La Unión Soviética Neoliberal: una relación entre la globalización tardía y la erosión democrática*

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Lo que nos dejaron las III Jornadas

La Unión Soviética Neoliberal: una relación entre la globalización tardía y la erosión democrática*


Por: Equipo Editorial
Tramas ricardo-aronskind La Unión Soviética Neoliberal: una relación entre la globalización tardía y la erosión democrática*  Revista Tramas
*Este artículo es una reconstrucción de la conferencia inaugural dictada por el Mgter. Ricardo Aronskind el día 12 de mayo de 2022 en las III Jornadas Chaqueñas de Democracia y Desarrollo. El equipo editorial trabajó con la grabación de la misma, realizando un proceso de desgrabación, y posterior edición para pasar del lenguaje oral a un formato escrito.

En el pasado mes de mayo tuvieron lugar las III Jornadas Chaqueñas de Democracia y Desarrollo organizadas por la Escuela de Gobierno de la provincia. Este año la inauguración estuvo a cargo de Ricardo Aronskind y su conferencia “La erosión de la democracia periférica en la globalización tardía”. Allí se encargó de establecer una lectura de la historia político-económica de los últimos 40 años, indagando específicamente en el proceso de globalización, los actores que la movilizan, las ideas que la sostienen y la erosión que ha generado este fenómeno en las democracias periféricas. En este artículo recuperamos la argumentación del conferencista con la certeza de que presentar estas relaciones entre la globalización y la democracia, fenómenos tan presentes en las vidas cotidianas, pero tan ajenos a la vez, nos devolverá con otras miradas hacia ellos, ubicándonos en la historia reciente.

Comienza Aronskind haciendo un recorrido abreviado sobre los procesos globales que permiten comprender el momento actual en nuestro país. El punto de partida: la postguerra y el mundo que generó. Políticamente marcado por la bipolaridad entre sistemas antagónicos, el capitalista (donde reinaba la propiedad privada de los modos de producción) y el soviético (con la propiedad estatal y la planificación centralizada de la economía). Esta tensión antagónica generaba una competencia ideológica y discursiva, desconocida para la actualidad, pero que ha producido una riqueza sorprendente en la discusión política e intelectual sobre los valores significativamente diferentes de cada sistema. 

La propia bipolaridad generaba una calificación en la que se hablaba de tres mundos, el industrializado capitalista, el que giraba en torno a la unión soviética y el resto de los países, nos explicaba. En el mundo de la postguerra, la teoría económica predominante en el mundo capitalista era el keynesianismo, con su supuesto central sobre la necesidad de intervención estatal en la economía cuando ésta salía del equilibrio, regulando los mercados, controlando y garantizando que no generara crisis significativas. Durante este período, el Estado y la política tenían una autonomía relativa en relación a las corporaciones. Es decir, los primeros estaban dotados de poder y los dirigentes políticos tenían una capacidad significativa de pensar más allá de las necesidades de las corporaciones. La imagen de esto se encuentra en Eisenhower (el presidente republicano estadounidense desde 1953 hasta 1961), general victorioso de la Segunda Guerra Mundial, denunciando por televisión al complejo industrial militar. Esa fue la autonomía intelectual y política de los Estados y los políticos respecto a las corporaciones. Por último, reinaba el Estado de Bienestar: un conjunto de instituciones que garantizaba ciertos pisos sociales mínimos en la población de los países centrales, pero también en la periferia. El socialismo planteaba que el capitalismo era un régimen social injusto, que la gente pasaba miseria, era un régimen de explotación, mientras que el socialismo era otra cosa. El capitalismo le respondió con el estado de bienestar, mostrando que era posible que las masas vivieran bien, estén protegidas, tengan jubilación, tengan seguro de desempleo, tengan vacaciones, tengan salud, tengan educación, todo esto dentro del capitalismo. De hecho, los manuales del mainstream de la economía norteamericana que se utilizan en Argentina (en las ciencias económicas), enseñaban que la economía capitalista era una economía mixta, el mercado y el estado colaborando en roles específicos.

Este mundo de la postguerra se disuelve desde mediados de los años 70′, continúa Aronskind. El mundo actual es un planeta completamente distinto. La cuestión es cómo se da el proceso de destrucción de ese orden que duró aproximadamente 30 o 35 años, para dar paso al mundo actual: la globalización neoliberal. Entre varios de los cambios significativos, recupera dos. Primero, la modificación en la relación capital-trabajo, con un proceso de deterioro del poder del trabajo y un empoderamiento brutal del capital. Las transformaciones institucionales, cambios tecnológicos, políticos e ideológicos crearon este escenario donde el capital configura al planeta de acuerdo a sus intereses. El otro cambio significativo se da en la relación entre el Estado y las corporaciones a nivel internacional. Previamente, el Estado tenía cierta autonomía relativa, contaba con capacidad de disciplinamiento, y estaba a cargo del funcionamiento del sistema capitalista, por lo que eventualmente podía chocar con ciertas corporaciones. Desde mediados de los 70’ comienza una creciente subordinación de los Estados a las necesidades corporativas internacionales, evidenciado en el presupuesto de Estados Unidos: siempre deficitario, hecho a la medida del complejo industrial-militar, el complejo de los laboratorios y la medicina paga, de los grandes bufetes de abogados. 

Las transformaciones institucionales, cambios tecnológicos, políticos e ideológicos crearon este escenario donde el capital configura al planeta de acuerdo a sus intereses

Estos cambios pueden pensarse desde la globalización, sobre la que existen muchas definiciones, pero nuestro conferencista focalizará en cómo, a partir de este proceso en los últimos 40 años, el mundo de las instituciones sociales, de los mecanismos económicos, de las herramientas de regulación, fueron acondicionadas a las necesidades de las corporaciones multinacionales, a sus requerimientos de inversión, de expansión, especialmente desde la gestión de Ronald Reagan en Estados Unidos, y de Margaret Thatcher en Inglaterra. La aplicación del consenso de Washington en América Latina consistió en abrir las puertas al capital multinacional para que se hiciera de los recursos estratégicos. Fue universal. Incluso en el sudeste asiático, una serie de países de desarrollo intermedio en 1997 afrontaron una severa crisis, asociada a las recomendaciones centrales de la globalización, que implicaba abrir la cuenta capital: dejar que los capitales financieros internacionales entraran y salieran.  

La globalización es poderosa: representa los intereses de las corporaciones multinacionales centralmente, más que la de los Estados. Hay Estados que se han beneficiado, como China, hay algunos que en períodos ganan y en otros pierden, como Estados Unidos, y en general la periferia latinoamericana, junto con sus dirigencias, han perdido. Una de sus fuentes de poder está en la capacidad de apelación ideológica, estamos permeados y penetrados sistemáticamente por un conjunto de ideas e imágenes vinculadas a las ilusiones, las fantasías y las esperanzas que nos vamos creando a lo largo de este proceso. Thomas Friedman, periodista norteamericano, escribió “La tierra es plana”. Parafrasea Aronskind: “se acabó esto de los Estados, acá solamente hay un mundo y estamos todos igualados, no hay fronteras así que todos podemos participar en estos procesos fabulosos desde cualquier lugar, podemos estar en el centro de África, con una computadora y volvernos millonarios, se acabó la cuestión de los privilegiados”. Se terminaron las diferencias entre los países y las regiones: todos consumimos. 

Esta idea se asienta en la ideología de la globalización, y las bondades de la tecnología. Esta tecnología, que surgiría de los árboles y cualquiera la podría aprovechar para su propio beneficio, resultaría neutra, además, podría ser utilizada para todo tipo de cosas. En la realidad, la tecnología tuvo que ver con la creación de muchísima mano de obra desocupada, y también con las características adquiridas por el capital en los últimos 40 años, como la movilidad del capital financiero, cuyo efecto es el adoctrinamiento de los países y los gobiernos. También la tecnología permitió fragmentar el proceso productivo a nivel planetario, ubicando fragmentos de la producción donde exista mano de obra barata, donde la energía también lo sea, donde se pueda destruir el medioambiente. Continuaba Aronskind dando cuenta de que esa misma ideología predijo el fin del trabajo, y actualmente trabajamos más que nunca. Se predijo también que las industrias de nuestros países (y de los centrales) iban a deslocalizarse: el resultado fue que la producción se mudó a China, a Vietnam, a Pakistán, a Sri Lanka, a Bangladesh, es decir, a países de mano de obra barata. No está deslocalizada, el capital productivo se fue a las regiones del mundo donde podía pagar menos. 

La idea del enriquecimiento rápido es otro elemento característico de esta ideología que nos traía el docente: cualquiera puede ser violentamente ultra millonario en 3 minutos. Las criptomonedas iban a ser monedas para todo el mundo, sin embargo, se presentan como una vía al enriquecimiento acelerado en el corto plazo, realmente una ilusión de masas muy parecidas a las del dorado1 de hace dos o tres siglos. Ahora bien, esta es la ideología de la globalización, que penetra porque está impulsada desde algunas naciones, desde diferentes plataformas que hacen circular imágenes, cuando su funcionamiento real es muy distinto. Thomas Piketty (economista francés) demostró cómo a fines del siglo XIX el mundo y las economías centrales eran brutalmente desiguales, hasta que en el siglo XX se redujo esta disparidad, a partir de los dos conflictos mundiales. En las últimas décadas del siglo pasado, sin embargo, esta tendencia se revirtió nuevamente. Ahí emergen movimientos de protestas, como Occupy Wall Street, en Estados Unidos durante la crisis del 2008, que planteaban que el 1% de la sociedad norteamericana capturaba buena parte de la riqueza que se producía en EE.UU. Este es otro efecto de la globalización: revirtió el acercamiento a una distribución igualitaria de la riqueza cosechada a lo largo del Siglo XX. 

cualquiera puede ser violentamente ultra millonario en 3 minutos. Las criptomonedas iban a ser monedas para todo el mundo, sin embargo, se presentan como una vía al enriquecimiento acelerado en el corto plazo, realmente una ilusión de masas muy parecidas a las del dorado

Otra característica de globalización es la financiarización, es decir, cuando se desataron las manos del capital financiero, regulado durante el periodo keynesiano, momento en que comienzan a aparecer las crisis financieras reiteradas. Emergen de un mecanismo internacional que no tiene control público alguno, ergo, los capitales hacen lo que quieren en todo el planeta, señalaba Aronskind. No sólo en Argentina, en el mundo. Todo gobierno capitalista que acepta la libre movilidad de los capitales, se convierte en víctima del capital financiero internacional, que mientras acuerda con la actuación del gobierno, permanece, pero ante una modificación, se retira, generando desastres económicos. Esto pasa en la periferia, pero también le paso Mitterrand (presidente de Francia entre los años 1981 y 1995) cuando anunció un programa económico muy avanzado desde el punto de vista social y precipitó la bolsa de Francia, lo que lo obligó a retroceder rápidamente sobre su propuesta programática. El mecanismo de la financiarización genera las burbujas, fenómeno conocido en Argentina. Desde el lado anecdótico es considerado el resultado de la ambición de algunas personas, quienes inflan los valores de la bolsa, eso explota, como en Estados Unidos y la crisis del 2008. La codicia era la explicación financiera. Otra explicación es que el capital financiero tiende a reproducirse a sí mismo de una forma delirante, creando una ilusión de riqueza rápida y colectiva que es ficticia, y como toda burbuja, explota, arrojando una experiencia real de empobrecimiento colectivo. Esto pasó en el mundo. Sigue pasando en Argentina, y no hay ninguna legislación internacional que tienda a evitarlas, porque ese capital financiero es el que regula a las instituciones de la democracia y no al revés. 

Las crisis financieras periódicas también producen otros fenómenos como la incertidumbre, eso que no existía en la época del capitalismo regulado. Ahora vivimos con un alto nivel de incertidumbre, las ganancias tienen que ser tan rápidas, ya que no sabemos qué va a pasar pasado mañana. Esto genera una presión sobre la rentabilidad extraordinaria. Antes de los años 70’, la acumulación estaba vinculada a la producción. La lógica era producir más, si se invadía un país era para producir más, así se acumulaba, sacando gente de la competencia, derrotando otras empresas. Pero las dinámicas actuales derivan en lo que David Harvey denomina acumulación por desposesión, esto es, cada vez se acumula más despojando a otros de riqueza ya producida gracias al capitalismo financiero. Argentina, por ejemplo, endeudada desde la dictadura de 1976, todos los años tiene que remitir una parte de su producto bajo la forma de dólares al resto del mundo. Cada tanto, hay algún gobierno que reimpulsa ese proceso de endeudamiento, que tomado a distancia constituye una especie de feudalismo financiero, es decir, el país está sometido el país a una relación económica que genera el pago de un diezmo anual al capital financiero global. Una autora inglesa, Susan Strange, lo ha denominado capitalismo de casino, es como si tuviéramos una gigantesca mesa de té, donde en lugar de fichitas, son millones y millones de dólares, que /se ponen en un lugar/ se saca/ se gana plata/ se hunde a algún gobierno/ se hunde algún país /y así seguimos. Todo este proceso que lleva más de 40 años, que si lo pensamos en perspectiva histórica es más largo que toda la época de oro del capitalismo de postguerra, ha llevado prácticamente a la reversión de todos los elementos que considerábamos interesantes del periodo keynesiano de postguerra, puntualizaba Aronskind.

El mundo se hizo bipolar, se derrumbó la unión soviética, que desde el punto de vista del imaginario global tenía el valor de representar a un sistema social alternativo al capitalismo y que funcionaba. En el imaginario, la existencia de la URSS habilitaba la existencia de otro lugar donde las cosas se hacían de otra forma, la gente vivía y el país era bastante poderoso. Su desaparición, desde el imaginario del capitalismo en los años 90, marcó el final de un sistema alternativo. No solamente se terminó el modelo soviético, se terminó también la social democracia, la idea de que pueda haber un capitalismo humanizado. Se puso en boga la inviabilidad en el mundo periférico de los movimientos nacionales populares o del nacionalismo periférico. La contestación en Argentina fue el Menemismo, y en nombre del peronismo se destruyó todo lo que el peronismo había construido. En vez de estado de bienestar, se consolida la sociedad de mercado. El caso más extremo en estas latitudes fue Chile. Todo privatizado. Estudiar implica(ba) crédito bancario y deuda por 40 años. Salud igual. Jubilación igual. Traía a colación Aronskind que el sistema jubilatorio chileno está saltando por el aire, la gente se hartó de jubilaciones miserables, crece la presión pública, y los beneficiarios van retirando cada vez una parte más grande del fondo jubilatorio. 

Se puso en boga la inviabilidad en el mundo periférico de los movimientos nacionales populares o del nacionalismo periférico. La contestación en Argentina fue el Menemismo, y en nombre del peronismo se destruyó todo lo que el peronismo había construido

Entonces, estado de bienestar, no. El Estado desprotege y deja que la gente se arregle como pueda, lo que es bueno desde la perspectiva liberal. Es bueno en tanto genera tensiones fuertes, cuyo efecto es la disciplina para que la gente trabaje, que se mate trabajando y que no tenga colchón de contención social, siendo que, de contar con eso, no sería tan dramática la perdida de un empleo, porque tendrían seguro de desempleo, ahorros, hospital público que funciona. Sin ese colchón de contención social, sin empleo, sin conexión con la producción privada, la gente se cae del sistema. Así funciona la economía norteamericana y se expandió a diversos países del mundo, incluida América Latina.

No sólo el nivel de autonomía del Estado pasa a estar crecientemente subordinado a la necesidad de las corporaciones, nos explicaba, sino que la cabeza de los políticos se subordinó a las corporaciones. Se destruyó la imaginación política que podía pensar más allá de las necesidades de las empresas. En Argentina, todos los años cambiábamos de huso horario para ahorrar energía eléctrica. Con las privatizaciones del menemismo se eliminó la idea de ahorro de energía porque era necesario que la empresa vendiera más. No importaba el gasto energético, no importaba cuidar el recurso, lo que importaba eran las ganancias de la empresa. En el menemismo se materializa el cambio de valores, que no es local, es internacional. Hace unos años el ministro de economía de Paraguay viajo a España para vender Paraguay. Pensaríamos que era vender publicitariamente. No, fue a vender Paraguay. El discurso hacia los españoles, que rememoraba Aronskind: «compren tierras en Paraguay, es buen negocio, apta para la soja, la soja internacional tiene un precio buenísimo. Vengan a Paraguay a comprar tierras». Una parte importante de la población de Paraguay vive en el campo, y el desplazamiento de esa población campesina terminaría en un desastre social. Ahora, el ministro de economía vendiendo tierras paraguayas no es sólo un cipayo, sino una persona que ha perdido toda la noción de para qué está la política. En ese mundo, la política está el servicio de las corporaciones y de los negocios corporativos. No hay más imaginación política. 

En el mundo en que vivimos existe el empobrecimiento material de las masas, pero también una profundización del empobrecimiento ideológico cultural. Los debates de la postguerra eran debates gigantes de la teoría, por ejemplo, los planteados por Raymond Aaron, un conservador francés. El empobrecimiento de las ideas se percibe en las discusiones cotidianas donde se puede decir cualquier cosa porque ya no hace falta argumentar. Esto nos lleva al punto de las erosiones de las democracias. Los economistas sufrimos hace rato lo que se denominó en los 90 el pensamiento único, recordaba Aronskind. La economía es un campo muy particular donde conviven diferentes escuelas del pensamiento, pero se ha instalado a nivel internacional que existe una sola corriente. Teóricamente es conocida como la corriente neoclásica, y políticamente como la corriente neoliberal. Se presenta como que esa es la economía. No hay otra. Es la economía que se enseña en el principal foro académico, los Estados Unidos, y por su primacía en el mundo académico y en el mundo económico internacional, es el paradigma que se transforma en el dominante a nivel global. No tenemos tiempo para desarrollar los problemas que tiene esta corriente: su falta de capacidad de mirar realmente los fenómenos económicos, sus problemas epistemológicos, su base imposible de comprender, su idea de un individuo racional, de una sociedad donde no hay relaciones sociales. Es una corriente teóricamente precaria, y la única explicación de su vigencia descansa en su funcionalidad para el mundo de los negocios. No hay ninguna explicación científica de como una teoría que debería estar estudiándose en el museo de las cosas raras que existieron en alguna época, sea la corriente predominante a nivel global, en la reserva federal de los Estados Unidos, en el Banco Central Europeo, en el Fondo Monetario Internacional, en el Banco Mundial, en la Organización Mundial del Comercio y en todos los países capitalistas más importantes. Es una corriente que diríamos que está cercana a la brujería. Sin embargo, resulta central en el pensamiento económico de occidente, y cumple una función muy importante: mantiene a las masas completamente al margen de la discusión económica, porque no se entiende lo que dicen los economistas. Esta es la corriente dominante que empezó a ocupar el lugar en la sociedad del diagnóstico técnico. Pueden ser de izquierda, peronistas, radicales, o con cualquier otra inclinación política, pero el diagnostico técnico será uno, y será el neoliberal. Esto es una forma de totalitarismo. Es lo que el Pravda (periódico de ex Unión Soviética) significaba para los no soviéticos. La existencia de un solo diario, una sola línea, decían una sola cosa y no era posible pensar por afuera. El Pravda en Occidente lo representa el pensamiento económico neoliberal implantado a través de los medios de comunicación sobre las masas. 

La existencia de un único diagnóstico técnico posible es la negación de la democracia en tanto pluralismo, en tanto debate, en tanto capacidad de la sociedad para determinar su propio destino, pronunciaba Aronskind. En su lugar, lo que tenemos son discusiones entre tecnócratas que nadie puede entender, es decir, 7.500 millones de habitantes del planeta fuera del debate económico porque esa es una cuestión de especialistas. Pero estos mismos especialistas son intelectualmente representantes de las corporaciones. Es decir, las corporaciones lograron sacar a la población de un debate muy importante, del debate económico. No es el único debate importante, pero es el que define entre otras cosas, como vivimos y cuáles son las prioridades de inversión de la sociedad. Eso ha sido expropiado del debate democrático y enviado al mundo de los tecnócratas, en general formados en el pensamiento neoclásico. Un caso emblemático lo conforma el debate por la autonomía del Banco Central. Esta autonomía se traduce en que la sociedad vota autoridades para que hagan determinadas políticas, pero el instrumento monetario para implementar esas políticas no le corresponde a la democracia, sino a los tecnócratas, que son los representantes de los bancos. Es decir, el banco central queda en manos de las decisiones de los banqueros para que hagan lo que quieran con la moneda, esto es en general, que hagan sus propios negocios. Se plaga el debate democrático de esta forma, donde la población ha sido expropiada de discutir sobre su propio destino y sobre sus propias condiciones de vida, en nombre de un discurso técnico que no logran entender.

las corporaciones lograron sacar a la población de un debate muy importante, del debate económico. No es el único debate importante, pero es el que define entre otras cosas, como vivimos y cuáles son las prioridades de inversión de la sociedad

No se podría haber hecho sin la concentración mediática y comunicacional a la que asistimos, ni la abdicación de la izquierda, de los partidos nacionales y populares, de su capacidad para discutir al respecto. Se adoctrina sin ningún problema y sin ningún tapujo a la población, en términos de que se informa con medios independientes, todos los cuales dicen lo mismo. Por supuesto, punteaba Aronskind, que en ese contexto lo que crece, y creció en los países centrales, y en la periferia, es el escepticismo en relación a la política. Las tasas de desafiliación sindical en los países centrales, se debe a que los trabajadores dejaron de ver el sentido de pertenecer a un sindicato, de poner todos los meses alguna cuota sindical para que logren nada. Eso no cambia votando a la derecha o a la izquierda, el programa económico es el mismo. La construcción en muchos países del mundo de un sistema bipartidista, permiten las discrepancias culturales, como en Estados Unidos, donde los demócratas y los republicanos pelean por retrotraer el derecho al aborto. O en España, donde los socialistas y los descendientes del franquismo, discuten si las estatuas de Franco tienen que seguir estando en las ciudades de España o deben sacarlas, porque representan una dictadura. Sobre lo que no van a discutir es el modelo económico. Eso es Chile. Fue un modelo armado por el pinochetismo. De un sistema bipartidista, nadie podría decir que es un régimen autoritario, están los partidos descendientes del pinochetismo, está la centro-izquierda, la democracia cristiana, el partido socialista, se puede votar lo que cada individuo quiera. Pero en términos del modelo económico chileno estaban todos de acuerdo en que había que mantenerlo, es decir, las corporaciones que se hicieron con el poder en Chile con el pinochetismo, tenían que seguir infinitamente en el poder y haciendo los negocios que querían con la sociedad chilena, no ya con el cobre, o con los pescados, o con la riqueza forestal, sino que con todo lo que tuviera que ver con la vida social. Ahora enfrentan problemas de agua, por el cultivo de palta que necesita mucha agua, se les fue de las manos el negocio, y a la población le falta agua. Eso es la sociedad de mercado, y se nos presentó como un modelo económico perfecto. 

El bipartidismo implica que podés votar, pero siempre estas votando el mismo modelo económico, no hay pluralismo (económico). Eso se ha tratado de introducir en todos lados. En Francia estaba el partido de la derecha republicana y el partido socialista, demócratas y republicanos en EE. UU, el laborismo de Tony Blair y los conservadores en Inglaterra, es decir, falsas dicotomías entre dos partidos que supuestamente son antagónicos, pero cuyo modelo económico es idéntico. Estás en la Unión Soviética votando al mismo modelo económico. Unión Soviética disfrazada de un pluralismo en otros terrenos. Eso es la erosión de la democracia. Sheldon Wolin, uno de los teóricos políticos más reputados y liberal, escribió en los años 2000 «Democracia S.A», para decir que la democracia norteamericana había sido distorsionada hasta el punto en que era rehén de las iglesias, de las grandes corporaciones, de los grandes medios de comunicación, de los lobbies sobre el sistema político. Un sistema político subordinado a los diversos grupos de interés. Su punto culmine es la invasión a Irán en búsqueda de armas de destrucción masiva inventadas. La prensa norteamericana es la más liberal y apoyó esta mentira, una forma de manipulación a la población estadounidense que da cuenta de la pérdida de control de los votantes sobre el sistema político. Wolin, un gran demócrata norteamericano, llega a la conclusión de que lo que transitan no es una democracia, es cualquier otra cosa, trae a colación Aronskind. A pesar de esto, ese país continúa definiendo a nivel internacional qué nación es democrática, y cuál no. 

En la periferia el vaciamiento político recorre esos mismos canales de concentración económica, sumado a la incapacidad de los partidos políticos para actuar y el debilitamiento estructural del Estado gestado desde los 80. En Argentina, la dictadura militar minó la economía endeudando a las grandes empresas públicas del Estado, el alfonsinismo terminó en hiperinflación, explicitando la capacidad del mercado para poder voltear a un gobierno. Luego vino el menemismo que se dedicó prolijamente a desmantelar el Estado y sus capacidades: cerró en Banco Nacional de Desarrollo, cerró la Junta Nacional de Granos, vendió las grandes empresas públicas sin ningún programa de modernización. Debilitó estructuralmente al Estado argentino, específicamente a las instituciones que habían sido las locomotoras del desarrollo económico nacional. Las dinamitaron. A partir de ahí, el crecimiento económico quedó subordinado a lo que hiciera o dejara de hacer el mercado. Pero también se vaciaron las elecciones. Cuando vota a Menem, la gente vota la revolución productiva, en su lugar aparece el programa económico del centro, con Alsogaray, semejante al que proponía Angeloz. Votara lo que votara la población en 1989, el resultado sería el neoliberalismo. Vaciamos el sentido del voto. Durante el período menemista se tomaron las medidas que ponían al mercado en el centro del crecimiento, cosas que en el debate actual se anuncian como grandes novedades para salir de la crisis actual. Son las cosas que se hacen siempre, y que terminan como terminaron. Estas medidas del menemismo dan cuenta también del grado cero de autonomía de la política respecto a los intereses corporativos. Se gobernaba a demanda de las corporaciones: el presidente argentino salía en la tapa de las revistas financieras internacionales más prestigiosas diciendo, «que bien lo está pasando argentina». El resultado se vivió unos años después con la catástrofe del 2001, fue el resultado de ceder a las necesidades de las corporaciones. 

Esta lectura sobre la teoría única neoclásica, que deriva en una política neoliberal, donde Argentina da cuenta de sus efectos, se actualiza en las palabras de un economista argentino, Ávila, del CEMA: «toda esta cosa argentina, de estar con la soberanía, y con el nacionalismo y con la cerrazón, y con la industria. ¡Basta! Argentina puede ser un municipio prospero de la globalización», trae a colación Aronskind. Es la imagen de un municipio próspero y de los políticos periféricos, nacidos y criados en este proceso de globalización, quienes empiezan a entender que su lugar es ser gestores locales de un proceso global. Su función es acondicionar a la sociedad periférica para las necesidades de las multinacionales globales en materia educativa, en materia mental, en materia cultural, arrasar lo que se entendía como estado-nación y pasar a una situación municipal donde el único objetivo es ofrecer su territorio para la mejor salud de corporaciones multinacionales. Ya no se habla de política, se habla de gestión. La política es definida por la globalización, la política la dictan las corporaciones multinacionales y el político de la periferia la gestiona. Crear las condiciones para que vengan y hagan lo que quieran con el territorio. También eso es vaciamiento de la democracia. 

Aronskind señalaba que, en los últimos años, se percibe que la globalización no cumple con el imaginario que creó, no cumple con el enriquecimiento inmediato de todos, con la prosperidad de todos, parece que la tecnología no sirve para resolver todos los problemas. Esa imagen ideal de vida no pasa en Estados Unidos, ni en Europa, ni en China, ni en África, ni en América Latina, ni en ningún lugar. No pasa. Lo que sí pasa es un proceso de concentración. Elon Musk dice que se compra twitter, y dispone de 44mil millones de dólares en el bolsillo, el mismo monto de la deuda argentina con el Fondo Monetario Internacional. Eso es normal. Pero no cumple el compromiso de la globalización, y la prueba más contundente es Trump, quien no hubiera existido si no fuera porque una parte de la sociedad norteamericana está profundamente enojada con el destino que le ha dado su capitalismo. El capitalismo que genera en el resto del planeta ensoñaciones de progreso, ensoñaciones de ascenso social, ensoñaciones de prosperidad. El ejemplo de un pedicuro de cualquier país de la periferia que viaja a Estados Unidos y tiene cuatro locales, es una imagen que funciona en todo el planeta. Esta imagen tuvo un piso de realidad en los años 50, 60 y 70. Después comenzó a complicarse. El resultado es Trump y refleja a una parte de la sociedad norteamericana profundamente desdibujada con las mentiras que le han contado sobre la globalización: todos iban a comprar acciones, riqueza inmediata y financiera, jubilaciones increíbles. La idea del ascenso social masivo, del consumo masivo, del éxito masivo, no pasó. Entonces lo votan a Trump, quien ya no pertenece a la vieja tradición de liberal democrática, sino que es un personaje complicado, que intentó un golpe de estado con la famosa toma del Capitolio. No le salió bien, pero hubo un intento que enunciaba: «no aceptamos que haya un triunfo demócrata en las próximas elecciones. Si hay triunfo demócrata, es porque hay fraude». Esto nos habla en los Estados Unidos, advertía Aronskind. Esta formalidad democrática se empieza a profundizar y se clona en el mundo. En Brasil aparece Bolsonaro, con un discurso sorprendente para la composición política de ese país, “hay que perseguir a los comunistas”. Milei, en Argentina diciendo que en la Universidad de Buenos Aires hay adoctrinamiento marxista. Quienes conocen la UBA, se ríen de estas afirmaciones. Los que están en la Facultad de Ciencias Económicas, más. 

Esta nueva derecha, que en Europa aparece con formas vinculadas al odio y al desprecio de los inmigrantes y los extranjeros en general, es una derecha de un nacionalismo raro, es un nacionalismo contra los pobres. Las derechas actuales son neoliberales, y nada tienen que ver con el fascismo histórico. Comparten cierto autoritarismo y cierta violencia, pero el fascismo histórico era industrialista, nacionalista y fuertemente estatista. La derecha actual autoritaria, que está surgiendo con Milei en Argentina, es muy antisocial, no tiene nada que ver con una derecha nacionalista, ni con una derecha que quiere construir un estado eficiente y eficaz, ni industrialista, sino que es el subproducto putrefacto del sistema financiero internacional. Esa derecha por supuesto que asusta porque es violenta, es agresiva, es antidemocrática, pero al mismo tiempo es una derecha que en relación al pensamiento neoliberal tradicional no tiene nada nuevo para decir. Es lo mismo, pero más violenta. Los argentinos lo vivimos en los 90, en el menemismo ya se hizo esto, no hay mucha diferencia sobre lo que proponen. 

En síntesis, remarcó Aronskind que la erosión democrática y la aparición de partidos de derecha liberal autoritaria, que asusta, preocupa, inquieta, no tienen nada nuevo para decir desde el punto de vista económico y social. Nada diferente a lo que ya hicieron, echar empleados públicos, desmantelar empresas públicas, tratar de enajenar pedazos del patrimonio nacional. En Argentina lo hicieron durante la dictadura militar con Martínez de Hoz, y se cayeron, lo hicieron con Menem y terminaron en la catástrofe del 2001 y 2002, y el último intento fue con Macri, 4 años con un respaldo enorme de las embajadas de los principales países del mundo, del empresariado argentino, de los medios de comunicación, del aparato judicial y de parte del sindicalismo, y termino cayéndose. 

En segundo lugar, remarca como una contra-tendencia al fatalismo que plantea la erosión generada por la globalización en las democracias, que aún existe izquierda en el mundo. Se verá en las elecciones en Francia, se vio el avance laborista en las elecciones en Inglaterra. En Alemania aparece una fuerza política de izquierda significativa, están los verdes también. Sin embargo, la prensa internacional en general ofrece un recorte donde en el mundo hay dos derechas, la derecha liberal convencional y la más autoritaria, las dos tienen el modelo económico neoliberal. Entonces presentan un mundo absolutamente desesperanzador y desechan la existencia o la posibilidad de otra alternativa política. En este sentido, el presidente de los Estados Unidos Joe Biden, en principio no iba a pelear la interna demócrata, pero cuando vieron el crecimiento de la figura de Bernis Sanderson, un social demócrata en serio, le pidieron que se metiera para derrocarlo. Esto quiere decir que por todos lados están ocurriendo otras cosas, que sistemáticamente la prensa internacional las reduce y condensa en dos derechas. Más allá de los matices, el modelo económico es siempre el mismo, estamos viviendo en la Unión Soviética neoliberal. Al neoliberalismo nunca le llegó la postmodernidad, nunca nadie les dijo que son un discurso más, una interpretación posible de las cosas. Siguen detrás de la verdad, y en ese sentido tienen el mismo lugar que una religión, una religión tecnocrática, supuestamente científica. La derecha sigue esta religión, y no ofrece nuevas soluciones. 

Más allá de los matices, el modelo económico es siempre el mismo, estamos viviendo en la Unión Soviética neoliberal

Por último, señala Aronskind que la defensa del planeta no aguanta la continuidad de un modelo basado en la forma de consumo en la cual hemos sido educados con el capitalismo. No aguanta que se trate de extender la forma de consumo y de dilapidar recursos populares. Una publicación de medios internacionales enunció que veían con enorme alegría la desaparición del Polo Norte porque permitiría que barcos de gigantesco calado vayan desde los puertos de China, hacia el occidente para llevar más mercancía que nunca. Este pensamiento no da para más, remarcaba el conferencista. La consciencia ecológica está creciendo, sobre todo en los y las jóvenes, a muchos/as de los/as cuales no les interesa absolutamente nada de la política, pero captan que es necesario hacer algo por el planeta. Ahí es donde el capitalismo llegó a un límite muy claro, no tiene nada nuevo para decir sobre esto, continúa gastando, consumiendo, comprando y depredando. Ese es un límite objetivo que ofrece un flanco notable, para que las fuerzas del cambio puedan decir algo.

El recorrido por el que nos guio Aronskind finalmente marca la preocupación que nos moviliza, porque la organización neoliberal propone el socavamiento de la democracia hasta en sus formas más formales, pero también da cuenta de un conjunto de condiciones que dan señales del agotamiento de ese modelo, que ya no tiene nada nuevo para ofrecer. Milei es la actualización de lo que fueron Alsogaray, Martínez de Hoz, que de nuevo y novedoso no tiene mucho, es una gran operación publicitaria. No hay programáticamente un cambio beneficioso para la sociedad. Pero abre la posibilidad de trabajar en la interconexión de fuerzas progresistas en muchos lugares del mundo. De trabajar en la construcción de una alternativa real y profunda de estas condiciones. Porque la defensa del planeta y la defensa del ambiente son claves en estas alternativas que hemos de construir.

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1Leyenda originaria sobre una ciudad de oro. que desvelaba a los conquistadores americanos en el Siglo XVI.

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