¡Viva La Revolución!

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Reseñas

Sobre América Latina

¡Viva La Revolución!

De Eric Hobsbawm


Por: Renzo Balbiano
Tramas 9789874479037 ¡Viva La Revolución!  Revista Tramas

Eric Hobsbawn (1917- 2012) fue profesor de Historia Social y Económica en el Birkbeck College de la Universidad de Londres, mundialmente conocido por su trilogía “La era de la revolución, 1789-1848”, “La era del capital, 1848-1875” y “La era del imperio, 1875-19” a la cuales añadió un cuarto volumen “Historia del Siglo XX” constituyéndose el conjunto, en obras referentes para obtener una imagen sobre la cambiante y compleja Edad Contemporánea de los siglos XIX y XX.

El libro a continuación se compone de una recopilación de ensayos y escritos del propio Hobsbawn sobre Latinoamérica, labor llevada a cabo por Leslie Bethell, profesor emérito de Historia Latinoamericana en la Universidad de Londres e investigador emérito de St. Antonys´s College, Oxford, quien dirigió la ambiciosa obra -16 volúmenes- de la “Historia de América Latina” de la editorial Crítica.

Es necesario tener en cuenta dos consideraciones importantes para entender a Hobsbawn en su labor de historiador. En primer lugar, fue uno de los principales referentes de un paradigma sobre la concepción y formulación del conocimiento histórico: “La Escuela Marxista Británica”[1], que brindó aportes sumamente novedosos a la Historia Social desde la casa editorial de la Universidad de Oxford principalmente. Pero además, estos historiadores acompañaron el academicismo y la adscripción a la teoría marxista con la militancia dentro del Partido Comunista Inglés.

De aquí la motivación en comprender los procesos de luchas sociales contra la desigualdad, y el interés, según nos narra Bethell en la introducción del libro, de Eric Hobsbawn por Latinoamérica, con su potencial para la revolución social. En efecto, el primer artículo del libro corresponde a su experiencia visitando Cuba en octubre de 1960 en calidad de delegado del Partido Comunista de Gran Bretaña, invitado por Carlos Rafael Rodríguez del Partido Comunista Cubano. De su mirada se desprenden -en ese momento similar a la de muchos intelectuales de izquierda- impresiones positivas hacia el régimen. Lo sorprende en la isla el apoyo popular hacia la revolución que se encontraba todavía en fase ascendente y que tendría su coronación en la prueba de fuego del desembarco de disidentes contrarrevolucionarios en la Bahía de Cochinos.

Como observador crítico analizaba las ventajas del régimen de Castro: una reforma agraria bien formulada integrando los campesinos sin tierras en unidades de producción más grandes bajo una agricultura bien planificada; suelos fértiles, sub-poblados y escasamente cultivados que permitirían saltos de producción, comunicaciones bastantes desarrolladas (la televisión) que extenderían cierta democracia directa y un catolicismo poco enraizado en la sociedad que restaba dificultades. Por otro lado, destacó el pragmatismo del castrismo para encarar las transformaciones: la continuación de la revolución a través del Estado, la disolución del ejército y el pueblo armado para evitar contrarrevoluciones como en los casos de la Venezuela de Betancourt y de Arbenz en Guatemala.[2] Muchos años después desde la perspectiva temporal reconocería las ventajas con las que contó Fidel y Guevara que “(…) se propuso conquistar el resto de Cuba con 148 hombres, llegando a 300 en el momento en que prácticamente lo había logrado. (…) una fuerza irregular podía controlar un gran territorio liberado y defenderlo contra una ofensiva de, hay que decirlo, un ejército más bien desmoralizado”. La inacción tanto del gobierno norteamericano como de la agotada dictadura de Baptista, había contribuido con su cuota en la victoria.[3]

La revolución cubana de 1959, tuvo éxito sin embargo, en generar una proliferación de movimientos similares, ya que tal como se planteaba el contexto a partir de los 60`, la revolución por la vía armada parecía ser el único método de conseguirla. Tanto Bethell como Hobsbawn se opusieron a la creencia lisa y llana de que focos guerrilleros establecidos de manual, lograrían por si mismos la revolución, sin tener en cuenta el contexto tanto económico, social y cultural donde se asentaban. Esto fue examinado por Hobsbawn en varios artículos,[4] sobre la consideración del movimiento guerrillero de Castro como modelo general para la revolución latinoamericana y en general para la guerra de guerrillas, sobre todo porque a partir de 1959 las reacciones de Estados Unidos se incrementan para evitar otro fenómeno como el de la Sierra Maestra.

Más que un simple idealista, Hobsbawn pudo observar las condiciones y capacidades revolucionarias de América Latina debido a sus numerosos viajes a países de esta región. El primero de ellos (el 31 de octubre de 1962, en el marco de una beca de viaje de la Fundación Rockefeller para investigar las “formas arcaicas” de revuelta social, el tema de su libro “Rebeldes primitivos”)[5] tuvo como primera parada Recife: “(…) tiene más de ochenta mil habitantes, lo que duplica con creces la población que tenía en 1940; la mitad de ellos vive en los inenarrables ranchos y chozas que rodean cada gran ciudad de Sudamérica, entre el olor característico de esos arrabales: basura y materia vegetal en descomposición (…) en todas partes la pobreza es desesperante”.

Como un historiador que contribuyo a rescatar la historia desde abajo o de los personajes de los estratos más bajos, se interesó por los movimientos campesinos y las luchas de clases de los mismos. Especialmente buscó descifrar la participación de los movimientos campesinos de Perú y Colombia; comprender la organización del campesinado como clase, las movilizaciones y ocupaciones de tierras. Sobre todo en las sierras centrales y del sur de Perú donde a partir de fines de 1950 y comienzos de los 60 se vivió un período de efervescencia con expropiaciones de haciendas y establecimiento de movimientos campesinos en tierras desocupadas. A su vez Colombia, había sido un terreno que también fue abonando una movilización de bases campesinas pero que luego devendría en una guerra civil prolongada a partir del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán que desembocó en “El Bogotazo”, el fenómeno de movilización urbana más espontaneo del que se tenga registro.[6]

Hobsbawn era consciente de la distancia de las elites en América Latina y su nula conexión con el resto del pueblo, el caso que más le llamaba la atención al historiador británico era el peruano. Describía al país (…) “Algo que distingue a la oligarquía peruana de las otras clases dominantes latinoamericanas es su apego apasionado al libre comercio y su repudio a la interferencia estatal en la economía (…) En ningún otro país resulta tan estéril buscar una burguesía nacional o siquiera un sector significativo de manufacturas locales. (…) Perú era un país cuya injusticia social y su indigencia sin atenuantes helaban la sangre (…) Hobsbawn apoyó el gobierno revolucionario de las fuerzas armadas con el general Juan Velasco Alvarado, que había asumido el poder en el país en octubre de 1968 y tuvo más fé en él que en cualquier movimiento guerrillero de los de ese momento. Entendía que una reforma agraria radical que acabara con el sistema económico de las haciendas peruanas famosas por sus injusticias y explotaciones solo se daría desde arriba y por la fuerza, completando la tarea de las ocupaciones de tierras de campesinos que habían tenido lugar unos años antes de la implantación del régimen[7].

Por otro lado, también escribió sobre el régimen chileno del socialismo por la vía democrática de Salvador Allende, encontró fascinante el ascenso de un líder apoyado por una sólida clase obrera como era la chilena, sumado a la unión de los socialistas y comunistas. Sin embargo, no lo sorprendió el golpe tres años después, la vía democrática del socialismo enfrentaba muchas dificultades en los 70´, década con dictaduras para varios países del cono sur, enmarcadas en un contexto creciente de polarización por la Guerra Fría y la mayor intervención de Estados Unidos en asuntos latinoamericanos[8].

Cabe señalar que como gran aporte de esta obra estamos ante un historiador que fue uno de los primeros en observar la complejidades propias de América Latina y el peligro de usar categorías de exploración y explicación propias del ámbito europeo para esta zona. Relata en el cuarto capítulo “(…) Creemos que sabemos muy bien cuáles son los intereses de los fascistas, hombres inspirados por Hitler y Mussolini. Pero en Bolivia una coalición formada por seguidores locales de los nazis, por otros nacionalistas menos fáciles de clasificar y por trotkistas hizo una revolución social que nacionalizó las minas, distribuyó la tierra a los campesinos, y reemplazó a las Fuerzas Armadas por una milicia de pobres y campesinos armados”[9].

La misma perspicacia en su análisis le permitió argumentar en un ensayo que el desarrollo de la moderna economía capitalista, “generaba o regeneraba, en varios lugares y en varios momentos, relaciones sociales de dependencia no capitalistas (sino) claramente feudales”. Este nuevo feudalismo si bien transicional y marginal, se desarrolla entre fines del siglo XIX hasta la crisis de 1930, cuando América Latina se termina de integrar completamente a la economía mundial capitalista en expansión. El eje de su análisis es la hacienda “una innovación americana”, unidad económica donde observa una organización interna y relaciones de tipo feudales.[10]

Por último, no puede dejar de referirse a la otrora revolución exitosa por excelencia de Latinoamérica “La Revolución Mexicana (…) fue la primera de las grandes revoluciones en el mundo colonial y dependiente en el que las masas trabajadoras desempeñaron un papel principal”[11].

En definitiva, “Viva La Revolución” es una obra esencial para comprender una parte importante de la historia de esa gran parte de la población muchas veces olvidada o en la que se hace poco énfasis, que son las zonas rurales y sus habitantes, sus mecanismos de luchas, sus configuraciones sociales, siempre cambiantes y complejas en una región (Latinoamérica) que a su vez ha dado cuenta de profundas transformaciones y cambios sobre todo en el siglo XX. Ya lo decía Hobsbawn sobre la revolución demográfica y el incremento notable de la población “(…) no hace falta ser un profesional de las encuestas para horrorizarse del aspecto más notable de esta revolución (…) el éxodo temible, desde los pueblos y desde el interior hacia las ciudades (…) los migrantes rurales en las villas miseria y en las poblaciones precarias (…) son ignorantes e inocentes, y comprar su votos donde pueden votar, cuesta poco. Pero no pasará mucho tiempo antes de que la pasión que hoy ponen en hinchar por su club de fútbol se politice”.[12]

[1] Maurice Dobb, Rodney Hilton, Christopher Hill, E. P. Thompson y el mismo Hobsbawn nucleados en torno a la revista editada por Oxford University Press, a partir de 1952 “Past and Present” llevaron a cabo una renovación en los estudios históricos destacándose su labor por: a) superar el determinismo económico de considerar la totalidad social basada en el modelo “base” y “superestructura”; b) estudiando el origen, desarrollo y expansión del capitalismo, como cambio social en sentido amplio y no solo económico; c) haciendo hincapié en el análisis de las luchas de clase y d) la perspectiva poco frecuente hasta ese momento de la historia desde abajo, es decir, las experiencias, acciones y luchas históricas de las clases bajas en oposición a la historia de grandes personajes o héroes y la elite (historia desde arriba). Kaye, Harvey (1989), Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio, Prensas Universitarias, Universidad de Zaragoza, Zaragoza.

[2] Capítulo 1, “Los horizontes de Cuba”.

[3] Capítulo 19, “La revolución cubana y sus secuelas”.

[4] Capítulos 21, “Guerrillas en América Latina”; 22, “Guerrillas latinoamericanas: una encuesta”, y 23, “Imperialismo estadounidense y revolución  en América Latina”.

[5] Introducción “Eric y América Latina” por Leslie Bethell.

[6] Capítulo 13, “Ocupación campesina de tierras: El caso de Perú”. También capítulos 9, “Un caso de nuevo feudalismo: La Convención, Perú” y 14, “Un movimiento campesino en Perú”. Para Colombia: capítulo 15, “Movimientos campesinos en Colombia”.

[7] Capítulo 24, “Los militares como revolucionarios”; Capítulo 25, “¿Qué hay de nuevo en Perú?”; Capítulo 26, “La peculiar revolución del Perú”.

[8] Capítulo 26, “Chile: año uno; Capítulo 28, “El asesinato de Chile”.

[9] Capítulo 4, “América Latina: no hay región más revolucionaria”.

[10]Capítulo 8, “Elementos feudales en el desarrollo de América Latina”; Capítulo 9, “Un caso de neofeudalismo: La Convención, Perú”.

[11] Capítulo 18, “La revolución Mexicana”

[12] Capítulo 5, “Cambio social en América Latina”.

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