro.
Aunque el cometido parezca a todas luces una epopeya para este equipo editorial, comenzar este proceso con Martín Schorr nos garantiza una base sólida para continuar el camino. Con la claridad y el estilo coloquial y didáctico que lo caracteriza logró, en largos minutos de charla, esquematizar concisamente el entramado industrial argentino, para luego esbozar los principales lineamientos que, a su criterio, se deben tener en cuenta para pensar en la industria argentina del futuro.
Para ello, Martín Schorr cuenta con un sólido respaldo, claro está. Es Doctor en Ciencias Sociales por la FLACSO, Magíster en Sociología Económica por la UNSAM y Licenciado en Sociología por la UBA. Actualmente es Investigador del CONICET y de IDAES/UNSAM. Es docente de grado de la UBA y de posgrado en UNSAM y FLACSO, así como en numerosos centros de estudio a lo largo del país. Es autor de varios libros y publicaciones científicas donde se destacan sus conocimientos sobre la evolución del sector industrial argentino en las últimas décadas y las restricciones al desarrollo económico y el rol de las clases dominantes en la Argentina contemporánea.
Al tratarse de un docente habitual de la Escuela, con el que hemos trabajado en diversas ocasiones, el contacto previo resultó ameno y con plena disposición. Decidimos realizar la entrevista una vez entrada la siesta para poder charlar sin los apremios del horario laboral. Efectivamente, el resultado fue el que buscábamos. La charla fluyó sin inconvenientes ni formalismos. La claridad y simpleza para exponer argumentos que destaca a Martín atravesó la entrevista de punta a punta.
Para comenzar, indagué sobre su visión del estado actual del entramado industrial en el país, en un intento de posicionarnos temporalmente y establecer un punto de partida para el proceso de reconversión. Luego de plantear esta intención al iniciar la charla, le pregunté: ¿Cómo se encuentra en la actualidad el tejido industrial argentino en general? ¿Cómo reaccionó a la política industrial de la última gestión de gobierno y en qué condiciones se encuentra hoy para encarar un proceso de transformación?
Casi intuyendo la idea que había estructurado en mi cabeza, Martín ensayó una respuesta concreta pero integral sobre la situación: «Lo primero que hay que decir es que el principal enfoque industrial que tuvo el gobierno (de Cambiemos) fue justamente no tener una política industrial. Desde el punto de vista conceptual, se volvió a recurrir al viejo postulado de las `ventajas comparativas´ y no es casual que, en ese marco, el esquema económico que tuvimos en los últimos casi cuatro años generó un proceso de reestructuración productiva muy grande a nivel de la industria, que tiene básicamente dos vectores: el primero, una re-primarización muy fuerte de la estructura productiva y de la especialización exportadora; el segundo tiene que ver con el fuerte retroceso de los segmentos industriales que producen bienes de consumo en particular, además de los sectores ligados a las ramas industriales tecnológicamente más complejas».
el principal enfoque industrial que tuvo de Cambiemos fue justamente no tener una política industrial
Retrotrayéndose a otras épocas, comparó este proceso con otros de índole similar, para reafirmar sus argumentos: «Lo que transitamos en estos cuatro años es un proceso bastante parecido al de los años ´90 y te diría, al de la dictadura. Aquí, claramente, la industria pierde muchísima participación a nivel del conjunto de la economía, y, a la vez, en ese marco, se empobrece considerablemente el perfil de especialización con base en la producción primaria e industrias ancladas en las ventajas comparativas. Sumado a ello, y de la mano de la apertura comercial, comenzó un proceso de desmantelamiento industrial, en un escenario de suba considerable de costos tanto del lado del sector energético, logístico, entre otros; y, en paralelo, la política económica que premió el negocio financiero, con una tasa de interés que volvió inviable casi cualquier proyecto de inversión».
Aunque se encontraba compenetrado con la descripción del sector y, a sabiendas de que su conocimiento sobre el tema bien podría valer una entrevista aparte, Martín se esforzó en resumir la idea, para dar lugar al eje central de la conversación; mirar hacia adelante:
«En suma, el gobierno apela a la tesis de `los que no caminan son ineficientes´, pero siempre termina pasando lo mismo: buena parte del aparato industrial termina afrontando contextos operativos adversos, donde abrís la economía, elevás los costos, y en paralelo -producto de la caída del salario real-, estos mismos segmentos de la economía se quedan sin mercado interno. De allí a la caída y desaparición de fracciones industriales hay un paso muy corto, y eso es lo que terminó sucediendo».
Con este mapeo sobre la industria actual, intento meterme de lleno en mi objetivo, y para ello planteo una pregunta lo más abierta posible, dando lugar a que Martín no se condicione ni restrinja su respuesta. Entonces, le consulto: ¿Cómo comenzarías -si de vos dependiera- a rediseñar políticas para incentivar procesos industriales, y pensando en qué horizonte próximo?
Atentamente, y asintiendo a medida que avanzaba mi pregunta, Martín parecía saber hacia dónde se dirigía la charla y, entonces, comenzó su respuesta: «Lo primero y más obvio que considero hay que plantear» comienza, «tiene que ver con abandonar de una buena vez por todas el postulado de las `ventajas comparativas´ como la mejor forma de pensar la especialización productiva posible para la Argentina». Insistiendo sobre este concepto, que considera central para el análisis, continúa: «Esto, claramente, implica chocar con el pensamiento ortodoxo pero, también hay que decirlo, implica confrontar con ciertos sectores de la heterodoxia. En tanto la heterodoxia vuelva a tomar las riendas de la economía, habría que determinar cuáles son los sectores que toman a su cargo la gestión». Lejos de cerrar la idea, comienza a profundizar el análisis y prosigue: «Ahí me parece que hay dos o tres cosas que hay que tener en cuenta: la primera cuestión es que hoy el mundo está en un escenario complicado, no sólo porque te demanda poco y te paga mal, sino porque, además, los países que se están disputando la hegemonía a nivel mundial están en una guerra comercial conocida y, a su vez, aplican una batería de políticas de promoción industrial y protección de las industrias locales, que hasta hace pocos años eran mala palabra».
Lo primero y más obvio que considero hay que plantear tiene que ver con abandonar de una buena vez por todas el postulado de las `ventajas comparativas´ como la mejor forma de pensar la especialización productiva posible para la Argentina
Para continuar, Martín comienza a estructurar su argumento para poder continuar con el análisis: «Entonces, un eje tiene que ver con el abandono de las ventajas comparativas, otro eje es tomar nota de que el mundo está virando hacia esquemas diferentes en términos de políticas de fomento y marcos teóricos que habilitan, o no, esas políticas, y luego tener en claro otros dos ejes centrales que este gobierno (Cambiemos) no aprovechó. Lo primero, es la posibilidad de traccionar la producción industrial a través de una fuerte recomposición de los salarios; una asignatura pendiente a corto plazo pero teniendo en cuenta que, si en paralelo no se problematiza la cuestión industrial y no se trata de sustituir importaciones, avanzar hacia un perfil de especialización exportadora, corrés serio riesgo de que te pase lo que ocurrió durante la gestión anterior (Kirchnerismo): la redistribución del ingreso traccionaba a la industria pero, como había poca política industrial, el problema explotaba por el lado de la restricción externa».
Otra vez, Martín intenta resumir todas sus ideas en unas líneas finales, para poder continuar con la entrevista: «La redistribución del ingreso articulado con pensar la industrialización, de forma que se puedan aminorar los efectos de la restricción externa, es un aspecto. El otro, es lo referente a la problemática del `compre estatal´, y cómo, desde áreas ligadas al Estado, se podría generar algún tipo de sistema industrial. Allí me parece que hay diversos sectores donde se puede pensar estas cuestiones. El más obvio es el que tiene que ver con el sector petrolero, donde también hay todo un debate sobre si Argentina va a ser un país meramente petrolero afincado en un modelo extractivista, como el que existe alrededor de Vaca Muerta, o si la discusión va a tener que ver con convertir a esa potencia de recursos en cosas más complejas desde el punto de vista productivo». Con la precisión que caracteriza su discurso, cierra: «En resumen, la clave se encuentra en una creciente incidencia del manejo estatal de las compras públicas, y una articulación entre la redistribución del ingreso con la problemática industrial en materia de restricción externa, donde las políticas de sustitución de importaciones terminan teniendo un rol central”.
La última parte de su respuesta me impulsó a insistir con una pregunta, que más bien parece instarlo a brindar una opinión personal, pero, a la vez, da pie a un desarrollo más extenso sobre un eje en el que Martín se destaca desde hace tiempo; entonces, le consulto: en el marco de un modelo extractivista que, a lo largo de la historia generó problemas de restricción externa, ¿una reestructuración de la industria podría hacer eje en el fomento de sectores que tengan potencial de generar divisas y sustituir importaciones, y no sólo abocarse a la transformación de materias primas para consumo interno? Martín asiente y, sin perder tiempo, agrega: «Esa es la clave. Creo que la discusión de `agregarle valor al campo, a las producciones primarias´ no tiene asidero para un país con la estructura económica, social y la tradición política de la Argentina. Claramente, hay que discutir en qué sectores se puede avanzar, a corto y mediano plazo, en una estrategia de sustitución de importaciones. Eso es clave. Pero, para eso, es importante que la heterodoxia, que tiene altas chances de volver a conducir la política productiva y económica en la Argentina, abandone un poco la idea de `solo es susceptible de fomentar desde la política a los sectores eficientes´».
la clave se encuentra en una creciente incidencia del manejo estatal de las compras públicas, y una articulación entre la redistribución del ingreso con la problemática industrial en materia de restricción externa, donde las políticas de sustitución de importaciones terminan teniendo un rol central
Para reforzar el argumento, Martín se sostiene en algunos de los sectores heterodoxos latinoamericanos más reconocidos: «Me parece clave y oportuno recuperar un poco la tradición de los viejos pensadores, de Ferrer y Dorfman, entre otros. En términos de integración industrial, de ganar grados de autonomía nacional, de mejorar la problemática de algo tan crítico y de largo plazo en Argentina como es la dependencia tecnológica. Si quedamos presos del postulado de ventajas comparativas, nunca vamos a poder desandar ese camino. Es un buen momento para que, desde la heterodoxia, empecemos a discutir estas cuestiones más conceptuales», cierra.
La entrevista se torna cada vez más interesante, y vuelvo a irrumpir su argumento para pedirle una opinión concreta, siempre a sabiendas de que esto llevaría hacia una respuesta más amplia: ¿Cómo considerás que podría fomentarse, desde la política estatal, considerando que la Argentina todavía detenta un diferencial en términos de capital humano respecto de la región, la transformación a partir de las capacidades tecnológicas crecientes?, ¿hay posibilidad de insertarse en un nuevo mundo industrial con el conocimiento como principal agregado de valor?
En términos de integración industrial, de ganar grados de autonomía nacional, de mejorar la problemática de algo tan crítico y de largo plazo en Argentina como es la dependencia tecnológica
Luego de escuchar atentamente, Martín se toma un segundo, como quien intenta dar relevancia a su argumento y, luego, contesta: «En este sentido, tenemos un montón de renglones industriales que yo creo que se pueden tener en cuenta. El primero, es el sector de bienes de capital. Es un sector sumamente heterogéneo pero, a la vez, Argentina tiene una realidad productiva muy fuerte y ahí podés generar mucho, basándote en políticas de fomento concretas. Después, a corto plazo, todos los sectores que tienen que ver con algún tipo de subvención estatal, por ejemplo, la industria automotriz, el sector petrolero, el minero, el de ensamblado de productos electrónicos de consumo en Tierra del Fuego. El mantenimiento de las prebendas para los capitales en esos sectores tiene que estar estrechamente asociado a la generación de programas de desarrollo a proveedores nacionales y a la aplicación de cláusulas de transferencia tecnológica, entre otras condicionalidades». Martín comienza ya a nombrar formas de intervención específica para transformar el entramado industrial y, en ese sentido, aclara: «El Estado puede hacerlo a través de las políticas de fomento, a través de regímenes promocionales a otras actividades y, a través de ello, se puede perfectamente encadenar desarrollos productivos. De cualquier manera, insisto, en la medida en que sigamos presos de la teoría de ventajas comparativas, seguimos en un problema. Es necesaria una discusión respecto de los marcos teóricos para pensar la industrialización».
Su discurso no pierde consistencia y, en tanto reafirma sus dichos, cierra su argumento con contundencia: «Argentina tiene la ventaja de que, a pesar de todos los golpes a la industria en los ´90 o en la etapa más reciente, todavía tenemos una realidad y un potencial industrial fabuloso. Allí, es la heterodoxia la que adeuda la discusión. En ese marco, hay un montón de margen de acción a nivel de políticas macro y, sobre todo, de políticas de fomento que deberían volver a pensarse».
las prebendas para los capitales en esos sectores tiene que estar estrechamente asociado a la generación de programas de desarrollo a proveedores nacionales y a la aplicación de cláusulas de transferencia tecnológica
La entrevista ya había avanzado suficiente y, por tanto, parecía prudente consultarle sobre economías regionales y el futuro de la industria chaqueña, apelando, en primera medida, al carácter local de nuestra publicación, a sabiendas del profundo conocimiento de Martín sobre la temática, en la que trabaja hace mucho tiempo en la Escuela de gobierno,le consulté: ¿Considerás viable la posibilidad de reactivar las economías regionales -fuertemente azotadas por la crisis macroeconómica- tal y como se venían pensando? ¿O es necesario virar hacia un nuevo esquema industrial en las economías periféricas?
Luego de un breve silencio, razonable en tanto la entrevista había cambiado el foco de análisis subrepticiamente, Martín responde: «Primero, hay que partir de un buen diagnóstico, y lo que dijiste es un buen punto de partida. Sin dudas, la debacle de las economías regionales es un poco -a escala local- lo que ha pasado en gran medida a nivel nacional», comenta sin reparos, y luego continúa su descripción: «Cuando uno de los ejes centrales de tu política fue destruir el salario real y el poder adquisitivo, en una economía tan dependiente del mercado interno, te pone en una situación terminal. Yo creo que, a corto plazo, hay mucho para trabajar en las economías regionales. Particularmente en el caso del Chaco, la Escuela de Gobierno hizo un muy buen trabajo que plantea la posibilidad de articular la problemática de la soberanía alimentaria con el desarrollo productivo local, y yo creo que por ahí va la cuestión». Para redondear, y a modo de síntesis, afirma: «Entiendo que es la única manera de que se pueda empezar a reconstruir el escenario tan crítico de las economías regionales. Cómo pensar la problemática de la alimentación de calidad para todos -fundamentalmente para los niños y la población más postergada-, articulado con el desarrollo productivo para las provincias, es un buen comienzo. Me parece que, a corto plazo, es la única salida para esta crisis en la que se encuentran las economías periféricas».
Hay que empezar a pensar el fomento productivo, no solo con políticas de promoción, sino también vía la articulación de las potenciales industrias lideradas o controladas por el Estado con las realidades productivas de los distintos territorios
Y en el largo plazo, ¿es viable que algunas economías regionales puedan potenciar el entramado industrial tradicional, por ejemplo, a través del aporte de divisas para sortear la restricción externa, o bien favorecer la sustitución de importaciones? Asimismo, aprovecho la oportunidad y, en la misma línea, le planteo uno de los interrogantes finales de la entrevista. ¿A través de qué tipo de intervención debería ser potenciado ese entramado? ¿Mediante construcción de infraestructura, creación de planes de logística integral que vuelvan la producción periférica más competitiva? ¿tratados de comercio? ¿políticas de fomento?
En ese momento, Martín se anticipa a responder, habiendo comprendido la lógica de la pregunta: «Yo creo que sí. El desarrollo productivo de las economías regionales es una asignatura pendiente desde hace mucho tiempo. Ahí hay un tema de logística, costos de transporte y un montón de etcéteras. Pero me parece que también hay mucho para pensar acerca de cómo, a través de algunas industrias críticas, el aparato estatal puede fomentar algún tipo de desarrollo productivo», sostiene; acto seguido, da un ejemplo que bien podría considerarse como propuesta de política concreta: «Para ser específico: alguna vez se me ocurrió la idea de que existiera una industria láctea a nivel provincial o regional, controlada por el Estado y que esa usina láctea le diera trabajo a todos los productores ganaderos de alguna región -en este caso, era del norte, pero no del NEA, sino del NOA-. Además, podés ir garantizando, a la par que vas complejizando la estructura productiva, una mejor remuneración por la materia prima a los productores, generar una escala de consumo mayor, etc. Me parece que, a mediano plazo, hay muchas cosas para explorar, y creo tienen que ver con un rol mucho más protagónico de los aparatos estatales. Hay que empezar a pensar el fomento productivo, no solo con políticas de promoción, sino también vía la articulación de las potenciales industrias lideradas o controladas por el Estado con las realidades productivas de los distintos territorios”.
Creía haber finalizado la entrevista luego de haber formulado la pregunta anterior. Sin embargo, este último planteo me generó una duda. Me sentí en la obligación volver a indagar, ¿Cómo considerás que puede llegar a darse la estructuración del conflicto entre Estado y capital privado, considerando las resistencias de los grandes grupos concentrados a perder una cuota del mercado a partir de la intervención estatal directa?
Martín, claro está, retomó el argumento y aseguró categóricamente: «En primera medida, creo que el Estado nunca probó tratar de imponerse en ese conflicto, o al menos lo intentó muy poco. Además, es claro que planteos como este y todos los que charlamos en la entrevista son necesariamente conflictivos porque, primero, hay que tener en claro de dónde provienen los recursos, y seguramente el capital concentrado va a tener que aportar una parte al financiamiento de este esquema, mediante un determinado esquema impositivo o de ingresos. Y, por otro lado, si apostás a reconstruir sectores productivos provinciales tan desmantelados durante la última década, a partir de una intervención estatal muy fuerte, lo que está en juego es romper estructuralmente con el poder económico de los grandes oligopolios. En ese sentido, claramente, vas hacia un esquema en el cual la industrialización se asocia con cierto grado de conflicto. Eso hay que tenerlo claro porque también tiene que formar parte -por lo tanto- de una construcción política».
vas hacia un esquema en el cual la industrialización se asocia con cierto grado de conflicto. Eso hay que tenerlo claro porque también tiene que formar parte -por lo tanto- de una construcción política
Una construcción política entendida como una institucionalidad mucho más fuerte, le digo, ya casi en plan de debate, a lo que contesta: «Ciertamente. Se necesita una base de sustento para un escenario que es precisamente conflictivo, porque son sectores a los que les vas a sacar parte de sus recursos para, en última instancia, y si tu intervención es efectiva, reducirles su poder económico. Difícilmente acepten, así, sin más, financiar ese esquema. Pero, creo que, efectivamente, este es un escenario de conflicto necesario, indispensable”.
Era hora de finalizar, a pesar de que Martín estaba tan predispuesto como al principio a continuar con la charla. Su análisis, sumado a la natural capacidad pedagógica, resultan de gran utilidad para comprender la complejidad de los procesos de transformación industrial y su estrecha relación con los paradigmas económicos, sociales y políticos de la Argentina. Aún en contextos inciertos como el actual, Martín es capaz de plantear las potencialidades de nuestra industria y los obstáculos a sortear para un desarrollo de largo plazo, comenzando desde aquí.
Como se planteó al inicio, el camino es largo y la tarea nada fácil, pero comenzar a desandarlo con intelectuales de la estatura de Martín es, cuanto menos, prometedor. En lo que a mí respecta, queda pendiente una charla más profunda sobre la relación público-privada en el sector productivo. Sin dudas, será más adelante.