La época de las pasiones tristes

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Reseñas

La época de las pasiones tristes


Por: Rafaela Lescano
Tramas pasiones-tristes-foto La época de las pasiones tristes  Revista Tramas

De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desaliente la lucha por una sociedad mejor.

¿De dónde salen los discursos de odio y los sentimientos de indignación y rabia que han acaparado la escena pública en los medios de comunicación y las redes sociales? ¿En qué espacios encuentran expresión política? Y ¿Cuál es el papel de las desigualdades sociales en el despliegue de estas pasiones tristes? En la presente obra el autor da respuestas a estos sugestivos interrogantes, problematizando el anclaje de estas pasiones tristes de la época, en lo más profundo del sistema de desigualdades sociales.

La obra se compone de cuatro capítulos comenzando por el Capítulo 1 “Fin de la sociedad de clases”, el Capítulo 2 “El régimen de desigualdades múltiples”, siguiendo por el Capítulo 3 “Experiencias y criticas de las desigualdades” y el Capitulo 4 “Iras e indignaciones” para concluir con “Las izquierdas democráticas contra el populismo”.

En el Capítulo 1, Fin de la sociedad de clases, el autor se propone problematizar la continuidad del régimen de clases como estructurador de las desigualdades sociales. En este sentido, ensaya un repaso por los distintos regímenes de desigualdades que han operado en las sociedades, como el régimen de clases que ha sabido estructurar en posiciones antagónicas a capitalistas y obreros, ricos y pobres. Sin embargo, dice Dubet, no hay dudas de que hoy las desigualdades se individualizan, diversifican y multiplican trasformando el modo en que los individuos las experimentamos.

En el Capítulo 2 “El régimen de desigualdades múltiples”, se aborda el modo en que se ha ido dinamizando y complejizando el régimen de desigualdades de las clases sociales al incorporar las nociones de heterogeneidad e interseccionalidad, que particulariza las trayectorias de los individuos. Esto ha contribuido a la erosión del régimen de clases sociales, que actuaba como estructurador de las desigualdades sociales y daba un marco explicativo a estas vivencias, que se podían revertir mediante las luchas de los sindicatos y movimientos en pos de reducir las injusticias. En la actualidad, al diversificarse y multiplicarse, cada individuo experimenta estas desigualdades de una manera única, atribuidas a su propia suerte; desencadenando a su vez procesos que trastornan las representaciones políticas.

Al decir del Autor “El paso gradual del régimen de desigualdades de clases al régimen de desigualdades múltiples permite comprender mejor el régimen de desigualdades múltiples. Sin ser homogéneas estas últimas se individualizan, se desplazan de las clases hacia los individuos, les ponen en entredicho a escala personal al separarse de las categorías colectivas que les daban sentido compartido. Por ende, esas desigualdades vividas como pruebas personales son más crueles”.

En el Capítulo 3, Experiencias y Criticas de las Desigualdades, se centra en los efectos de la individualización de las experiencias de las desigualdades, con una tendencia de los sujetos a realizar comparaciones con quienes están más cerca, pues al vivenciar estas desigualdades como propias de nuestras biografías individuales, “las desigualdades internas se viven como mucho más decisivas que las grandes desigualdades sociales”. Esto, explica François Dubet, estaría vinculado a una mutación del régimen de justicia, ya que las desigualdades múltiples se asocian a la norma de igualdad de oportunidades de la meritocracia. Con ello las discriminaciones se convierten en una figura clave de las injusticias y cada uno puede sentirse más o menos discriminado. En este sentido, la percepción subjetiva de injusticias que cada uno experimenta de manera solitaria y aislada se manifiesta en el desprecio y resentimiento hacia los otros, ya no “en críticas homogéneas y movimientos sociales organizados”.

“Iras e indignaciones” -el ultimo capitulo- lleva el nombre de estos sentimientos, provocados por el modo en que, en nuestros días, vivenciamos las desigualdades. La mutación de los criterios de justicia, ha infundido una sensación generalizada que escapa de los procesos de representación política y social al desdibujarse la figura del adversario. Para concluir, el autor nos deja algunas pistas -que más bien se podrían entender como recomendaciones- sobre la necesidad de pensar o repensar mecanismos que logren encausar estas pasiones tristes y transformarlas en estrategias de cambio social.

 

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