Infocracia

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Por: Equipo Editorial
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El filósofo surcoreano más leído de nuestros tiempos analiza en este libro los cambios a los que se ve sometida la sociedad debido a la influencia de internet y del exceso de información disponible. Plantea un escenario preocupante al hablar de un totalitarismo de las redes sociales y asegurando que los datos que los ciudadanos brindamos en la web pueden comprometer nuestra libertad. El vector de este sistema totalitario ya no es el relato ideológico, sino la operación algorítmica que lo sustenta.

 “La prisión digital es transparente”, una de las frases más resonantes del ensayo, es utilizada por el autor para describir la situación más inquietante del régimen de la información: el poder ya no se ejerce con coerciones y prohibiciones como en los tiempos de Foucault, sino que la personas se creen libres, auténticas y creativas. La explotación que rige hoy nuestro sistema económico y social ya no es la de los cuerpos y las energías, sino la de los datos. En la digitalización extrema, el poder explota la libertad en lugar de reprimirla, y es así que a partir del registro minucioso de nuestra vida cotidiana que realizan los smartphones, los motores de búsqueda, los asistentes de voz y las Smart apps, se generan toneladas de datos que luego son utilizados para comprometer cada vez más aspectos de nuestra conducta. En otras palabras, hoy quiénes detentan el poder no son los que poseen los medios de producción sino aquellos que manejan y lucran con el acceso a la información, la cual es utilizada para la vigilancia psicopolítica y el pronóstico del comportamiento individual.

Han explica que la cara más alarmante del fenómeno de la colonización de la tecnología se da en el ámbito de la esfera política, describiendo a las campañas electorales como guerras de información que se libran con todos los medios técnicos y psicológicos imaginables. El tsunami informativo del mundo digital y sus distorsiones en forma de fake news o de campañas de bots son capaces de cambiar de un día para otro el escenario político de un país. Es así, según el autor, que resulta posible influenciar en el comportamiento electoral de la ciudadanía, entorpeciendo las decisiones razonadas y conscientes. La crisis actual de la democracia, entonces, es una consecuencia directa de las dinámicas propias del mundo digital.

Utiliza el caso de Donald Trump para ilustrar su argumento. “Donald Trump, un político que funciona como si fuera él mismo un algoritmo y solo se guía por las reacciones del público expresadas en las redes sociales, no es, en ese sentido, el clásico mentiroso que tergiversa deliberadamente las cosas. Más bien es indiferente a la verdad de los hechos», señala el filósofo. Esta indiferenciación, sigue Han, supone un riesgo mayor para la verdad que el instaurado por el mentiroso.

El pensador coreano plantea también una interesante distinción entre los tiempos actuales y aquellos no tan lejanos en los que dominaba la televisión, la que define como un «reino de apariencias». Señala que la telecracia «degradaba las campañas electorales hasta convertirlas en guerras de escenificaciones mediáticas. El discurso era sustituido por un show para el público». En la infocracia, las redes sociales funcionan como «fábrica de fake news»; las disputas políticas no degeneran en un espectáculo sino en una «guerra de información». Porque también las noticias falsas son, ante todo, información y se sabe que «la información corre más que la verdad». Por eso, concluye con el pesimismo que le es característico: «El intento de combatir la infodemia con la verdad está, pues, condenado al fracaso. Es resistente a la verdad».

Para concluir, el autor señala que la democracia está degenerando en infocracia, y que la gran hazaña de este régimen es habernos inducido en una falsa percepción de libertad, lo que dificulta que se generen manifestaciones revolucionarias. Han no ve un camino de retorno, ya que entiende que en una sociedad tan vanidosa y donde el selfie se ha convertido en la carta de presentación, “el otro está en trance de desaparición”. Para Han, el nihilismo del siglo XXI es la pérdida de fe en la verdad. Un proceso que alimentan las fake news, la desinformación y las continuas teorías conspiranoicas. “La crisis de la verdad es la crisis de la sociedad”, proclama el filósofo que se permite ser pesimista en un mundo de forzado optimismo y euforia perpetua. Su análisis en este libro no es nuevo, pero sí muy inquietante.

Entiende entonces que si no hay empatía, tampoco será posible procurar el consenso y las soluciones políticas. Sin embargo, a pesar de este pesimismo que como se dijera precedentemente, es el sello distintivo del autor, queda un resquicio para la esperanza: si la salida siempre es conjunta, y en este punto el neoliberalismo como sentido de época nos insta hacia la individualización de responsabilidades y de acciones, comenzar a reflexionar colectivamente intentando comprender las particularidades del sistema vigente, parece un punto de partida conveniente. Estamos convencidos de que este libro es un valioso aporte en ese sentido.

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