La derrota del derecho en América Latina

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Reseñas

La derrota del derecho en América Latina


Por: Jimena Molina
Tramas jimena-portada La derrota del derecho en América Latina  Revista Tramas

Esta breve obra de matices ensayísticos y con una subjetividad que, lejos de perjudicar, aporta al análisis, pone el foco en uno de los factores estructurales que han determinado lo que el autor percibe como un divorcio entre la sociedad y la clase política, que son las propias raíces del sistema constitucional y cómo han incidido en las democracias de América Latina.

No es una novedad que el viejo constitucionalismo de los padres fundadores hace tiempo está en crisis y se ha constituido en un tema recurrente de la teoría política de los últimos años, siendo especialmente visible en Latinoamérica, como bien lo destaca Gargarella. El quiebre en el sistema representativo, la debilidad del sufragio, la desconfianza en el sistema de frenos y contrapesos, los abusos de las clases dirigentes y los manejos y desmanejos a espaldas del pueblo, no constituyen problemas nuevos sino viejos conocidos que nos visitan a diario en cuanta columna de opinión se ofrezca a la lectura liviana (y no tanto). Sin embargo, el autor refresca la temática a partir del cuestionamiento a la génesis misma de la estructura constitucional, ideada y puesta en marcha en tiempos donde sólo las élites tenían acceso al poder y a la toma de decisiones.

Ante ese escenario, el autor describe y analiza de forma concisa pero exhaustiva los cinco puntos que considera fundamentales para comprender el origen de la crisis: el quiebre en la representatividad, el desgaste del sistema de controles (en particular el contralor del Poder Judicial), las limitantes del voto como herramienta capaz de traducir la voluntad popular y la “autonomización de las élites” que se perpetúan en el poder. En una segunda parte de la obra, en tono propositivo, se sugiere la definición del “ideal regulativo” a seguir (que el autor presenta, en tono algo naïf, como “conversación entre iguales”) y la encarnación individual de la ética propuesta, lo cual concluye encauzando ciertas recomendaciones hacia los representantes de la comunidad jurídica e institucional.

La primera de las líneas de análisis es la del deterioro de la representación política. Las buenas intenciones del viejo sistema de checks and balances, denuncia, han caducado y claramente ya no es capaz de cumplir con la premisa de garantizar la inclusión y la paz social, debido fundamentalmente a que ha sido concebido desde una matriz internamente homogénea, incapaz de atender las necesidades de los grupos heterogéneos que componen las sociedades contemporáneas, especialmente las latinoamericanas. Este sistema –que falla tanto en representar como en controlar su propio accionar- permite que los representantes usen “los privilegios de los que gozan para beneficiarse a sí mismos” (p. 19), casi con total impunidad. El autor percibe el auge de los populismos en Latinoamérica como reacción a esta falencia, mas les cuestiona el desinterés en la deliberación colectiva (un tópico recurrente a lo largo de la obra) y el rechazo a cualquier tipo de contralor sobre su propio accionar.

En segundo lugar, se ponen en tela de juicio los controles endógenos, especialmente el del Poder Judicial a través del control de constitucionalidad. Retoma otra de las grandes constantes de la obra, el origen aristocrático de la institución y la falacia que implica que “la reflexión aislada de unos pocos” (p. 27) (y no los procesos de reflexión colectiva, primera constante ya mencionada) decida sobre las cuestiones fundamentales de legitimidad y pertinencia política. Llama la atención sobre el fenómeno de la judicialización de la política (o la politización del Poder Judicial), en palabras del autor, la “dependencia política de la justicia”; lo cual inmediatamente nos remite entre líneas a los casos de Dilma Rousseff, Fernando Lugo y Cristina Fernández de Kirchner.

Como tercer tópico se introduce una fuerte crítica al voto en tanto que herramienta de control exógeno o popular: tal vez con algún guiño a Bauman, introduce la imagen de la “dilución” del voto, cuestionando el sistema de “listas sábana” y la imposibilidad para el ciudadano de elegir a un determinado candidato, al que prefiere por determinadas cualidades o promesas electorales, independientemente de otro u otros a los cuales no adhiere o con los que no se identifica. La representatividad sufre así un revés primigenio que no hará más que profundizarse posteriormente al conformarse los cuadros de gestión.

Por otra parte, nos habla el autor de la “extorsión democrática”: en el mismo sentido diluyente que la idea anterior, refiere que el votante no puede optar, al momento de emitir el sufragio, por determinadas ideas o propuestas y rechazar otras. Se nos ofrecen así “paquetes completos” que funcionan de modo similar a los contratos de adhesión en las relaciones de consumo. El votante se constituye en la parte más débil, sin posibilidad de negociar cláusulas, de expresar reparos ni discutir precios a lo que homogéneamente se le ofrece.

En este tercer apartado se vuelve a plantear, como resultado de lo expuesto, la consolidación –y la perpetuación- de las élites en el poder, lo que se constituye en la tercera idea transversal de la obra.

Dentro de los pocos conceptos novedosos que introduce el autor se encuentra el de “constituciones con dos almas”: la cuarta tesis refiere a que, pese a que los sectores populares (o no elitistas) lograron incorporar derechos y garantías fundamentales a las constituciones a mediados del siglo XX, los mismos muchas veces no llegaron a hacerse efectivos o no tuvieron la generalización que merecían, dado que, por el contrario, los apartados constitucionales en donde se instituye la organización del poder no se vieron modificados desde sus orígenes hasta la actualidad. Ello determinó una disociación nunca conciliada y la conversión de aquellos derechos, muchas veces, en privilegios de unos pocos.

La quinta tesis apunta nuevamente contra las élites dirigentes, denunciando una “autonomización” de los miembros de los gobiernos respecto de las necesidades y expectativas de la población que tiene como única herramienta (deficiente, como vimos) el voto. La desconexión es tal que “sus miembros se reconocen más motivados a pactar entre sí que a controlarse mutuamente” (p. 60), persiguiendo sus propios intereses aún si ello implica ir en contra de los intereses de los ciudadanos. Ello redunda, al decir del autor, en una “erosión democrática” en la que la evidente primacía de los Ejecutivos determina un allanamiento paulatino de controles y límites institucionales por parte de otros poderes, incluso de los externos o populares.

Las últimas dos tesis apuntan a recuperar el ideal del diálogo inter pares, a través principalmente de dos ideales constitucionales que funcionarían –en la hipótesis del autor- como pilares de la reconstrucción democrática: la autonomía individual y el autogobierno colectivo. En un desarrollo que no agota los pormenores de las premisas propuestas, recupera la idea de que cada persona debe “ser dueña de su propia vida” (lo que, de algún modo, establece nuestro Art. 19) y cada comunidad “dueña de su propio destino” (p. 68). Caracteriza al diálogo entre iguales al modo del ágora griega, un espacio en donde todos los interesados en un determinado asunto tengan igual posibilidad de expresar su opinión desde un plano de absoluta igualdad. No logra conciliar, lamentablemente, este ideal con los principios del sistema representativo, ni con los postulados de las primeras tesis de la obra.

El último apartado llama a pensar una ética personal para todos los que están vinculados de una u otra forma al quehacer institucional, dirigiendo el foco particularmente a cultivar el escepticismo frente a las estructuras político partidarias tradicionales, y analizar la conveniencia de direccionar la militancia cívica a través de otros movimientos y grupos constituidos por fuera de los intereses consuetudinarios de la política partidaria.

La obra, de estructura sencilla, diáfana en su sintaxis y aguda en su crítica, insiste en ciertas recurrencias semánticas como la liquidez, el desgaste, la erosión del sistema democrático y de las instituciones; el autor ilustra con premisas circulares lo que parece percibir como las ruinas apenas reconocibles del constitucionalismo clásico. No puede dejar de notarse una evidente reticencia al momento de dar ejemplos concretos de las realidades latinoamericanas contemporáneas, lo cual hace al texto lo suficientemente abstracto como para no olvidar que, pese a las concesiones ensayísticas, estamos ante el trabajo de un científico. No acierta en el diálogo entre las tesis expositivas y las propositivas, lo cual termina decepcionando a quien aborda el texto buscando respuestas a las crisis planteadas; sin embargo, la prolijidad sintáctica y la estructura concisa y llana, invitan a revisitar viejos y nuevos dilemas del constitucionalismo y la calidad democrática sin sacrificar demasiado tiempo de lectura.

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