Las Crisis de la Democracia. Prof. Adam Przeworski

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Reseñas

Las Crisis de la Democracia. Prof. Adam Przeworski


Por: Equipo Editorial
Tramas przeworski-tapa Las Crisis de la Democracia. Prof. Adam Przeworski  Revista Tramas

Esquema temático

Parte I. El pasado: las crisis de la democracia

1. Patrones generales.

2. Algunas historias.

3. Lecciones de la historia: qué buscar

Parte II. El presente: ¿qué está sucediendo?

4. Las señales.

5. Causas potenciales

6. ¿Dónde deben buscarse explicaciones?

7. ¿Qué puede carecer de precedente?

Parte III. ¿El futuro?

8. El funcionamiento de la democracia.

9. La subversión sigilosa

10. ¿Qué puede suceder y qué es imposible que ocurra?

 

Reseña.

Este último libro del Prof. Przeworski publicado por Siglo XXI da continuidad y profundiza la investigación y las reflexiones expresadas en dos de sus anteriores obras: “Qué esperar de la democracia?” y Porqué tomarse el trabajo de hacer elecciones?”

En la obra que nos ocupa el polítologo polaco hace una revisión del estado del sistema democrático a partir de un estudio intensivo, profundo y comparativo de distintos países y se pregunta si el descontento social generalizado está indicando el fin de una era.

Przeworski inicialmente y con el objeto de situar al lector, define que entiende por “democracia” asumiendo que “su” definición es una entre otras muchas posibles. Así, asume que democracia es “un arreglo político en el que la gente escoge sus gobiernos a través de elecciones y tiene posibilidades de remover a quienes están en el gobierno si ya no le gustan”. Destaca que esta definición es un concepto mínimo, elector.

Sostiene que la vigencia y calidad de la democracia entra en crisis cuando algunas características consideradas rasgos constitutivos están ausentes como las elecciones competitivas, el Estado de derecho, los derechos de libre expresión y asociación, etc. Destaca que cuanto más amplio y abarcador el concepto de democracia mayor la probabilidad de que la alteración de una de sus dimensiones habilite identificar una “crisis” del sistema democrático. Por ello sostiene que cuantas más características se asocien a “democracia”, esto es: constitucional, representativa, social, liberal, etc. más crisis se verificarán.

Asumiendo una perspectiva mínima y electoralista de la democracia Przeworski analiza sus problemas, sus limitaciones, sus “fallos”, partiendo de las expectativas que tienen quienes participan en las elecciones y que éstas constituyen un mecanismo para procesar de manera pacífica los conflictos en la sociedad.

Destaca que las elecciones no ”resuelven” ni “concluyen” los conflictos y que es necesario que se cumplan varios supuestos para que dicho mecanismo para procesar los conflictos resulte efectivo.

Estos supuestos implican que: a) los partidos ejerzan efectivamente un cierto grado de control sobre su militancia, b) tengan incentivos para jugar de acuerdo con las reglas y c) las instituciones representativas puedan procesar los conflictos porque todas las fuerzas pueden participar en dichas instituciones.

Przeworski sostiene que la democracia falla frente a alguna de estas situaciones: los resultados electorales no tienen ningún impacto en la vida de las personas, esto es todo sigue igual a pesar del recambio o sustitución de la élite gobernante o cuando quienes ganan las elecciones abusan de su poder ya sea para mantenerse en el gobierno o para reducir la competitividad electoral.

En “Las crisis de la Democracia” realiza un análisis de democracias fallidas apelando al relevamiento de los principales problemas de democracias actuales, a resultados de estudios estadísticos, a análisis históricos, todo lo cual le permite plantear -en sus propias palabras- no conclusiones definitivas sino intuiciones y aproximaciones a la comprensión del debilitamiento de los regímenes democráticos. Establece que este tiene que ver sin duda con el debilitamiento de los partidos pero también por la acción de los gobiernos que realizan un deslizamiento al autoritarismo.

Destaca que la polarización es algo extremadamente peligroso y es una de las razones por las cuales la democracia está en crisis en varios países. Esto no es nuevo pero su agudización, el aumento de la hostilidad -que en varios países llega a odio- es una señal inequívoca de crisis.

El peligro -destaca- es que en ese marco de quiebre las elecciones no pueden cumplir su función de procesar los conflictos de manera pacífica. El riesgo es que los perdedores de las elecciones no reconozcan los resultados abriendo la puerta a una solución violenta.

La polarización permea fuertemente las relaciones sociales en el día a día porque en algún sentido vivimos una época de sentimientos partidarios fuertes con partidos débiles y fundamentalmente porque los partidos tradicionales no están expresando ni canalizando adecuadamente las expectativas, los posicionamientos de los ciudadanos comunes que sienten cierta orfandad en relación a contar con intermediarios para satisfacer sus demandas.

Finalmente, y a modo de síntesis, el autor destaca que las amenazas, los problemas actuales de la “democracia” no son sólo o meramente políticas sino también económicas, sociales y culturales.

En el presente las causas del descontento democrático global son sistémicas, profundas y no se removerán mediante acciones puntuales ya sea unas elecciones o un cambio de agenda de gobierno.

Cree el autor que la amenaza principal a las democracias actuales es la erosión gradual, sigilosa y casi imperceptible de las instituciones y de las normas vigentes. Esta subversión “sigilosa” se corporiza a través del uso de mecanismos legales existentes en regímenes democráticos para fines totalmente antidemocráticos.

Así nos acerca a un interrogante medular: ¿Qué ocurre cuando un gobierno democrático falla, no cumple con las expectativas de los ciudadanos que lo votaron? ¿Qué ocurre después de las elecciones? ¿Qué alternativas hay?

La lectura de “Las crisis de la Democracia” nos interpela profundamente en cuanto a qué podemos y debemos pedirle a nuestra “democracia”. Nos insta a participar de forma reflexiva y activa independientemente de que nuestra subjetiva definición de democracia sea mínima y electoralista o más amplia y abarcativa.

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