¿Juventud o juventudes?

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¿Juventud o juventudes?


Por: Equipo Editorial
Tramas imagen-voto-joven ¿Juventud o juventudes?  Revista Tramas

Este artículo fue elaborado en base a: «Los jóvenes chaqueños: un análisis desde sus hábitos y perspectivas», realizado por el equipo de investigación de la Escuela de Gobierno integrado por Alfonso Arce, Francisco Mazzaro, Paula López Arquier, Lucila Fabiana Ojeda y Patricia Prieto


La juventud como categoría analítica independiente en estudios académicos surge luego de la Segunda Guerra Mundial en el marco de Occidente, donde, en el seno de las naciones más desarrolladas este grupo pasa a ser destinatario de varias políticas públicas del Estado de Bienestar (Chaves, 2009).

En Argentina, la juventud como objeto de estudio específico se efectiviza a mediados de los ochenta con el retorno a la democracia y bajo el incentivo que recibe de organismos internacionales. En 1985, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declara el «Año Internacional de la Juventud» (AIJ). En paralelo, el Concejo Económico para América Latina (CEPAL), dependencia de la ONU, realiza la misma estrategia en su zona de influencia. Es en ese contexto, cuando se llevan a cabo las primeras investigaciones acerca de los jóvenes argentinos. El trabajo pionero es  de Cecilia Braslavsky -en 1986- con varios informes publicados por CEPAL.

En los años noventa, se realizan investigaciones cuyo objeto de estudio está constituido por “los jóvenes” aunque básicamente circunscriptos a las áreas de educación y trabajo. Esto no resulta sorprendente  dado que se busca particularmente conocer, describir y cuantificar el subgrupo de jóvenes pobres o vulnerables a quienes estarán dirigidas el nuevo tipo de políticas públicas características del período: las políticas focalizadas.  

Por fuera de la perspectiva de la sociología nomotética surgen sobre el final  de los noventa los primeros análisis desde la antropología, la comunicación, la historia y la ciencia política (Chaves, 2009). Se comienza a analizar la relación de los jóvenes  con la política. Una investigación  de este tipo patrocinada por UNICEF realizada por Tenti Fanfani y Sidicaro (1998) concluye: “… hay un desfasaje entre el interés de los jóvenes argentinos por la política y la participación pública de éstos en concreto, diagnosticando que los mecanismos de las instituciones de la democracia, para este período, no logran estar a la altura de incentivar a los muchachos a la cosa pública como si pasa durante el sexenio alfonsinista (Vommaro, 2013).

Con el comienzo del nuevo siglo, el grueso de las investigaciones sociales acerca de los jóvenes busca describir  la  situación de este grupo en el marco de la crisis del 2001 y – particularmente- encontrar indicios acerca de la dificultad para revertir los indicadores negativos en términos de su incorporación al mercado de trabajo ya que una vez iniciada la recuperación a partir de 2003 la desocupación y/o precariedad laborar de este grupo no se modifica al mismo ritmo que la evidenciada en otros grupos etarios. Estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) destacan los muy altos niveles de desocupación de los sectores juveniles tanto a nivel nacional como regional. Surge también  una categoría sociológica con mucho vigor: los ni-ni, jóvenes que no trabajan ni estudian.

  Hacia principios de la segunda década del presente siglo, y en el marco de un proceso sostenido de ampliación de derechos, la implementación a nivel nacional del denominado VOTO JOVEN que habilita a los adolescentes de 16 y 17 –de manera no obligatoria- a ejercer su derecho al voto motiva la multiplicación de estudios centrados identificar  su posicionamiento frente al mismo.

Las investigaciones y estudios enfocados en los jóvenes en nuestra provincia son relativamente escasos. La gran mayoría se refiere solamente a la dimensión laboral de estos, como Barbetti (2003) y Barbetti, Pozzer y Sobol (2014). El único trabajo disponible que versa sobre temas de participación política y social de los jóvenes chaqueños es el de Barbetti (2013),un trabajo cualitativo que, desde un enfoque institucional, realiza un análisis de las políticas públicas de participación juvenil.

Está convenido en la mayoría de las publicaciones de la sociología que la juventud no es algo que existe en sí mismo, ni es un fenómeno universal y atemporal. Es una construcción social en determinado tiempo y lugar. La etiqueta de ‘joven’, no existió históricamente hasta sino los últimos años de la edad moderna y estuvo circunscripto a las sociedades occidentales más desarrolladas (Chaves, 2009). 

Según Meckler (1992) debe hablarse de diferentes juventudes o jóvenes en vez de una única juventud, ya que, por ejemplo, la clase económico-social y el sexo son dos de los factores que determinan sus comportamientos que el conjunto de la sociedad, en la que viven, va a esperar de ellos. Por tanto, el colectivo denotado es un resultado cambiante entre las representaciones de todos los grupos de no-jóvenes y las auto-percepciones de cada uno de los grupos de jóvenes. Consecuentemente puede concluirse que el  concepto es de tipo relacional y que las heterogeneidades resultantes obligan a pensar en “las juventudes” más  que en “la juventud”

El rango etario que identifica a los jóvenes puede variar dependiendo las organizaciones que lleven a cabo investigaciones de este tipo. Para la ONU y la OIT utilizan el rango de 15 a 24 años. Por otra parte, la CEPAL sigue el criterio de 15 a 29 años. A su vez se subdivide a la categoría en dos subgrupos: adolescentes (15 a 19 años) y jóvenes plenos o jóvenes adultos de (20 a 24 años). La presente investigación está basada en el subgrupo adolescente, específicamente en los jóvenes entre 16 y 17 años que asisten al colegio (participación escolar activa). Éstos gozan de derechos los electorales nacionales desde 2012 gracias a la ley nacional  del ‘Voto Joven’[1]  n° 26.774, aunque no tienen todavía la mayoría de edad legal[2]. Posteriormente estos derechos de voto adolescente se extendieron a nivel subnacional en casi todas las provincias del país incluida la provincia del Chaco (Cejeiro y Tejerizo, 2014).

 En relación  a las varias generaciones de jóvenes desde la restauración democrática y su relación con la actividad política, previo a la implementación del Voto Joven, se debe hablar de dos grandes modalidades que coexisten entre sí: la participación clásica, propia de las democracias modernas, a través partidos políticos y grupos de interés, y las diversas formas de participaciones alternativas en espacios no partidarios como organizaciones barriales con fines sociales y/o culturales hasta acciones directas como protestas escolares (Vommaro, 2015).

Muchas de estas nuevas prácticas políticas aglutinaban -en los años noventa- a jóvenes desencantados con los mecanismos de la democracia representativa liberal y su participación aparecía como débilmente vinculada a la política en tanto distante y externa a los partidos políticos La misma literatura que clasifica a la participación política juvenil en dos modalidades distintas, considera que el derecho a voto de los adolescentes, logrado en el año 2012 a nivel nacional, no fue perseguido por los beneficiarios del mismo[3], sino que fue producto de una ley ‘adulto-céntrica’ y ‘estado-céntrica’.

Dicho esto, al parecer, la gran mayoría de adolescentes argentinos, ya estaban satisfechos de antemano con los tantos canales formales e informales por los cuales sus prácticas políticas transcurrían[4] (Vommaro, 2015). No obstante, la mencionada perspectiva teórica también pronostica un posible impacto positivo para los grupos de jóvenes argentinos, enmarcados en la nueva ley de ‘Voto Joven’, que sería la aparición de éstos, como sujetos de políticas públicas desde las agendas del Estado nacional y de los Estados provinciales con mucha más frecuencia que antes en la historia por evidentes conveniencias electorales (Vommaro, 2015; Torre, 2016).

Para comprender los hábitos y prácticas de los adolescentes escolarizados de entre 16 y 17 años en el presente hay que tener en cuenta los cambios producidos en la población estudiantil de los establecimientos secundarios. A partir de la Ley Nacional N° 24.195, de forma incipiente, sancionada en 1993 y más tarde, de forma consolidada, con la Ley Nacional N° 26.206[5] promulgada en el año 2006, se produjo una masificación de la escuela de nivel medio: esto es el ingreso de jóvenes de sectores socioeconómicos que antes solamente llegaban a completar solamente el nivel primario (Miranda, 2006; Nuñez, 2008; Tuñón, 2011). No obstante, esta ampliación de la educación media hacia amplios sectores de la sociedad argentina no implicó simultáneamente  un salto de calidad en la enseñanza escolar. En este sentido, Filmus (2003) habla de una educación de nivel medio cada vez más necesaria, pero a la vez cada vez más insuficiente como preparatoria de los adolescentes a insertarse a futuro en los nuevos mercados de trabajo posindustriales dentro de un mundo globalizado.

Los adolescentes que transitan por los establecimientos de educación media se diferencian de los adolescentes no escolarizados por tener una mayor madurez cognitiva y mayor madurez afectiva[6] porque es en ese ámbito –el de la escuela- donde se los estimula para  plantear y discutir entre sus pares las diferentes visiones y discursos sociales y políticos que poseen.  En consecuencia, la identidad política de los jóvenes escolarizados es un resultado de la combinación entre sus experiencias cotidianas del mundo ‘fuera de la escuela’[7] y de sus experiencias dentro del ámbito escolar, que consideran como un ‘refugio’ protector de las formas de ser diferentes, espacio de socialización clave y de formación identitaria para el universo adolescente (Nuñez),

Los jóvenes escolarizados analizados en esta investigación nacieron con el siglo veintiuno. Se diferencian de anteriores generaciones de jóvenes al vivir en un paradigma ambiental digital. Entonces su identidad de ‘lo joven’ se construye con gran influencia de los medios de comunicación digital. A esta nueva generación que pasa horas frente a  las pantallas de teléfonos inteligentes se los llama ‘nativos digitales’ (CIPPEC, 2014). La novedosa inserción de estas tecnologías digitales dentro de las aulas[8] están de a poco mediando en las interacciones entre docentes y alumnos, que tienen que ver no solamente con los momentos de aprendizaje sino también con los momentos de comunicación cotidiana y entretenimiento (Casablancas, Berlin y Schwartzman, 2016). 

A continuación presentamos algunos resultados obtenidos en el marco de una investigación en curso en la Escuela de Gobierno acerca de los hábitos y expectativas de los jóvenes chaqueños.

El enfoque que toma este trabajo es el de clivaje porque analiza datos de solo una parte del universo de los jóvenes del Gran Resistencia: los ‘jóvenes escolarizados’, de 16 y 17 años cursando 4to y 5to año del Nivel Medio.

En el presente artículo sólo referiremos a la vinculación de los jóvenes con la participación, y el voto. Aspectos vinculados al uso del tiempo, prácticas familiares, atención de la salud, posicionamiento frente a temas de la agenda pública como matrimonio igualitario, lenguaje inclusivo, despenalización del aborto, etc. no han sido incluídos aquí pero pueden consultarse en el Informe Final disponible : (agregar link)

La participación política de la juventud es un tema que ha tomado impulso principalmente desde la sanción de la Ley Nº 26.774, de Ciudadanía Argentina, mejor conocida como la Ley del Voto Joven. Desde su ingreso al Congreso de la Nación, mucho se debatió acerca de la necesidad, oportunidad y viabilidad de la ampliación del voto a la franja etaria comprendida entre los 16 y 17 años, se argumentó en favor y en contra, pero no es menos cierto, que el proyecto, se enmarca en un proceso que transitaba la Argentina, de reconocimiento y fortalecimiento de derechos y su ejercicio por parte de los adolescentes. La provincia del Chaco se adhiere a esta Ley en el 2013.

Presentamos aquí algunos resultados obtenidos relacionados a explorar cómo se vinculan los jóvenes con la política en este año electoral.

En este sentido se incluyen los resultados obtenidos en las preguntas  relacionadas a la intención de voto en este año electoral, a la concepción de obligatoriedad o no del mismo, y por último en torno a identificar cómo se informan los jóvenes, atento  al rol que pueden tener los diversos medios en la conformación de visiones y preferencias.

Como la población con la que se trabajó son jóvenes entre 16 y 17 años que tienen derecho al voto, se les pregunto si tenían pensado votar este año, la pregunta podía responderse con sí, no o tal vez.

 

¿Tenés pensado votar? Escuelas céntricas Escuelas periféricas Hombres Mujeres
Alumnos % Alumnos % Alumnos % Alumnos %
Si 41 68% 121 58% 83 62% 79 58%
No 5 8% 19 9% 9 7% 15 11%
Tal vez 14 23% 70 33% 41 31% 43 31%
Total general 60 100% 210 100% 133 100% 137 100%

De los alumnos de escuelas céntricas, un 68% tiene pensado votar en las elecciones del 2019. El caso de las escuelas periféricas fue similar, más de la mitad de los encuestados tiene intenciones de votar. Aun así, existe un rango de alumnos que aún no ha decidido si va a participar electoralmente, un 33% y 23% de escuelas periféricas y céntricas respectivamente.

Con respecto a la distinción entre sexo, la proporción de varones y mujeres que respondieron que tienen pensado votar o que tal vez lo hagan fue similar.  Sin embargo, hubo una mayor proporción de mujeres que de hombres que manifestaron que no votarían.

No solo el objetivo fue abarcar la intención de voto, sino también la percepción de los jóvenes ante su derecho a ejercerlo. En este sentido, ¿cómo ven los adolescentes la posibilidad de votar? Para responder esta pregunta, tomamos un aspecto del formulario que considera tres respuestas posibles a la concepción del voto: un derecho, una obligación o una responsabilidad.

Tramas miradas-2-300x201 ¿Juventud o juventudes?  Revista TramasEn este sentido, las respuestas más votadas fueron el voto como un “derecho” y una “responsabilidad”, tanto en escuelas céntricas como periféricas. Un dato interesante surge a la hora de preguntar a los jóvenes si ven al voto como una “obligación”, este porcentaje fue insignificante en las escuelas céntricas, pero un 25% de los alumnos de escuelas periféricas siente al voto como una obligación, el cual es significativo en este pregunta. Por último, es relevante resaltar que todos los estudiantes de escuelas periféricas respondieron esta pregunta, siendo que en el caso de escuelas céntricas un 17% del total no supo responder o no contestó.

 

En concordancia con el análisis de participación política, y como en Argentina la influencia de los grandes medios de comunicación, cada vez más concentrados es notoria, conocer a través de qué medios se informan los jóvenes es un aspecto interesante. En este apartado se diferenciará entre hombres y mujeres.

 

En ambos casos (hombres y mujeres) el medio más recurrente por el que se informan fue por internet, representando proporciones similares, esto podemos además relacionarlo con el alto porcentaje de jóvenes que utilizaba computadora analizado en otros apartados del Informe Final.

 

¿Con que medios te informas sobre cuestiones de actualidad? Escuelas periféricas Escuelas Céntricas
Alumnos Porcentaje Alumnos Porcentaje
Diarios 18 9% 8 13%
TV 78 37% 13 22%
Internet 92 44% 33 55%
Por terceros 12 6% 2 3%
No me informo 9 4% 4 7%
NS/NC 1 0% 0 0%
Total general 210 100% 60 100%

Mientras que menos de la mitad de los estudiantes de escuelas periféricas declaran no poseer computadora, casi nueve de cada diez estudiantes de escuelas céntricas cuentan con una. Sin embargo, ambos grupos declaran utilizar internet como medio informativo. Es por ello que se deduce que los adolescentes de la periferia probablemente dependan más de los celulares inteligentes a la hora de acceder a internet que los adolescentes del centro, que tienen además la opción de recurrir a sus computadoras como medio para acceder a internet para informarse y comunicarse.

La televisión fue el segundo medio más mencionado por los jóvenes, representando proporciones similares entre hombres y mujeres. Los medios escritos (diarios) tienen una participación en torno al 10%. Informarse por terceros no tuvo relevancia en relación a los demás medios  y por último algo importante a resaltar es el poco porcentaje de los jóvenes que dijo no informarse, representando un 4% y 7% en hombres y mujeres respectivamente.

Entonces, asumiendo que la Participación Política va más allá del derecho al voto, se consideraron en el relevamiento dos preguntas que buscaban indagar en las actividades relacionadas a participación de los jóvenes en partidos políticos y en asociaciones juveniles, en este caso la pregunta consistía en determinar cuántas horas mensuales le dedican a este tipo de actividad.

En primer lugar, los resultados muestran que la mayoría de los jóvenes de la muestra de Gran Resistencia no están interesados, o no participan en actividades en Partidos o Grupos Políticos.  En este sentido, un mayor porcentaje de hombres dijeron dedicar horas mensuales a actividades de participación política que mujeres, sin embargo, solo un 10% de hombres corresponde a este grupo. 

En relación a otras formas de participación se consideraron actividades actividades en organizaciones estudiantiles, como participación en centros de estudiantes y agrupaciones vinculadas a la escuela. En este caso las respuestas de los jóvenes cambiaron, demostrando mayor interés en este tipo de actividades que en las relacionadas a grupos políticos, las respuestas entre escuelas céntricas y periféricas fue similar.

 

Dedica horas mensuales a Actividades estudiantiles Mujeres Hombres
Alumnos Porcentaje Alumnos Porcentaje
Si 49 37% 69 50%
No 84 63% 68 50%
Total 133 100% 137 100%

Asumimos, tal como señala Dina Krauskopf (2008: 170-171) que: “En un sentido básico, la participación se expresa cuando adolescentes y jóvenes contribuyen activamente en los procesos y actividades de sus vidas y ámbitos con capacidad para decidir, intervenir en las decisiones o influir en ellas. Así, la participación deja de ser un concepto unívoco, ahistórico y desvinculado de otras dimensiones […] Fomentar la participación juvenil en el diseño, la gestión, el monitoreo de las acciones de su interés y la evaluación de políticas, permite, además, revertir la desconfianza juvenil hacia la institucionalidad y reducir las brechas de comunicación y ciudadanía entre generaciones…”.

El estudio realizado contribuye a afianzar la hipótesis que indica   que no hay una juventud, sino varias: hay juventudes. No se trataría de un colectivo homogéneo, sino más bien de conjuntos de límites y fronteras dinámicas que se van delineando a partir de diversos clivajes. Reconocer estas diferencias hará posible desplegar políticas públicas capaces de incluir la diversidad de este actor social tan significativo reduciendo la abstracción implícita en “la juventud” para abarcar la policromía inclusiva de “las juventudes”.

Bibliografía

Barbetti, P. (2003). La inserción laboral de “los” y “las” jóvenes en el Gran Resistencia. En A. M. Pérez Rubio (Coord.), Rupturas y permanencias en los roles de género: cuando las mujeres trabajan. Corrientes: EUDENE.

Barbetti, P. (2013). Juventudes y participación. La promoción de la participación social y política de los jóvenes desde el Estado. Reflexiones a partir de experiencias recientes en la provincia del Chaco. En A. M. Pérez Rubio y Mercedez Oraisón (Coord.), Estudios sobre participación. Procesos, sujetos y contextos. Corrientes: Universidad Nacional del Nordeste.

Barbetti, P., Pozzer, J. A., Sobol, B. (2014). Situación laboral de los jóvenes en el Gran Resistencia y Corrientes, Argentina, en el período 2010-2013. Revista de la Facultad de Ciencias Económicas – UNNE, (13), 148-173.

Braslavsky, C. (1986). La juventud argentina: informe de situación. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Casablancas, S., Berlin, B., Schwartzman, G. (2016). La escuela secundaria como escenario cotidiano: Jóvenes, espacios de autonomía, vínculos y tecnología. En IX Jornadas de Sociología de la UNLP. Organizado por la Universidad Nacional de La Plata, Ensenada, 5 al 7 de diciembre de 2016.

Cejeiro, N. & Tejerizo, J. I. (2014). La incidencia del voto joven en su primer experiencia histórica. En XI Congreso Nacional y IV Congreso Internacional sobre Democracia Ciencia Política. Organizado por la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario, Rosario, 8 al 11 de septiembre de 2014.

Chaves, M. (2009). Investigaciones sobre juventudes en la Argentina: estado del arte en ciencias sociales 1983-2006. Revista electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín.

CIPPEC. (2014). Inclusión de los jóvenes en la Provincia de Buenos Aires. Buenos Aires: CIPPEC.

Filmus, D. (2003). La reforma de la educación secundaria. Valparaiso: Editorial del Cardo. Disponible en: https://www.biblioteca.org.ar/libros/88501.pdf

Kessler, G. (2002). La experiencia escolar fragmentada. Estudiantes y docentes en la escuela media de Buenos Aires. Buenos Aires: UNESCO.

Mekler, V. M. (1992). Juventud, Educación y Trabajo, Tomo 1 y 2. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Nuñez, P. F. (2008). La redefinición del vínculo juventud-política en la Argentina: un estudio a partir de las representaciones y prácticas políticas juveniles en la escuela secundaria y media. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 6(1): 149-190.

Torre, I. (2016). Espíritu adolescente: El voto joven en la Argentina. Elecciones Legislativas de 2013. Buenos Aires: CIPPEC.


[1] Ley llamada formalmente ‘Ciudadanía Argentina’.

[2] Esto implica la imposibilidad de contraer matrimonio por sola voluntad propia, la realización de algunas actividades bancarias y comerciales o ejercer funciones públicas (Vommaro, 2015).

[3] Según Vommaro (2015) no evidencias de importantes movilizaciones por la efectivización del derecho al voto adolescente en los albores de la sanción de la Ley nacional N° 26.774.

[4] En las elecciones legislativas nacionales de 2013, solamente participaron en los distritos más grandes del país aproximadamente uno de cada cinco adolescentes entre 16 y 17 años habilitados para votar opcionalmente (Torre, 2016).

[5] Tanto la ley de 1993 como la del 2006, extienden la obligatoriedad para todos los ciudadanos, de la educación hasta los niveles medios (Tuñón, 2011).

[6] El grado de estas características son influidas por la calidad educativa de cada establecimiento secundario (Nuñez, 2008).

[7] Es mundo incluye ambientes como el barrio, la familia, la calle, los amigos, etcétera (Nuñez, 2008).

[8] Desde los gobiernos a través de iniciativas como el programa nacional ‘Conectar Igualdad’.

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