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Escapando a la coyuntura: los desafíos del Empleo post-pandemia
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Introducción
En tan poco tiempo se ha escrito tanto acerca de la pandemia generada por el COVID, en torno a la crisis que trajo consigo y a las medidas de distanciamiento social y restricciones a la movilidad que hace que introducirlas sea ya casi una obviedad, un tema que no resulta ajeno a nadie. Casi como en las plataformas de contenido audiovisual donde al comenzar una serie se ofrece la opción de “omitir intro” para quien ya la conoce de memoria. Justamente uno de los desafíos principales detrás de este tiempo es el de poner el foco y la atención en aquello que no resulta tan obvio, tan claro ni tan conocido. A medida que la pandemia avanza comenzamos a vislumbrar que no volveremos al momento inicial, al menos tal cual lo conocíamos, sino que indefectiblemente el periodo post-covid propone tiempos y esquemas distintos. Esta crisis ha generado visibilidad y conciencia en torno a temáticas que siempre estuvieron ahí, pero que tal vez no eran lo suficientemente urgentes, y que ahora se ponen en juego sobre la mesa a la vista de todos. La conciencia de la desigual carga y asignación de los trabajos de cuidado al interior del hogar, la sustentabilidad de los patrones de movilidad de las grandes ciudades, la escalada de movimientos que se resisten al acceso a prácticas de salud y cuidado que hace poco parecían básicas, la nueva geopolítica, el rol de la ciencia y la gratuidad y universalidad del sistema de salud, son ejemplos, entre otros que se podrían mencionar.
Esta crisis ha generado visibilidad y conciencia en torno a temáticas que siempre estuvieron ahí...
Sin embargo, hay una dimensión que no por tradicional se ha visto menos afectada desde el momento cero de la pandemia, la del mundo laboral. Justamente por ser transversal a toda la sociedad ha sido de las más afectadas en el plano individual y colectivo, y es aún hoy el centro del debate y de discusión. Las limitaciones que supone el virus a la posibilidad de desplazarse y realizar las actividades habituales de la rutina laboral han centrado la atención y la preocupación en la interacción entre empleo y tecnología, como así también en la importancia de la formalización y los esquemas de contratación para acceder a garantías y estabilidades mínimas, que aseguren un grado necesario de certidumbre en contextos de shock. Escapar por un momento a la coyuntura es necesario puesto que, comprender los impactos de la pandemia sobre el mundo del trabajo implica, por un lado, comprender su trayectoria previa a la irrupción del COVID y por otro, repensar al trabajo en clave de estas dimensiones que surgen como relevantes y que invitan a dar una discusión de fondo en torno a la pregunta abierta sobre la dinámica futura del mundo del empleo en nuestro país.
El empleo en contexto y los nuevos desafíos
La llegada de la pandemia ya encontraba al empleo argentino en un momento de vulnerabilidad y con indicadores que venían demostrando un magro desempeño y una dinámica poco alentadora. El nivel de desocupación que se registraba para 2017, dos años después a fines del 2019 se encontraba prácticamente igual. Para este último año se evidenciaba una caída del empleo asalariado junto con un aumento del cuentapropismo y de la cantidad de trabajos informales. Esta dinámica marcada por la dificultad para generar empleos genuinos de calidad en el sector privado venia de la mano de la pérdida de los ingresos reales ante el retraso salarial frente al aumento inflacionario. Pero a esta coyuntura es necesario sumarle la dimensión estructural para comprender cabalmente los límites del mercado de trabajo. En su estructura misma se refleja esta dificultad de sostener un desempeño favorable asociados a una inserción estable de los trabajadores que supone menores niveles de precarización y desprotección del empleo: en Argentina solo el 47% de los trabajadores son asalariados formales mientras que un 26% son asalariados informales y el 27% restante corresponde a aquellos trabajadores no asalariados que incluyen cuentapropistas y patrones. Lo que vale la pena resaltar es que dentro de estos últimos el peso de los trabajadores de baja calificación supera al 75%.
Sin duda el trabajo ha sido la dimensión más golpeada desde el momento inicial y ha sido en gran parte el centro de debate y disputa para justificar las diferentes posturas frente a las medidas abordadas desde el Estado.
Con este panorama como escenario inicial sobrevino la crisis sanitaria impuesta por la pandemia del COVID-19. Esta crisis, a diferencia de muchas otras que registra el país en su haber, encuentra como canal de afectación el impedimento físico y la distancia social que se impone como necesaria frente a la escalada de contagios. La limitación a la movilidad y el traslado impacta en numerosos aspectos cotidianos de la vida, pero sin duda que entre estos afecta de forma directa a la posibilidad de continuar realizando las tareas laborales, lo que en última instancia condiciona el acceso a los ingresos habituales de la ocupación principal. Sin duda el trabajo ha sido la dimensión más golpeada desde el momento inicial y ha sido en gran parte el centro de debate y disputa para justificar las diferentes posturas frente a las medidas abordadas desde el Estado.
Pero este impacto en la rutina laboral esconde detrás profundas heterogeneidades que demarcan las diferentes oportunidades y situaciones que enfrenta el universo de empleados para continuar llevando adelante su actividad principal. Estos impactos diferenciales están atados de manera estrecha al nivel de compatibilidad que presenta la ocupación con la tecnología, el factor que se ha vuelto protagonista principal en la vida de las personas y que ahora define qué porción de nuestra cotidianidad y nuestra rutina continúan siendo factibles en tiempos de cuarentena. Es por esto que en este tiempo nos hemos acostumbrado a términos como home-office, teletrabajo, trabajo remoto, entre otros. Pero esta práctica completamente nueva y ajena para la gran mayoría del empleo traía aparejado hasta el momento un alto nivel de desconocimiento e información acerca de su interacción con las distintas ocupaciones y ares de empleo. El teletrabajo era una práctica incipiente y cada vez más demandada en industrias relacionadas a los servicios tecnológicos pero impensada y completamente ajena a la mayor porción del empleo y especialmente del más tradicional.
Lo cierto es que para dar cuenta de cómo los impactos negativos que supone la pandemia sobre el mercado de trabajo se vinculan con el pobre desempeño de los últimos años y dimensionar en qué dirección se mueven estos efectos era necesario comprender primero esta nueva practica del teletrabajo. Su irrupción repentina y masiva en la vida laboral suponía el desafío de estimar su alcance y su interacción con la estructura del empleo, lo que en última instancia delimita los diferentes grados de adaptabilidad y por tanto de vulnerabilidad de los trabajadores. Dado que el teletrabajo se impuso como el único medio factible para continuar trabajando durante la cuarentena para las industrias no esenciales, se volvió un canal relevante de afectación de la crisis sanitaria, al igual que la relación contractual bajo la que se encontraba el trabajador al momento de la pandemia. En base a esta última se define su carácter de empleado formal o informal y por tanto el derecho, o no, a percibir sus ingresos de manera estable y a mantener la relación contractual en el marco de la legislación vigente. Esta dimensión es fácilmente estimable y conocida en los datos, algunos de los cuales hemos presentado más arriba. Sin embargo, el alcance del teletrabajo era hasta el momento una dimensión prácticamente desconocida.
En un esfuerzo por estimar su alcance y su interacción con la estructura ocupacional Argentina, en un reciente documento elaborado junto a Leonardo Gasparini y publicado en CEDLAS, hemos propuesto una metodología para tal fin. Entendemos que la clave para abordar el fenómeno de la compatibilidad tecnológica con el trabajo es comprender dicha compatibilidad con respecto a las actividades asociadas a la ocupación y el contexto en el que se desenvuelven. A partir de una descripción detallada de estas dimensiones para el caso de otros países, hemos extrapolado estas características para las ocupaciones tipificadas en el clasificador de ocupaciones usado en Argentina, de forma tal de analizar el grado en el cual es aplicable en nuestro país.
La metodología propone considerar que una ocupación es compatible con el teletrabajo solo si sus actividades y las características del ámbito en el que se desarrollan lo son. A modo de ejemplo: un operario de la industria manufacturera o un peón de la construcción se clasifican como incompatibles con el teletrabajo debido a que dentro de sus actividades “operar vehículos, dispositivos mecanizados o equipos” y el “manejo y movimiento manual de objetos” son dos actividades de gran importancia que naturalmente se asumen como irreproducibles sin la presencia física del trabajador. De la misma manera un odontólogo es también incompatible ya que el contexto o ámbito de trabajo implican necesariamente proximidad física, la cual no es salvable mediante el trabajo remoto. Por el contrario, un desarrollador de software o un contador, por ejemplo, no requiere de proximidad física, de desarrollar actividades manuales o interactuar con equipos o máquinas fijas, tampoco se encuentran expuestos a riesgos como caídas, cortes o infecciones que hagan suponer que las actividades de su ocupación o el contexto en el que las desarrolla no sean factibles de realizarse desde el hogar.
...el teletrabajo es una realidad limitada y acotada a cierto tipo de ocupaciones con características y atributos bien definidos.
De esta manera fue posible cuantificar el grado de compatibilidad para todas las familias de ocupaciones tipificadas en INDEC y arribar a resultados que demuestran que el teletrabajo es una realidad limitada y acotada a cierto tipo de ocupaciones con características y atributos bien definidos. Estos resultados son a la vez un insumo clave para comenzar a trazar el rastro de la dirección en la que la pandemia afecta al interior del mercado laboral, repercutiendo en última instancia en los ingresos y consecuentemente en el bienestar de los trabajadores.
El teletrabajo en Argentina
En este sentido los resultados obtenidos revelan que el grado en que es posible continuar desarrollando el trabajo desde el hogar es bien diverso entre ocupaciones y no es viable para la mayoría de la población ocupada. Solo el 24% del total de ocupados podrían continuar sus actividades laborales desde el hogar mientras que el restante 76% se emplea en ocupaciones incompatibles con esta modalidad.
Mas importante aún, las características de las ocupaciones compatibles y no compatibles son bien diversas, y por tanto la imposibilidad de trabajar afecta de distinta manera a distinto tipos de trabajadores. Entre aquellas ocupaciones no compatibles encontramos un mayor nivel de informalidad asociado, en torno al 57%, en comparación con el 26% en ocupaciones que pueden trabajar desde el hogar. De la misma manera el nivel salarial promedio es significativamente menor entre los primeros. Esto es un punto clave del análisis por cuanto revela que los efectos sobre la brecha de ingresos son potencialmente negativos al generar una interrupción en la actividad y por ende en los ingresos de trabajadores de más bajos recursos, mientras que trabajadores en promedio mejor remunerados presentan mayor posibilidad de evitar interrumpir involuntariamente su actividad laboral. Esto configura un impacto asimétrico afectando con mayor fuerza a trabajadores en condiciones menos favorables para hacer frente a un shock repentino, reforzando y ampliando las brechas de ingresos previas a la pandemia.
Naturalmente el nivel educativo y la calificación de los trabajadores son atributos claves que definen en qué manera y en qué grado las tareas asociadas a cada ocupación se relacionan con la tecnología. Es justamente por esta razón que entre los trabajos no compatible encontramos en promedio menores años de educación formal alcanzados y un nivel de calificación más bajo. Los trabajadores calificados son compatibles con el trabajo remoto en un 72% de los casos y los de calificación técnica en un 59%, mientras que para el caso de los operarios solo un 17% de ellos podrían continuar sus actividades remotas y los no calificados en ningún caso podrían hacerlo.
Esta disparidad se traduce en el hecho de que el alcance del trabajo remoto es bien diverso según las ocupaciones que se analice. Aquellas ocupaciones que presentan mayor compatibilidad con el trabajo remoto se asocian a Profesionales de las ciencias y de la ingeniería; directores ejecutivos, personal directivo de la administración pública; directores administradores y comerciales; Especialistas en organización de la administración pública y de empresas; Técnicos de la tecnología de la información y las comunicaciones, Profesionales de tecnología de la información y las comunicaciones y Oficinistas. En conjunto estas ocupaciones dan cuenta del 12.7% del empleo total. En el otro extremo encontramos a las ocupaciones con mayor limitación, prácticamente completa en algunas casos, para valerse de la tecnología como medio para continuar sus tareas laborales habituales, como es de esperarse entre ellas encontramos Trabajadores en electricidad y la elecrotecnología; Ensambladores; Vendedores ambulantes de servicios y afines; Oficiales y operarios de la metalurgia, la construcción mecánica y afines; Trabajadores de los cuidados personales; Profesionales de la salud; Personal de los servicios de protección y trabajadores y Operarios de la construcción. Dentro de este grupo de ocupaciones se condensa el 20.6% del total del empleo.
Además, estas heterogeneidades se comprueban al interior de la estructura productiva y las distintas ramas que las componen. Entre las que presentan mayor posibilidad de mantener a sus trabajadores activos a través del teletrabajo se encuentran la industria de la Información y Comunicación, Actividades Profesionales, Científicas y Técnicas y Actividades Financieras y de Seguros. Por el contrario, el trabajo de Empleadas domésticas, de la Construcción y Agricultura, Ganadería, Caza, Silvicultura y Pesca y Transporte y Almacenamiento son los que presenten menor compatibilidad con la modalidad remota. A partir de esta caracterización es posible notar que al interior del espacio laboral en Argentina existen diferentes niveles de interacción y compatibilidad con el trabajo remoto lo que su pone diferente grado de adaptabilidad y exposición frente a las consecuencias negativos potenciales que supone interrumpir la actividad laboral.
Los efectos Asimétricos
Ante este panorama y frente a los límites descriptos para el teletrabajo, es relevante comprender más profundamente acerca de cuál sería la implicancia en términos de los efectos esperables sobre los ingresos de los trabajadores y cómo este impacto diferencial refuerza las desigualdades existentes en el mercado de trabajo. Las posibles respuestas requieren pensar en términos de los dos canales que hemos identificado, a través de los cuales se traslada el posible impacto negativo a al universo empleado. El primero de ellos se relaciona con la relación contractual al momento en que comenzaba el aislamiento social obligatorio y por ende nos llevaba a distinguir entre los trabajadores formales e informales. El segundo canal de afectación es justamente el grado en que fuese posible realizar las tareas de forma remota para evitar interrumpir la actividad laboral. La situación en la que se encuentra el trabajador frente a estas dos dimensiones son informativas del grado de afectación frente a los impactos de la cuarentena.
A modo de estrategia para capturar el sentido y la magnitud del efecto al que nos enfrentamos, desarrollamos un breve ejercicio de simulación que nos permite extraer conclusiones relevantes en cuanto a los sectores y espacios mayormente afectados. En este ejercicio suponemos una cuarentena de dos meses de duración y nos valemos de nuestras estimaciones sobre el teletrabajo para cada ocupación y de la información declarada en EPH respecto a su relación contractual para cada trabajador, de forma tal de simular la caída potencial de los ingresos laborales de la población empleada. Para tal fin supones que, durante estos dos meses, trabajadores de ocupaciones no compatibles con el teletrabajo no realizan su actividad laboral, mientras que las ocupaciones compatibles continúan activas. Dentro del primer grupo de las incompatibles se asume que los trabajadores asalariados formales aun así continúan recibiendo su remuneración habitual, pero el resto no percibe los ingresos correspondientes. Por lo tanto, suponemos que el universo de no compatibles y no formales ven reducidos totalmente sus ingresos laborales durante este periodo.
La Figura 1 muestra la estimación del cambio proporcional en el ingreso laboral producto de la cuarentena para los percentiles de ingresos. La curva captura la magnitud del impacto en la reducción de los ingresos según el percentil al que pertenece el trabajador y por tanto su pendiente positiva indica pérdidas mayores en los estratos de menores ingresos. Mientras que la caída en el ingreso para el decil inferior es de 29%, la caída ronda el 3% en el decil superior de ingresos laborales. Esta reducción generalizada pero fuertemente asimétrica implica naturalmente un aumento de la desigualdad laboral.
Figura 1: Cambio proporcional en el ingreso laboral simulado por el efecto de la cuarentena
Fuente: Bonavida y Gasparini (2020)
El grafico 2 permite evidenciar el efecto a lo largo de toda la distribución de ingresos laborales capturando la esencia del efecto diferencial: la pérdida de ingresos se concentra en la parte baja de la distribución y por tanto afecta a trabajadores con menos recursos. Para la zona de ingresos más altos la diferencia entre uno y otro escenario se vuelve menor y hasta desaparece a medida que se incrementa el nivel de ingresos.
Gráfico 2: Distribución del ingreso. Función de densidad. Simulación de ingresos laborales con y sin cuarentena
Fuente: Bonavida y Gasparini (2020)
Este ejercicio aun cuando esquemático y parcial logra capturar un punto clave: los efectos que podemos esperar como producto de esta pandemia serán heterogéneos entre la población ocupada y afectarán especialmente a trabajadores de bajos ingresos, ya que encuentran una doble imposibilidad, la de implementar la modalidad de teletrabajo para evitar interrumpir su actividad y la ausencia de un trabajo formal que le asegure un ingreso estable.
...la desigualdad laboral se amplía producto de la heterogeneidad en las posibilidades de teletrabajo.
El efecto simulado de la cuarentena sobre la desigualdad es el esperado: la desigualdad laboral se amplía producto de la heterogeneidad en las posibilidades de teletrabajo. La participación de los deciles de ingresos más bajos se reduce marcadamente, mientras que las ganancias relativas comienzan a partir del decil 7 y se hacen más notorias en el decil superior. La pérdida salarial posteriormente se traduce al nivel de hogares, ya que los ingresos laborales son el componente principal de los ingresos totales del hogar lo que implica un correlato directo en el nivel socioeconómico de sus miembros. Consecuentemente las estimaciones indican que sería esperable un efecto significativo sobre los niveles de desigualdad y pobreza en la población que logran ser atenuados, pero en ningún caso neutralizados por las medidas de contención dispuestas por el Estado. Al tener en cuenta la condición de elegibilidad de los individuos para acceder al IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) junto con el resto de las ayudas y transferencias extraordinarias se encuentra que los efectos de estas medidas se concentran positivamente sobre los sectores de menores ingresos alivianando el peso de la caída salarial pero que mas haya del diseño de estos instrumentos y del esfuerzo fiscal para sostenerlos, la magnitud del efecto negativo no logra ser neutralizado y por tanto una porción significativa, impacta de lleno especialmente en sectores medios y bajos de la población.
Escapar por un momento a la coyuntura
Estos efectos más que cuestionarnos acerca de los aspectos coyunturales acerca del abordaje de la pandemia en términos de la duración del aislamiento social y las limitaciones a la movilidad deberían abonar a una discusión de fondo, vinculada a la dinámica del empleo y la estructura productiva. Mas allá de las posibles variantes a en las medidas de contención aplicadas y el grado de restricción que suponen, lo cierto es que los límites impuestos por la pandemia son tales que la crisis que trae aparejada alcanza una magnitud a la que no es posible escapar. Lo que es igualmente cierto es que al mismo tiempo este efecto se ha visto amplificado por las vulnerabilidades estructurales que aquejan al empleo desde larga data, dejando entrever los desafíos y restricciones que estuvieron siempre presentes, así como sus repercusiones sobre los sectores con menos derechos y más relegados.
La imposibilidad de emplearse bajo una relación contractual estable golpea directamente a los sectores más vulnerables y los deja con pocas herramientas y garantías para enfrentar un shock repentino.
Como hemos visto la ausencia del empleo formal de calidad es uno de los principales canales por los que los shocks se trasladan y se amplifican. La imposibilidad de emplearse bajo una relación contractual estable golpea directamente a los sectores más vulnerables y los deja con pocas herramientas y garantías para enfrentar un shock repentino. En nuestro ejercicio de simulación suponíamos que esta dimensión era crucial ya que afectaba las chances de continuar recibiendo ingresos durante el periodo de asilamiento y, en este sentido, los datos de encuestas publicados por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA corroboran la relevancia de este efecto. Para el caso de Buenos Aires la UCA informa que la mayor pérdida de ingresos se acentúa marcadamente para el caso de trabajadores por cuenta propia, patrones de pequeños y medianas empresas y el empleo o trabajo temporario. Así para el caso de empleados formales, tanto del sector público como privado, más del 55% declara que sus ingresos se mantuvieron igual o aumentaron, mientras que para el promedio de trabajadores no asalariados este porcentaje no alcanza al 20%. Dentro de este último grupo, los empleados de casas de familia y trabajadores temporarios declaran en un 50% de los casos haber visto reducidos sus ingresos y en un 30% no haber tenido algún tipo de ingresos. La pérdida de empleo también golpea con mayor dureza a estos sectores donde se encuentra la mayor cantidad de casos que declaran haber perdido el empleo o estar suspendido sin trabajar. Estos datos revelan que efectivamente la informalidad y la precarización es un factor de afectación directa que arrastra a los sectores más vulnerables.
Por otro lado, la interacción con la tecnología también se vuelve relevante a la hora de comprender los impactos. Como hemos visto esta dimensión se encontraba estrechamente enlazada al nivel de calificación de la fuerza laboral y por tanto a las habilidades y conocimientos que se vuelcan al mercado de trabajo, las que en última instancia definen las tareas que el trabajador pueda realizar en la producción y por ende su aporte a la generación de valor. Este hecho nos trae el segundo punto estructural para pensar el desempeño y el devenir futuro del empleo. Es imperioso dar la discusión acerca de cómo pensar el empleo de cara al futuro y por lo tanto cuáles son las habilidades en las que será necesario formar a los trabajadores, no solo para evitar los efectos negativos del cambio tecnológico, sino para potenciarlos. La irrupción de la tecnología de la información y los algoritmos a lo largo de todo el proceso productivo tanto de bienes como de servicios, supone en algunas situaciones una amenaza cierta para el trabajador, mientras que en otros estas tecnologías permiten mejorar el desempeño laboral al poder concentrarse en actividades de mayor valor agregado. Cual de estos efectos prevalecerá es una cuestión que en última instancia se define en el campo de las habilidades y conocimientos que traen consigo los trabajadores.
Es imperioso dar la discusión acerca de cómo pensar el empleo de cara al futuro y por lo tanto cuáles son las habilidades en las que será necesario formar a los trabajadores...
Nuevamente los datos ayudan entender la relevancia y la urgencia de estas discusiones que algunos creen aun limitadas al campo de la teoría. Información obtenida de EPH sugiere que en Argentina a 2019 la gran mayoría de trabajadores no hacen uso de algún tipo de tecnología de la información al desarrollar sus actividades laborales y que esta interacción con estos equipos informatizados se reserva y naturalmente se incrementa para los trabajadores con mayor nivel de calificación. Este esquema de interacción entre el empleo y la tecnología ayudan además a comprender el bajo porcentaje de trabajadores que son compatibles con el trabajo remoto y como la incompatibilidad de la tecnología afecta directamente a ocupaciones con menor nivel educativo y consecuentemente menores salarios.
Gráfico 3: Nivel de rutinización promedio y tecnología ocupacional por años de educación. Argentina.
Fuente: Bonavida (2020).
Pero además el grafico nos muestra el Índice de Intensidad de Rutina (RTI), una medida que captura el peso de las actividades y tareas rutinarias entre el total de actividades asociadas a cada ocupación. Nuevamente para trabajadores de menor calificación el nivel de rutina dentro de su jornada laboral es mayor y por tanto es mayor el grado de exposición frente a los procesos de automatización, ya que son estas las actividades que los algoritmos y la inteligencia artificial pueden reemplazar más fácilmente y de manera eficiente. El grafico evidencia un hecho importante, las tecnologías no ponen en riesgo a los trabajos que ya interactúan con ellas, porque las habilidades que de ellos se requieren son complementarias, pero si acechan con mayor fuerza a los trabajadores que son ajenos a este factor. El uso de la tecnología es un espejo de las habilidades que crecientemente irán ganando mayor importancia en el mercado de trabajo. Ocupaciones que requieren de interacción personal, destreza física, coordinación, empatía, así como pensamiento analítico o abstracto, toma de decisión, evaluación en base a criterios subjetivos son aquellas que en el futuro cercano podrán beneficiarse del avance del progreso tecnológico.
Conclusiones
En tiempos de crisis cuando se interrumpen, modifican o alteran los ritmos habituales y cotidianos de la sociedad y por tanto el ritmo de la economía, se vuelven visibles con fuerza fenómenos que en la dinámica habitual se relegan o que ni siquiera llegan a captar la atención suficiente de la ciudadanía, los medios o los espacios de pensamiento. La crisis ocasionada por la pandemia del COVID, aunque diferente en su tipología a muchas otras crisis que hemos enfrentado antes, comparte ese rasgo característico por el cual el tiempo postcrisis no nos devuelve al punto inicial, sino que más bien reconfigura y altera profundamente la dinámica en la que veníamos inmersos. Buena parte de este nuevo esquema surge a partir de la discusión, la toma de conciencia y la visibilidad en torno a las dimensiones a través de las cuales el shock, se traslada y se traduce en un impacto directo en la sociedad. La dimensión del mundo del trabajo ha sido sin duda uno de los canales más relevante para comprender una buena porción de este impacto.
Particularmente el aislamiento social y obligatorio para contener la escalada del virus ha puesto la mirada en una práctica hasta aquí poco conocida y poco analizada, la del trabajo remoto. Detrás de este subyace una cuestión más profunda, la de la interacción de la tecnología con el empleo. Al indagar acerca de cómo la compatibilidad del trabajo remoto con las distintas ocupaciones define el grado en el que es posible continuar desarrollando el trabajo habitual y persiguiendo el ingreso asociado, queda claro que este impacto es bien diferencial dentro del universo del empleo. Solo un cuarto del empleo total estaría en condiciones potenciales de adoptar esta modalidad, estando este grupo caracterizado por mayores niveles de formalización, de nivel educativo, calificación y de salarios. El 75% restante en cambio presenta características que lo configuran como grupos con mayor precarización e informalidad, menor estabilidad laboral y menores remuneraciones. En última instancia esta situación los expone a una sufrir con mayor probabilidad y en mayor magnitud las dificultades que supone la pandemia, proveniente del shock de ingresos, que como hemos visto afectaría con mayor fuerza a este sector de trabajadores con menores remuneraciones.
No sin riesgo de perdernos en la coyuntura y los debates superficiales, esto nos invita a pensar en dos sentidos, incluso mucho más profundos que los debates acerca del teletrabajo. Por un lado, la crisis nos devuelve la mirada sobre la importancia de una cuestión siempre conocida: la de la formalidad laboral y la generación de empleo de calidad. La necesidad central de asegurar la estabilidad y el acceso a los derechos laborales para una porción mayor de la población queda demostrada en contextos como los que nos toca atravesar, en los cuales la precarización laboral supone amplificar los efectos negativos y redireccionarlos con mayor fuerza hacia sectores que ya se encuentran en condiciones más desfavorables, y, por tanto, con menores recursos y herramientas para sobrellevar un shock negativo inesperado.
...la noción de lo dinámico trae consigo la idea del cambio y de evolución y por tanto obliga a pensar en las transformaciones que esperamos moldeen las formas de producción y la interacción entre capital, tecnología y trabajo.
Al mismo tiempo es deseable que esta estabilidad venga asegurada no solo por el alcance de la legislación y la normativa sino también que sea sustentable y favorezca la dinámica misma del mercado laboral. Justamente la noción de lo dinámico trae consigo la idea del cambio y de evolución y por tanto obliga a pensar en las transformaciones que esperamos moldeen las formas de producción y la interacción entre capital, tecnología y trabajo. Esta crisis pone sobre la mesa un tema tan relevante como urgente, el de las habilidades del futuro que serán necesarias para sobrellevar y potenciar el ya comprobado avance de la tecnología en los procesos productivos. Pensar cómo vincular crecientemente al empleo con la tecnología bajo un esquema favorable para los trabajadores implica dar la discusión de qué conocimientos serán relevantes de cara el futuro, como se vinculan estos en las ocupaciones y tareas de los trabajadores y como potencialmente se enmarca dentro un espacio mayor, el de la estructura productiva. Todo esto implica una estrategia más allá del corto plazo, para que la discusión de fondo sea siempre la del desarrollo sostenible.
Referencias
Bonavida, C. & Gasparini, L. (2020) El impacto asimétrico de la cuarentena. (No. 261). CEDLAS, Universidad Nacional de La Plata.
Bonavida, C (2020). El Riesgo de Automatización desde la Perspectiva de Contenido de Tareas. Estimaciones para Argentina (No. 0264). CEDLAS, Universidad Nacional de La Plata.
INDEC (2020b) Informe de avance del nivel de actividad. INDEC, Cuentas Nacionales, Vol. 4, Nº 4, Buenos Aires, abril.
Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Serie Estudios: Impacto Social de las Medidas de Aislamiento Obligatorio por COVID-19 en el AMBA. Junio 2020.