Reseñas
Contrapedagogías de la crueldad
Por:
Rita Segato es doctora en antropología social por la Queen´s University of Belfast. Ejerce la docencia universitaria en la Universidad de Brasilia y es investigadora (A1) del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas del Brasil. Desde 2002 colabora con la Fundación Nacional del Indio (FUNAI)
La autora de Contra Pedagogías de la Crueldad es reconocida particularmente en los últimos tiempos por sus estudios sobre género. Sin embargo, nunca ha tratado dicho tema en aislamiento ni es lo único a lo que se ha dedicado. Entre sus preocupaciones se encuentran también la cuestión racial y la permanente colonialidad del poder y del saber.
El libro es una suerte de recorrido por sus investigaciones que invitan a reflexionar, inquietarse y desobedecer. En el mismo, compila una serie de tres clases dictadas para la Facultad Libre de Rosario el 25, 26 y 27 de agosto del 2016, ampliadas en su totalidad para esta publicación.
En esta oportunidad Segato insta a poner límites a la cosificación de la vida mediante la instalación en el mundo de contra pedagogías de la crueldad, capaces de rescatar una sensibilidad y vincularidad que puedan oponerse a las presiones de la época y desactiven el orden establecido por el Estado Moderno Patriarcal. Llama pedagogías de la crueldad a “todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas”. Los ejemplos más precisos de cosificación de la vida en las sociedades contemporáneas son el consumo del cuerpo mediante la trata y la explotación sexual de las mujeres y cuerpos feminizados.
En esta obra Segato brinda algunas pistas para contrarrestar las pedagogías de la crueldad. En primer lugar, será necesario contraponerse al poder. Es decir, a los elementos distintivos del patriarcado: mandato de masculinidad, baja empatía, burocratismo, etc. En segundo lugar, una política en clave femenina que podrá sentar el ejemplo de otra forma de actuar y pensar colectivamente. En tercer lugar, será necesario que los varones se reconozcan como víctimas del mandato de masculinidad y se retiren del pacto corporativo, no por las mujeres sino por sí mismos. Por último una contra pedagogía de la crueldad que trabaje la conciencia de que solamente un mundo vincular y comunitario pone límites a la cosificación de la vida.
La primera clase es una invitación a recorrer junto a ella su camino por la investigación, donde relata su encuentro con temas referidos a la violencia de género e intenta brindar una visión ampliada de las formas de discriminación y exclusión que nos afectan, como la discriminación racial, la subordinación patriarcal y los crímenes contra las mujeres y contra todos aquellos que desafíen el orden patriarcal.
Por contradictorio que parezca, a pesar del avance de las mujeres en cuanto a la ocupación de espacios públicos en este último periodo, la agresividad y las formas de dominación masculina han recrudecido extraordinariamente y son cada vez más crueles. En esta línea, la autora, expone algunas ideas fundamentales para hacer inteligibles los actos de violencia sexual en los estados modernos enraizados en el mandato de masculinidad. Por un lado, explica que las violaciones son crímenes enunciativos, accionados contra las mujeres pero dirigidos hacia la sociedad como expresión. Por otro lado, las violaciones son estructurales, puesto que no pueden ser entendidas de manera aislada sino dentro de un contexto mayor que es la relación agresor-pares de la que emana lo que denomina mandato de masculinidad, el cual exige a los hombres demostrar continuamente su virilidad.
En este sentido, el hombre a través de actos de crueldad legitima y mantiene su jerarquía de prestigio y conduce a la mujer a una posición reducida, feminizada; esa es la matriz heterosexual. Por eso dice Segato el violador es un sujeto moralizador o como suelen referirse en la jerga feminista: un hijo sano del patriarcado.
La autora toma esta tesis para explicar los atroces crímenes cometidos en Ciudad Juárez hacia las mujeres. La violencia sexual adquiere un sentido de dominio territorial y en el caso de Ciudad de Juárez afirma la existencia de una jurisdicción mafiosa. Sostiene que estos crímenes sobre los cuerpos de los más desprotegidos son la puesta en marcha de mecanismos legitimadores de una soberanía territorial, de un control jurisdiccional.
En la segunda clase profundiza aún más su análisis sobre la creación histórica de asimetrías sociales, es decir la atribución de valor diferencial a las personas según su raza o género como un modo de apropiación de poder y prestigio. Además, remarca la importancia de nombrar las representaciones sociales hegemónicas, de otro modo no tendremos cómo hablar de las formas de tratamiento diferenciado que reproducen la desigualdad.
Dejar atrás el orden patriarcal, asimétrico, será habilitado según Rita por el camino de las desobediencias capilares, de una política en clave feminista y tras dar continuidad a los proyectos históricos de los pueblos.
Por ende, hoy más que nunca se vuelve relevante la politicidad en clave femenina casi perdida a causa de la transformación del dualismo pluralista del mundo precolonial al binarismo moderno que enaltece la figura del hombre, blanco, propietario, letrado, público, etc.; como representante universal de la humanidad; a la vez que produce la minorización de quienes no coinciden con sus características. Este paso de una estructura a la otra totalmente contrapuesta ha privatizado lo femenino y vaciado de politicidad lo doméstico. Consecuentemente Segato repite una y otra vez que la historia del estado moderno es patriarcal, el ADN del estado es masculino y agrega que la historia masculina es la historia de la violencia.
En este punto retoma la importancia de nombrar y diferenciar las dimensiones que producen desigualdad para lograr neutralizarlas; y comienza a narrar cómo su estudio en Ciudad Juárez le permitió una analogía entre la estructura masculina y la corporación mafiosa, ambas fundadas en el pacto corporativo de los hombres. La dominación se exhibe de manera espectacularizada mediante los ataques sistemáticos a los cuerpos de las mujeres asentando la soberanía jurisdiccional, el control de los cuerpos y del territorio al que pertenecen. A este tipo de daños sobre el cuerpo de las mujeres Rita los denominó “femigenocidios”, a los que caracteriza como un objetivo estratégico, en el contexto de las nuevas forma de guerra, de la esfera paraestatal en términos de expansión y legitimación del dominio territorial.
Por último, la dinámica de la clase número tres va tornando hacia un pensamiento en conversación donde la autora interpela y es interpelada a pensar y repensar el ejercicio del rol de estudiantes, docentes e investigadores en instituciones atravesadas por el eurocentrismo como lo son las universidades y su agenda productivista que restringe la creatividad, lo que significa para la investigadora un suicidio al pensamiento. Y anima nuevamente a romper con lo establecido, a desmoronar las estructuras, a mover el piso.